El otro plano

Un regalo inesperado

Eran las 10, o quizás las 12, desperté tarde, como ya viene siendo habitual. Le pegué una mirada rápida al reloj de mi habitación: 11:30. Estaba llegando muy tarde, corrí al baño para cepillarme los dientes y me puse el uniforme escolar: chomba, pantalón y zapatos, además de un saco de abrigo; menos mal que había preparado la mochila ayer.

Bajé  corriendo  las escaleras, directo para desayunar, el olor a café me ayudó a despertarme un poco.

—Buenos días Rebeca.

—Buenos días hijo, ¿Qué te gustaría desayunar?

—Sólo pan con mermelada y un jugo, estoy llegando tarde.

Con una frase me hizo notar que estaba molesta —Quedate tranquilo, ya llamé y les dije que no ibas, más te vale ir a la tarde.

—Bueno, gracias, no faltaré esta tarde. 

Más tranquilo, me fui al living a ver televisión manejé el SmartTV y seleccioné el Noticiero Matutino y comencé a ver noticias. Nada muy especial, unos cuantos robos y algunas cadenas criticando al gobierno argentino por la fuerte crisis económica del país.

    Justo en ese momento Rebeca entró para alcanzarme unas tostadas

—Rebeca, ¿Qué crees que pase ahora? -Le dije mientras comía una- Se dice que hay grupos armados ilegales planeando un atentado.

—No lo sé Dam, no creo que el país pueda empeorar más, hay que pedir ayuda de los gobiernos más importantes, ellos sabrán ayudarnos bien.

Rebeca no era mi madre, aunque siempre la consideré parte de mi familia; mi verdadera madre murió cuando apenas tenía 5 años y mi padre desapareció dos años más tarde; Rebeca, una amiga de la familia, se había ofrecido a cuidarme.

Mientras tomaba el jugo Rebeca se acercó con una magdalena que tenía una velita prendida encima.

—¡Feliz Cumpleaños Dam! No me digas que habías olvidado un día como este —. La verdad es que sí, una fuerte semana de exámenes sumado a proyectos que tenía en mente me hacían tener la cabeza en cualquier lado, además no me encuentro muy bien anímicamente, no me siento cómodo con Rebeca, siento que me controla y limita.

—Gracias Rebeca—. Por un momento pensé si mis amigos lo habrían recordado.

No quería desaprovechar la mañana, así que me fui al centro de la ciudad a comprar unas cosas para el almuerzo. “Quiero hacer algo que me guste para distraerme” pensé, así que llamé a Luciano para tomar unos mates. “Lucho”, como solíamos decirle, era uno de mis mejores amigos, tenía plena confianza en él, cosa que no consiguen muchas personas conmigo (la verdad soy bastante introvertido y me cuesta entablar confianza con las personas) “en el fondo es algo bueno” pensaba, tenía pocas personas en quien confiar pero confiaba plenamente en ellas, además, él ya había terminado la escuela y cursaba en la Universidad a la tarde, de modo que tenía libre la mañana y no siempre nos veíamos.

Caminé hasta una plaza que había cerca del centro, Lucho ya estaba esperándome en uno de los bancos que rodeaban la fuente central, llevaba sus icónicos pantalones rojos y una remera blanca, zapatillas negras y una gorra -Debería haber traído una- pensé. Venía haciendo calor hace varios días, el verano era inminente y el sol pegaba bastante fuerte. Por suerte el banco estaba a la sombra de una fila de árboles que nos cubrían bien del sol. 

Lo saludé, se movía más lento de lo normal, tardó en darse cuenta de que había faltado al colegio y parecía bastante perdido. Unas ojeras cubrían sus ojos azules demostrando el cansancio de un universitario. El pelo, casi rubio, estaba despeinado (más de lo normal), respondió a mi saludo y luego habló lentamente:

—Hola Damián! ¿Cómo te trató la semana? Espero que mejor que a mí - La verdad no entendía cómo es que no se había quedado dormido esperándome.

—Ehh bien… supongo - contesté- Mejor que a vos seguro, ¿Tienes alguna idea de por dónde buscar a mi padre? 

— Es difícil encontrar un punto de partida, en la Universidad todavía no tratamos el tema de las guerras de la Mesopotamia, y para algo tan reciente aún no hay escritos que valgan la pena estudiar. Por cierto ¿Querías contarme más de esa teoría loca tuya?

—Bueno, algo te cuento, pero después te acompaño a casa así duermes un poco, que te vas a morir de sueño. Mi pregunta es ¿Qué pasaría si existiese un mundo paralelo al nuestro, donde las historias de fantasía fuesen reales? ¿Y si escritores tan famosos como Tolkien o Rowling fuesen simples elegidos por ese mundo para llevar a cabo actos que ellos no pueden hacer y que al regresar cuentan esas historias?

—Creo que el no dormir te afecta peor que a mí. —Dijo riéndose— No hay evidencia histórica que respalde alguna de tus preguntas sinsentido.

—Estás seguro?

—Absolutamente! Mi consejo es que dejes de imaginar un poco y te centres en la escuela, ya es tu último año y pronto vas a arrancar la Universidad ¿Ya tenés claro lo que vas a estudiar?

—Si, informática—acepté la pregunta para cambiar de tema, no era el momento de entrar en discusión por mis teorías, sería en vano intentar convencerlo de que existiese una mísera posibilidad.

    Seguimos hablando un rato, me contó un poco de cómo era la vida universitaria y me dió algunos consejos para no pelear tanto con Rebeca —Es una etapa difícil para los dos, no lo olvides— me dijo.



#16703 en Fantasía

En el texto hay: fantasia, amistad, heroismo

Editado: 07.05.2020

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