El Palacio Del Infierno.

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— Muy bien,  señora…
— Riquelme, Marcela Riquelme. Soy su hermana.
— ¿Hermana mayor?
— Así es — Contesto mi hermana con toda seguridad y con la frente siempre en alto. No poseía nervios, sus manos nos temblaban y tenía un gesto en el rostro neutro. Sinceramente no pensé que ella podría ayudarme y prestarse a esto; a mentir, sólo para lograr mi cometido.
— Su hermana ha estado visitándome ya casi una semana
—Entiendo.
El psiquiatra bajo la libreta de su rostro, miro a mi hermana a los ojos y continuó — Señorita Riquelme, su hermana ha venido a verme porque ha tenido algunos problemas.
— ¿Qué clase de problemas?
— Usted sabe que clase de problemas —Aseguró.
Marcela suspiro y me miro con cautela. Rápidamente volvió la mirada al frente.
— Victoria habla sola — Dijo con seguridad en cada una de sus palabras — Se ríe sola, y… — se pauso pensativa y continuó — Se lastima a ella misma.
— ¿Ha lastimado a alguien más?
— Aún no… pero no dudo que tarde en hacerlo.
El hombre se quito las gafas y me miro — Victoria.
— ¿Hummm? — Conteste pretendiendo restar importancia.
— ¿Has lastimado a alguien  más?
— No…— fingí una sonrisa demente.
— ¿Las voces te dicen que lo hagas?
— Las voces me dicen que haga muchas cosas — Calle un momento para pensar en mi siguiente línea — Las propuestas de lastimar a alguien más que no sea a mi son concurrentes, me mantengo fuerte para no hacerlo pero siento que en cualquier momento no voy a resistir — Volví a sonreír como si en verdad estuviera perdiendo la cabeza. El no dejaba de mirarme y  luego a mi hermana, carraspeo la garganta y dijo — Bien, ya casi terminamos — Juntaba los documentos en una carpeta y guardarlos en una gaveta a la derecha — Victoria, ¿Puedo hablar con tu hermana un segundo?
Sonreí sincera. Estaba por suceder — Por supuesto — Y me levanté de la silla dando media vuelta para salir, le dediqué un gesto a Marcela que sólo ella entendió y asintió con la cabeza levemente. Salí de lleno y pegué el oído a la puerta.

— ¿Qué tiene mi hermana? —  Pregunto Marcela con un tono de voz diferente. Rogué a Dios para que no se arrepintiera. Escuche al psiquiatra dar una bocanada de aire y seguir.

— Victoria tiene una percepción de la realidad distorsionada. Escucha voces y  eso no es nada normal, se lastima y ese es otro factor importante y urgente de tratar.

— ¿Usted va a tratarla?

Se escuchó un silencio que torturaba, algo me cosquilleo el estómago y apreté los ojos.

— No, no creo que pueda tratarla. Tiene que ser tratada más a fondo, es posible que su eje uno sea esquizofrénica paranoide.

Se escuchó el gran suspiro de mi hermana retumbar por todo el lugar.
— La esquizofrenia es…
— Se lo que es la esquizofrenia — Interrumpió en tono fuerte.

— Su hermana Victoria, tal parece que no puede convivir con la sociedad, necesita ser tratada más a fondo para saber en que etapa de su enfermedad  esta… Necesita ser atendida a las veinticuatro horas para que no dañe a alguien más o así misma.  No está mentalmente apta por ende  no puede tomar decisiones sobre ella, señorita Riquelme.

Se escuchó el abrir de un cajón y el resbalar una hoja de papel sobre el escritorio.

— Siendo usted su hermana y su familiar más cercano puede decidir sobre ella.

— ¿Qué es esto? — Pregunto.
— La autorización para que su hermana sea recluida en un centro psiquiátrico.

Solté un suspiro y abrí los ojos como platos. Marcela a quedo en silencio y yo solo murmuraba — Firmarlo, Marcela por favor…

— ¿Un centro psiquiátrico? No tengo dinero para mantenerla internada ahí, es muy caro.

—¡Idiota! — Susurre.

—No se preocupe por eso en La Castañeda hay pensionados por el Gobierno, pagarán su estadía el tiempo que este su hermana.

Mi presión e disparo. Estaban muriendo lentamente de nervios al grado de empujar la puerta y obligarla a firmar.

¿La castañeda? — Pregunto mi hermana con la voz temerosa.

— Así es, es el centro psiquiátrico más grande de México, será tratada muy bien.

Eso lo averiguaría yo misma.
El silencio se hizo eterno al  escuchar suspirar dolosamente a mi hermana y después más silencio. La puerta se abrió y me aleje con cautela. Mi hermana con los ojos cristalizados me  miro con desdén, suspiró y dijo — ¿Qué es lo que me has hecho hacer?
Trague saliva — Perdóname.
— Quizá si estés loca, Victoria. Aprovecha tu estadía.

Y Camino por el pasillo hasta la puerta de salida. Camine detrás de ella tratando de calmarla llegando hasta ella y abrazarla.
 




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