El Palacio Del Infierno.

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Mientras él conducía rogaba al cielo por que fueras una buena persona. Miles de cosas me pasaban por la cabeza y mis manos sudaban. Suspire nerviosa y abrí mi libreta - Entonces si sabes algo - Rompí la tensión poniendo atención en aquel hombre sentando junto a mi.

 

Era un hombre de tez blanca y grandes ojos cafés, barba cerrada, manos varoniles y la juventud invadía toda su esencia. El estaba concentrado mirando hacia el camino.

- Soy... - Carraspeo la garganta y siguió - Policía investigador; Me dedico a investigar determinados casos junto con procedimientos judiciales. La Castañeda era una hacienda pulquera que después se convirtió en un manicomio que abrió sus puertas ya hace algunos años; en 1910. Los primero pacientes fueron entre mujeres y hombres de distintas edades procedentes de otros lugares - La información que me daba era interesante y él no paraba de hablar - La mayoría de estos internos eran catalogados como locos totales y no daban ninguna esperanza de curación o tratamiento, por supuesto que el maltrato era el pan de cada día pero no se exactamente que tipo de tortura practicaban. Enfermos de epilepsia eran recluidos en ese lugar también.

- La epilepsia no es un trastorno mental - El hombre se encogió de hombros.

- En 1940 abrieron un pabellón para niños menores. Hace tres años una mujer levantó una denuncia ante el ministerio público contra la castañeda, declarando torturas y tratos insalubres pero antes que pudiese declarar otra cosa se dio a conocer que la mujer era una enferma de esquizofrenia y que había escapado de la misma, por ende sus declaraciones fueron descartadas ya que no podíamos tomar en serio las declaraciones de una persona mentalmente inestable. El caso se cerró y no volvió a ser mencionado.

Yo quedé boquiabierta y continuaba escribiendo, el auto aparco y el dijo - Llegamos.

Gire a la derecha y ahí estaba; Una gran construcción que era inflable, justamente como un palacio.

Frente a ella las adornaban unas escalinatas que parecía no tener final, estas dirigían a la entrada gigantesca. Era inverosímil la gran construcción que estaba por pisar en unos instantes.

Guarde mis cosas y gire a mirar al sujeto de lado mío. Al mirar la castañeda en persona los nervios que genere en contra del hombre habían desaparecido - Muchas gracias - Sentencie con agradecimiento y salí del auto.

- Por cierto - Exclamó antes de cerrar la puerta, me ofreció su mano - Me llamó Ricardo.

- Victoria - Sonreí y estreche su mano.

- Un gusto.

- Igualmente

- Y suerte.
 

Cerré la puerta. Mire la fachada tan bella y capture el momento con una fotografía, en donde me dispuse a subir cada peldaño.

El césped y los árboles de copa alta adornaban todo el terreno, frente a la morada, del otro lado de la carretera había un lago de aguas profundas y sombrías. En cada esquina de la hacienda cuatro ventanales grandes; dos arriba y dos abajo y doce más pequeños, de igual manera seis arriba y seis abajo, tres de cada lado y justo en medio el ventanal principal, justo arriba de este había un reloj grande y redondo que marcan la hora precisa. Un cierto temor me invadió y me quede petrificada al subir apenas dos peldaños.

Al lograr subir la mitad de las escaleras había dos vías, una en cada extremo que iban a la misma dirección; La entrada.

Me di prisa al llegar a la puerta y tome valor, trague saliva y toque la puerta con belicosidad, la puerta era gigantesca hecha de una madera mas gruesa que había visto, espere unos momentos:

Los más desesperantes de mi vida y la puerta se abrió rechinando macabramente. Del otro lado, una enfermera de edad madura y gesto de pocos amigos me miro con desprecio.

- ¿Si? Diga - Apenas dijo al salir y cerrar la puerta. Se paro frente a mí, sonreí sincera.

- Bu... buenas tardes - Tartamudee

- ¿Qué se le ofrece?

- ¿Este es el hospital la castañeda?

- Así es - Esa mujer era tan fría al hablar.

- Soy Victoria Riquelme, soy perio... - Me calle por un momento y seguí - Escritora. Soy escritora y me interesaría escribir sobre este hospital. ¿Hay alguien que pueda ayudarme a darme información y responder unas cuantas preguntas?

- No. Creo que usted no entiende. Este es un manicomio.

- Si. Lo se, es por eso mi interés, ¿Usted puede permitirme la entrada?

- No se le permite la entrada de este lugar a nadie, al menos que sea un interno o familiar de alguno.

- Entiendo, pero... entonces, ¿Usted puede responderme las preguntas? - Conteste esperanzada.

- Discúlpeme, no puedo darle información de nada. Buena tarde.

Y sin más me cerró la puerta en las narices dejándome con la palabra en la boca.

Desconcertada, con las cejas juntas y la boca abierta di media vuelta y baje las escaleras con lentitud apreciando más de cerca el lugar, llegue al final de las escaleras. Mire a ambos lados confundida sin tener noción de dirección, sin saber para donde ir, la calle estaba vacía, sin que ningún auto o persona pasará por ahí. Podía acostarme en medio de la desierta carretera sin preocupación de que me pasase algo. Suspire y me quedé pensando para que dirección ir, gire la cabeza y caminé hasta en medio de la calle, el Cadillac negro apareció de repente pitándome. Fruncí el ceño asustada y con la agitación un poco alterada. Lo mire a los ojos - Creí que ya te habías ido. El sonrió mostrando su dentadura alineada y en sus mejillas se marcaban hoyuelos al sonreír - Ya me había ido, pero a medio camino pensé que no tendrías la menor idea de como irte así que regresé para llevarte de nuevo.




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