Amor, el último rastro de ello se lo llevó mi madre cuando me dejó.
Odio, ese fue el único y legítimo sentimiento que creí aún quedaba en mí.
Venganza, toda mi razón existencial se basaba en eso.
¿Entonces, qué cambió? ¿Por qué escucho latidos en mi pecho?
Ella. Esa mujer es la respuesta. El caos que trajo a mi vida así lo demuestra.
Sin embargo, nada me detuvo. Lo hice. Cumplí cada una de mis promesas.
La odié. La engañé. La enamoré. La herí. La rompí. Nos rompí.