HADES
Esa mañana había decidido verla de nuevo.
Esa mortal me había flechado de una manera que jamás me habría podido imaginar.
Y ahora cada vez que trataba de enfocarme en otra cosa, siempre venía a mí el color de sus ojos, el sonido de su risa y su hermosa voz.
¿Qué estaba sucediéndome? Era la primera vez que sentía algo como esto y estaba comenzando a darme miedo.
Ja.
El Rey del Inframundo teniendo miedo de sus sentimientos por una mortal que ni siquiera volteaba a verlo.
Estaba fuera de mí mismo, sin duda alguna.
Me había planteado un millón de veces el como acercarme a ella, como no parecer un idiota o alguien que ni siquiera sabía en donde demonios estaba parado ¿Desde cuándo comenzó a hacer calor aquí?
Si hace cien años alguien me hubiera dicho que iba a pasar por esta etapa de encontrarme enamorado de una jovencita que no sabía de mi existencia, me hubiese reído en su cara.
Y ahora la vida se había burlado en la mía.
- ¿En qué piensas tanto? - estaba tan encerrado en mis pensamientos que me tomó por sorpresa el que Hermes se encontrara aquí después de haber evitado hablar con él desde lo que sucedió con Perséfone y su brusca rabieta al cambiar las estaciones descontroladamente, provocando que más almas llegaran a mis puertas por grandes temblores o tormentas.
Simplemente no sabía como decirle a Hermes que por mi culpa, debía casarse con mi sobrina, que para mayor incomodidad, él detestaba mucho más después de todo lo sucedido.
¿Qué se le había pasado a mi hermano por la cabeza? No era justo amarrar a ninguno de los dos a un matrimonio que no querían consumar.
¿En qué se basaba todo? Si ninguno se amaba, ni siquiera se toleraban, pero ahora me carcomía la consciencia saber que yo podía evitar todo eso proponiéndole matrimonio a Perséfone.
Y lo peor de todo era saber que me lo había estado planteando más de lo que me gustaría admitir.
Y estaba esa chica mortal que no podía sacármela de la cabeza.
Esto me estaba superando y lo peor de todo es que se supone que yo no debo rendirme fácilmente siendo uno de los Dioses más "poderosos" de toda Grecia ¿Y ahora como prosigo?
- Solo pienso que tal vez te vendría bien un cambio de apariencia - señalé su barba larga y negra. De todos nosotros, a mi sobrino era el que más le gustaba cambiar de apariencia. A mí, por otro lado, me sentía más cómodo con mi casco, en donde casi nunca se veía mi rostro por las sombras que me rondaban cuando me lo ponía.
Hermes hizo un gesto con la mano, quitándole importancia a mi comentario y supe lo que venía en cuanto su rostro había perdido cualquier rastro de una sonrisa sincera.
- Me veo del asco, lo sé, no me he peinado esta barba en varios días y eso es porque a Perséfone le molesta.
Y aún así, yo seguía tratando de ignorar el nudo que se me había formado en el estómago.
¿Era yo un ser egoísta por no meter la mano para ayudar a Hermes? No es que le tuviera miedo a Zeus, pero no quería meterme en las cosas que tuvieran que ver con el Olimpo y si ya había resuelto todo el tema con mi sobrina, abrir el tema sería una idea completamente mala.
Si, estaba en una gran contradicción.
Y eso era malo.
Por lo menos en mi posición.
Si, al Dios del Inframundo también le afectaban algunas cosas que para cualquiera se verían tan sencillas.
- Lamento oír eso.- lo había dicho con sinceridad y aunque fuese un cobarde al dejar que prácticamente Hermes se sacrificara en ese matrimonio...
Entonces supe lo que tenía que hacer y sabía que me arrepentiría de esto algún día.
Aunque ya lo estaba haciendo.
- Tomaré tu lugar.- al escucharme, Hermes me miró con evidente sorpresa.
- ¿De qué hablas? No puedes hacer eso.
- Claro que puedo y lo haré.
- Es una completa locura, Hades.
- Será solo por cien años.
Cien años en donde estaría más que encadenado, pero no podía dejar que Hermes sufriera por el simple hecho de que a mi hermano se le metió la loca idea en la cabeza de casar a su hija menor.
Supongo que Perséfone le estaba trayendo algunos problemas, pero a pesar de todo, sabía que ella no era mala.
- Estás loco si crees que te dejaré hacer esto.- el tono de voz de Hermes había alcanzado la desesperación, pero no podía dejar que esta locura con él siguiera.
Si no podía hacer cambiar de idea a Zeus, entonces por cien años estaría casado con Perséfone y tal vez, solo tal vez podría enamorarme de ella.
No tendría nada que perder con intentarlo ¿Verdad?
*-†-*-*-*-†-*-*-*-†-*
- ¿Se puede saber dónde estuviste? - y justo cuando creí que podría obtener paz después de una discusión con mi hermano sobre él queriendo adelantar mi boda, resulta que me encontraba con mi prometida sentada en mi trono.
Había pasado solo una semana desde que le dije a Zeus sobre acceder a casarme con Perséfone y desde entonces, todo en el Inframundo ha comenzado a ser... ruidoso.
La paz se había ido y mis momentos de calma se habían desvanecido.
¿Qué fue lo que se había metido en mi cabeza para cometer esta imprudencia? Para ser uno de los más poderosos Dioses griegos, era un completo desastre y no sabía con exactitud si algún día mejoraría.
Todas mis decisiones estaban saliéndose de control.
- ¿A qué has venido, sobrina? - y justo cuando ese "sobrina" inmediatamente me arrepentí de ello sabiendo lo que vendría.
Se quedó callado un largo rato, solo observándome hasta el punto en que creí que no diría ni reprocharía nada, pero cuando iba a retroceder para irme, ella habló.
- Esposa, Hades. - y ahí estaba de nuevo - Se acabó eso de llamarme sobrina porque soy tu prometido y muy pronto, tal vez dentro de unas pocas semanas nos casaremos, te guste o no. - se bajó de mi trono y comenzó a caminar con paso lento hacia mí.
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Editado: 23.05.2023