PERSÉFONE
- ¿Qué es lo que has hecho? - gritó mi padre entrando en la habitación - La tierra está en descontrol, Perséfone. A cada segundo está nevando, la tierra se seca o todo florece y se vuelve a marchitar.
- Está como tiene que estar, padre - me defendí - El cambio de estaciones es lo que llamará la atención de mi futuro esposo ¿Es que no lo entiendes? De ninguna otra manera Hades sabrá que su decisión de haberme rechazado me ha afectado.
- Estoy harto de este maldito capricho - gritó más fuerte, dándome la espalda mientras se agarraba los mechones de cabello con fuerza - Tienes que dejar de hacer esto ¿Es qué no lo ves? Hades no está interesado en ti.
No podía rendirme tan fácil con esto, no podía simplemente dejar todo para lo que fui concebida y criada.
Y el que Hades no me amara era el menor de mis problemas.
No me importaba que viviera una eternidad consumido en la infelicidad conmigo, prefería eso antes que dejarlo ir.
Su estúpida decisión no iba a arruinar mis planes.
He sido criada para reinar el Inframundo y eso es lo que haré.
Ni Hades, ni mi padre vendrán a decirme lo contrario después de tantos años metiéndome en la cabeza que este era mi destino. No cambiaré todas las noches que pasé llorando porque mis padres habían decidido toda mi vida y justo cuando me había acostumbrado a la idea, simplemente todo se iba al infierno.
No iba a dejar que me quitaran la vida que me obligaron a soñar para que me la arrebataran antes de tenerla.
Mi padre estaba equivocado si creía que abandonaría este camino tan fácil.
No lo haría.
No cedería.
- Pero lo estará - estaba segura de eso. Sabía que Hades haría cualquier cosa para que nadie saliera perjudicado y yo tenía que demostrarle que estaba preparada para gobernar junto a él, para ser su esposa.
Yo lo amaba ¿Por qué él no podía amarme de vuelta?
- Te doy un siglo.- declaró mi padre dándose la vuelta para quedar frente a mí con su mirada llena de determinación.
- ¿Qué? ¿De qué estás hablando, padre?
- Si en un siglo no logras enamorar a Hades, te olvidarás de él ¿Entendido? - y entonces supe que mi berrinche si había dado frutos. Y el triunfo comenzó a hincharse en mi pecho. - Se cancela tu compromiso con Hermes, pero más te vale, Perséfone, que enamores a Hades en un maldito siglo, si él consigue enamorarse de alguien más y hacerla su reina, si él no se enamora de ti, si él... no quiere que tengas algo que ver con su mundo, desistirás de todo esto ¿Está claro? - con los brazos cruzados y mi cabeza en alto, asentí.
- Verás que lo conseguiré, padre.
- Seis meses del año estarás en la tierra cumpliendo con tus deberes como mi hija aquí en el Olimpo, te ocuparás de las criaturas del bosque tal y como lo hace tu madre ¿Está claro?
La sonrisa no me cabía en la cara.
Lo había logrado.
- ¿Qué haré en los próximos seis meses?
- Vivirás en el Inframundo, luchando así por conquistar a Hades y si en un siglo logras hacerlo, podrás casarte con él y gobernar a su lado. Mientras tanto, serás su ayudante.
- ¿Ayudante? - ¿Qué?
- Tal y como lo escuchas, ayudante. - ¿Y de qué me serviría eso para conquistarlo? - Tienes cien años y recuerda que si no lo logras, este trato durará hasta que mi hermano encuentre con quien casarse, alguien a quien él ame de verdad mientras que tú te casarás con alguien que yo elija, sin ninguna objeción, Perséfone ¿Aceptas? - me ofreció la mano.
Esta vez Hades caería por mí.
Me ocuparía de ello.
- Acepto - estreché su mano con efusividad, formando alrededor de nuestras manos una llama azul.
Y unos segundos después, ya el trato estaba cerrado.
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HADES
Recordaba cada vez que mi sobrina armaba un berrinche en donde la tierra comenzaba a marchitarse y luego comenzaba a nevar.
Sus berrinches siempre eran así.
Y nunca creí que llegaría a hacer esto por el simple hecho de que yo no quería estar con ella.
No creía que el mundo girara a mi alrededor, pero sí conocía a mi sobrina y sabía de antemano como era ella con algunas situaciones que salieran de completo control.
¿En qué demonios me había metido?
¿O en qué demonios había pensado mi hermano para meterme en este lío sabiendo que yo nunca le hubiera pedido tal cosa? ¿Por qué me sentía responsable por las decisiones que no fueron tomadas por mí?
No debía sentirme culpable por la decisión de mi hermano y tampoco debía sentirme culpable por el compromiso de mi sobrino.
Odiaba cuando mis pensamientos no me dejaban en paz.
Seguí con mis pensamientos atormentándome mientras hablaba con cada alma que cruzaba las puertas del trono y después de tantas cosas que escuché ese día, necesitaba con desesperación un descanso de todo esto.
Y en eso, Hermes llegó.
- Mi padre ha cancelado mi compromiso con Perséfone.
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- ¿Se puede saber en dónde estuviste? - la voz de Perséfone me pilló por sorpresa mientras entraba al salón del trono.
Alzando la mirada, la vi sentada en el trono que yo siempre ocupaba. Le iba un poco grande y sinceramente, una incomodidad me abordó en el pecho al ver que en realidad Perséfone no encajaba en ella, no encajaba en mi reino y mucho menos en mi mundo.
- En el Olimpo - admití sin ganas de que me echara la bronca - Hablando con tu padre.
Y eso era perfectamente cierto, de ahí la causa de mi mal humor.
Por más que tratara de hacerle entender a mi hermano que no quería desposar a Perséfone, él solo me imploraba que considerara la propuesta.
Cosa que me ha estado aturdiendo por completo.
Sobre todo sabiendo que durante seis meses de cada año mi sobrina tendría que estar en mi reino ayudándome con la declaración de varias almas. Mi hermano dijo que había hecho un trato con Perséfone, pero no me dio detalles al respecto.
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Editado: 23.05.2023