El Palacio Del Infierno.

.

El pasar de los días habían sido difíciles, tratando de evocar con pobres recuerdos la identidad de Trinidad. Había reconocido su rostro y mi boca escupió su nombre sin yo poder detener mis labios, como si mi cerebro y boca no tuviesen conexión y está de pronto manifestó su nombre de una rápida manera, pero en realidad ¿Quién era esa mujer Trinidad? Recostada en un ajado colchón teniendo presente los aromas nauseabundos de fluidos que mi cuerpo despedía a diario. Sobajada orinando en una esquina y la sangre menstrual recorriéndome las pantorrillas hasta morir en el suelo, sin poder detenerla, además de soportar los dolores agudos que mi endometrio soltaba con regularidad.
No entendía como era posible que había caído en un lugar así, teniendo como habitación un lugar que con el paso de los días se convertía insalubre e insoportable para mis narices y prontamente un posible foco de infecciones. Estaba menstruando y a nadie le importaba. Me alimentaban con obviamente comida repugnante, pero era más grande la fuerza de mi hambre, solía tener salidas fugaces con la protección del silencio reencarnado en una persona. Mirando la construcción desgastada, imaginándome como sería del otro lado del inconmensurable muro, entonces mi cabeza por fin dio señales de vida y tuve la idea de escribirlo todo. Todo aquello que mis ojos alcanzaban a divisar a diario para que así, no pudiera olvidar nada. Sin embargo, al comentarle esto a Soledad cambio el temple de su rostro como si su presión se hubiese disparado y su rostro había palideció por completo, ella descartó mi idea rotundamente alegando con la respiración agitada que yo no podía escribir pues creyente a su experiencia no era buena en eso.
Caminando por el pedazo de cuarto a paso cortó sintiendo con regularidad el bajón de sangre con cada espasmo. Mis piernas mojadas y manchadas de un color carmín en línea recta desde mi entre pierna hasta los tobillos me estaban volviendo loca, el confinamiento podía volver loco a cualquiera.
Pero sucedió lo que nunca en mi retorcida y desequilibrada cabeza podía llegar a pensar.
La puerta estaba abierta, emparejada, y un rayo de luz parpadeante se colaba por aquel espacio.
»¿Cuánto tiempo ha estado abierta? « Pensé con introspección con el ceño fruncido y tomé mis manos sudorosas a causa del manojo de nervios que mi cuerpo comenzaba a soltar »¿Soledad olvidó cerrarla? No, eso no puede ser posible« di un paso para llegar a ella pero siendo cautelosa. Levante el brazo derecho y con la palma abierta la pose en ella y levemente empuje. Aquel chirrido que la puerta provocó me heló la sangre pero eso no me detuvo para poner un pie fuera del cuarto, suspire rogando a Dios mi resguardo y llegué hasta al pasillo donde irracionalmente había un camino de hojas de papel y rápidamente me vino a la cabeza que aquel acto en definitiva no había sido un error. El dejar la puerta abierta era un acto intencional y seguramente aquel turbio camino de hojas me llevaría a algún sitio de ese lugar.
El camino de hojas era largo y preguntándome hacia que dirección me llevarían me coloque en cuclillas y levante la hoja de papel, rápidamente pude notar que había escritos en esta, suspire de fastidio por la luz parpadeante y débil, no pude observar con precisión lo que aquellas letras trataban de comunicarme. Solo pude divisar una fecha escrita a mano y con tinta negra pero el deterioro de la hoja más la escasa iluminación me hacían una mala jugada.

 

»16 De Abril, 1957«


Frunci el entrecejo y di un paso al frente para tomar la siguiente hoja.

» 24 De Abril, 1957.
Parte VII: El Pabellón De Los Estúpidos« Leí en voz alta con cierta confusión y aquel sentimiento horrido de escepticismo y miedo comenzaban a llenarme paulatinamente.
-¿Qué esto? - Me cuestione con la voz entrecortada mientras leía cada párrafo que la desdichada luz me permitía. Todo estaba escrito de una manera tan detallada que podía sentír el miedo que aquella desconocida plasmó en puño y letra. Cada palabra embonaba a la perfección con la siguiente, el ritmo del los párrafos había sido perfectamente tatuado en la hoja como si de su vida se tratase. Nombres y lugares deconocidos recordaba con cada frase escrita llevada a cabo con naturalidad e inverosímil exactitud qué al leerlo me provocaba un sentimiento de terror inaudito recorriéndome por la espina dorsal para finalmente terminar expresando aquel miedo con una piel completamente erizada que juraba haberlo vivido yo misma.
Cada hoja, llevada a cabo con una respectiva línea del tiempo me hacía acomodarlas cronológicamente y estaba tan atenta a lo escrito que sin mirar mi rumbo llegué hasta la rectoría, la cual permanecía supuestamente cerrada, levante el último escrito del suelo que curiosamente era el único que no poseía fecha y estaba inconcluso. Junte el manojo de hojas y con suma cautela tomé la perilla de la puerta de dicha oficina y está se abrió. Aquel suceso era increíble ¿Cómo la oficina más importante de aquel lúgubre lugar estába abierta sin tener ningún tipo de seguridad? Parada en el umbral decidiendo si entrar o no mientras divisaba con dificultad al fondo un mueble de lámina con una gaveta abierta, trague saliva y di un paso al frente entrando de lleno aparentando los ojos, finalmente solté un suspiro abrumador que inundó todo el consultorio. Abrí los ojos y me di cuenta que estaba a salvo.
Con lentitud, me acerque a la gaveta que poseía aún más escritos con líneas de tiempo que concordaban unas con otras, sucesos importantes y el verdadero trato que oficialmente se le otorgaba a cualquier pobre alma internada aquí. Y lo más importante:




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.