1 De Noviembre, 1957.
De manera cínica e impúdica sostenían entre los dientes el cigarro y con la actitud frívola se reían acompañado de una inexplicable júbilo. Soltaban el humo por encima.
Lo hacían sin ninguna cautela frente a nosotros porque sabían que sí decíamos a terceros al respecto se echarían a reír con mofa, entrecejos fruncidos y miradas incriminantes, pues... ¿Quién podría creer en la palabra de un loco?
Se sentían seguras y podían desvergonzarse sin ningún tipo de limitación y sin tener reclamo ni ser juzgadas.
las monjas habían tomado una nueva perspectiva para mi ser; Pues después de verlas despedir humo de nicotina por las narices como unas expertas habían perdido el poco respeto que les tenía y su actitud completamente blasfema me sacaba de quicio con repudio. Se burlaban de nosotros sin tener una pizca de tacto manchando el hábito con su vulgar hipocresía.
— Son unas putas — dijo aquella mujer con el dermis pigmentado de color oscuro, yo gire mirarla con los ojos revoloteando. La récorde enseguida; Era la misma mujer que me había puesto al tanto de lo que era Trinidad.
— ¿No te han dicho que es falta de respeto aparecerte de la nada?
— Aquí no existe el respeto y eso — señaló a las religiosas — es una clara prueba de eso.
— ¿No crees en Dios?
— En Dios sí, pero no la gente que lo representa. Son hipócritas y mentirosos.
Yo levanté las cejas sorprendida al escuchar su respuesta, pues a la mayoría de la gente católica que me había topado a lo largo de mi vida, eran ciegos y testarudos creyentes, y para ellos no había más que Dios y la gente que lo representaba era perfecta. Ella notó mi reacción, se cruzó de brazos y giro a mirarme con una sonrisa amarga.
— Soy católica pero, no pendeja.
Pasé saliva la miré extrañada y continúe — ¿De dónde saliste? — pregunté con una. infinita curiosidad y los ojos entrecerrados Había tanta gente recluida en ese lugar que era perfectamente entendible que no la hubiera percatado antes, ella tomó una bocanada de aire y respondió — Nosotras estamos aquí desde hace ya un buen tiempo.
— ¿Nosotras? — Pregunte ceñuda — ¿Quienes?
— Nosotras — contestó con el rostro neutro señalandose a si misma con el dedo pulgar.
La analice profundamente observándola con precisión. Tenía un temblor en las manos que no era normal, no se detenía en ningún momento y la forma en la que se refería a ella misma en más de una persona me comenzaba a llenar de escepticismo y suspicacia.
— ¿Por qué estas aquí? — pregunté sin quitar la mirada de encima.
— Por el monstruo.
Ceñuda respondí — ¿Cuál monstruo?
— Hay un monstruo que me persigue, dice que haga y diga cosas, y además, también ellas quieren tomar el control.
Yo la mire completamente horrorizada y confundida por dentro pero por fuera no lo denotaba porque al mismo tiempo estaba fuertemente interesada en seguir escuchando.
— ¿Quieren tomar el control? — cuestione, ella sintió — ¿El control de qué?
— Mío.
Suspire de miedo —¿ Desde cuándo estás aquí? — pregunte comenzando asustarme esta vez más fuerte. Sus ojos se dirigieron hacia arriba titubeo y recordando tomó sus tambaleantes dedos respondió — Ya hace un buen tiempo — sonrío y repitió lo mismo que hace un rato y dio media vuelta para dejarme perturbada y con el pavor en la punta de la lengua, algo vi ya que me convirtió en una vorágine de emociones atemorizantes. Después de esas experiencias, podía confirmar con exactitud que no solo el miedo era la única sensación horrida que el ser humano puede llegar a sentir en situaciones desconocidas y tétricas. El gesto que reflejaba su rostro cambio rápidamente dejándome con la sensación de ser otra persona frente a mí sus ojos, los cuales reflejaban una triste y
desesperada esclavitud rogandome salvarla.
Entonces comprendí que no hay peor martirio que ser un prisionero sometido a tu propio cuerpo y mente y que no hay peor castigo que el que no mereces.
Vivir teniendo siempre presente que tu vida pende de un hilo es difícil. Había escuchado decir por ahí que el ser humano era perfectamente adaptable, que puede acostumbrarse a todo, yo no lo creía así y aquella vez lo confirmaba completamente. ¿Quien podría acostumbrarse a malos tratos insalubridad y humillacion total de tu persona? El irrespeto en todos los sentidos posibles que se conozcan, que tus miedos se hagan más grandes, que no haya en tu cabeza otra cosa más que pensamientos burdos y grotescos preguntándote cual sera el castigo de hoy.
»¿Que me harán ahora?«
No estaba acostumbrada pero, sí preparada para el futuro desconocido y doloro
Me susugestionaba cada momento del día y noche. Siempre fui así; Solía involuntariamente pensar negativamente ante un suceso cualquiera, pensar en que debía decir otra cosa en aquella conversación, esconderme si veía a un conocido en la calle para no saludarlo, me generaba fastidio el saludar, sonreír hablar en público, por eso me escondía detrás de un periódico. Mi fuerte era escribir y nada más.
También me causaba horror pensar en desastres naturales cuando una tormenta comenzaba, imaginar colisiones mortales y aparatosas cuando viajaba por carretera. No podía evitar sentir miedo.
Morir ahogada o quemada lenta, dolorosa y desesperadamente.
El Abandono de misma, sucesos fortuitos, el amor de cualquier índole. Y en aquellos momentos me flagelaba con regularidad; preguntando con tortura, martirizandome hastas las lágrimas el cuando, como y en donde moriría.
Estar encerrada por siempre, el olvido y la mediocridad.
Editado: 05.11.2019