9:00 a.m. Desayuné un café con medialunas en el bar de la esquina de mi casa y pasé por la biblioteca; si bien ya no es el lugar que era antes, el género fantástico-mitológico y la ciencia ficción siguen siendo libros pedidos y vendidos, más que todo en versiones digitales, de modo que ya nadie solía ir a las bibliotecas.
En cambio, a mi me fascinaba ese lugar, la madera vieja, el olor a los libros y ver tantas historias diferentes y repartidas en distintos lugares fantásticos y, a la vez, en un solo lugar.
Inspiré hondo y entré, la biblioteca en sí estaba vacía, estanterías y muebles plagados de libros separados minuciosamente por género, un mostrador al fondo en un lugar que no tenía más de 6 o 7 metros hacia dentro, parecía que nadie la hubiese tocado en años. Busqué con los ojos a Karla, la bibliotecaria, que estaba juntando algunos libros del piso.
—Hola Karla!, ¿Todo bien?—.
—Oh, hola Dam, bien, supongo— noté tristeza en su cara.
—¿Qué Pasa?
Ayer vinieron unas personas que dijeron ser de una tal Resistencia, y asaltaron el lugar, tenían buenas armas y no pude hacer nada; se llevaron unos 350 libros, en su mayoría ejemplares de Utopía o libros de política que ya no vendo—. Ya no servían los libros de política, aunque quedaban muchos ejemplares por los que ya nadie se interesaba y estaban rebajados ¿Por qué habrían de robarlos?.
—Qué lástima ¿Qué querían esos rebeldes?
—Mencionaron algo sobre un nuevo orden o algo así para derrocar a los líderes.
— Por supuesto!—. Luego temí haber pensado en voz alta.
—¿Qué se te ofrece Dam?
—En realidad, sólo vine a despejar mi mente, necesito algo corto y rápido de leer—.
—Veré si puedo conseguirte algo, sino ven conmigo al depósito a ver qué hay—.
Karla sabía lo mucho que me entretenía con los libros por lo que se fue sin esperarme, quedé solo, acostumbrado a esto fui a la sección de fantasía y me puse a buscar algún ejemplar de Harry Potter que releer o alguno de los nuevos libros como Insectidae que no terminaban de convencerme por las ideas que transmitían.
En fin, rebuscaba algún enigma sin resolver de Harry o Snape cuando vi a Mayra saludándome desde la puerta.
El libro se me cayó de las manos del susto y justo golpeó en un tornillo suelto de un estante con libros, tirándolos al piso, los que se encontraban más arriba cayeron sobre mí y uno me golpeó en la cabeza. Mayra entró rápido a ayudarme a acomodar los libros.
—Perdón Dam, no quise asustarte, estaba buscándote.
—¿En.. En serio? ¿Qué necesitas?
—No sé, estaba pensando en que si estas libre podíamos llamar a los chicos y hacer algo.
Me dió un vuelco el corazón, esas simples palabras me hubieran alegrado el día, pero quise hacerme el duro concentrándome en lo que tenía que hacer a la tarde.
—No… no puedo, estoy buscando un… libro —. Traté de inventar algo rápido para salir de la situación, apartando la mirada de sus penetrantes ojos.
—Está bien, te ayudaré a buscarlo entonces, si quieres—.
Asentí y Mayra me acompañó al depósito a buscar a Karla.
—Que bueno que estén acá chicos, vamos, creo que está en la estantería número 12.
Mientras curioseaba algunos libros de la habitación Mayra se me adelantó para buscar en las cajas del fondo. Dentro de un cofre entreabierto encontré uno sin tapa, justamente corto, lo que buscaba, con una figura extraña en la primera página, parecida a un árbol pero con unas extrañas runas encima que no pude distinguir.
—Che Karla, ¿Qué es esto?
—¡Quita tus manos de esa cosa! - Noté la brusquedad con la que reaccionó y solté el libro inmediatamente, ella también se sobresaltó - Perdona, no… no sé lo que es, sólo sé que me pidieron que lo ocultara de las manos del mundo, y de todo quien esté relacionado al Gobierno o a esa estúpida Resistencia.
—Wow! Está bien, no diré nada—.
Terminé por conformarme con una edición de bolsillo de El Principito un clásico que no había leído tantas veces.
—¿Ya terminaste con todo? — Preguntó May
—No, la verdad no — Dudé un momento si contarle lo del regalo o no —Rebeca me dió una computadora que aparentemente era de mi padre, y necesito un mouse para usarla.
—Pero, ¿Dónde vamos a conseguir uno?—. Preguntó May
—Sé de un lugar donde pueden tener…el Roger’s Pawn Shop, es de un… americano, una casa de empeños— A Roger lo delataba el acento británico, pero quería mantener esa parte en secreto, al menos hasta que Mayra hablase con él. —Fue un buen amigo de mi padre y ahora que lo pienso, hace mucho que no lo visito—.
—Está bien Dam, te acompaño—. Mayra estaba siempre dispuesta a todo, y eso siempre me gustó de ella.
Nos dirigimos hacia la casa, cerca de un edificio con forma de “Panal”.
Roger era todo un británico, nunca había viajado allí, pero él me había enseñado de las costumbres de su país y también me había ayudado a perfeccionar mi inglés; tenía siempre una barba blanca estilo “candado”, camisa de leñador pero nunca obviaba su sombrero de copa; no le combinaba, pero le gustaba usarlo; jeans rasgados y zapatillas adidas para completar un conjunto que parecía que lavaba todas las noches, o que tenía infinitos iguales, los años no parecían haberle hecho mucho daño, pero su profunda mirada no ocultaba lo que había vivido.