El PÉndulo

Capítulos 3 y 4

3

A la mañana siguiente Eduardo preparó su mochila y se lanzó a la escuela sin detenerse a pensar en lo que había sucedido. Tenía un nuevo balón para jugar y eso era lo único que importaba. Estaba ansioso porque sus amigos lo vieran. Podrían por fin hacer una reta, pues no habían podido jugar desde que el prefecto gruñón de la escuela les había quitado el balón de Uriel. Lo único que habían hecho era romper una ventana. ¡No era para tanto!

–¡Vaya!– dijo una voz a su lado cuando pasó cerca del auditorio de la escuela –¡Qué tenemos aquí!

Entonces se dio cuenta de que ya no tenía su balón. El personaje que lo había emboscado se lo había quitado.

Se trataba de Fred, un bravucón que últimamente se metía con todos en el salón. Eduardo y su amigo Uriel no eran la excepción, por no decir que eran sus favoritos.

–¡Miren, muchachos!– exclamó con una voz venenosa mientras empujaba a Eduardo, que trataba de recuperarlo sin éxito –Eddy nos ha traído un regalo. Gracias, Eddy.

El chico le pidió al abusador que le devolviera, y en respuesta recibió un fuerte balonazo en la cabeza. Fred y sus amigos rieron mientras el muchacho se levantaba, con los dientes apretados y los puños cerrados por la furia.

Entonces fue cuando recordó lo que había sucedido con el péndulo. Esperó a que los bravucones se retiraran y se escondió detrás de un árbol para sacar su amuleto.

–¿Has visto eso?– le preguntó con los ojos cerrados por el coraje –Desearía que alguien le diera una buena lección a esos bravucones.

Miró el péndulo, que aún estaba caliente y trató de distinguir las bolitas que había dentro de él. Sólo veía una mancha borrosa moviéndose de un lado para otro.

Abrió y cerró los ojos nuevamente, y logró divisar 8 bolitas formando un semi círculo.

–¡Hay una menos!– murmuró –significa…

Se le pusieron los pelos de punta cuando escuchó los gritos ensordecedores de varios muchachos y un estallido de vidrios rotos. Eduardo corrió temiendo que había cometido un grave error.

–¡Rápido!– gritó un muchacho –¡Una ambulancia, por favor!

–¡Qué horror!– exclamó un profesor que pasaba cerca en ese momento –¡Qué ha pasado!

En ese preciso instante un objeto golpeó sus zapatos. Se trataba de su balón. El muchacho lo recogió.

–Estaban jugando con el balón y rompieron la vitrina del periódico mural– le explicó una alumna al profesor –El vidrio les cayó encima. ¡Se hicieron muchas cortadas!

Eduardo estaba atónito, escuchando cada palabra como si se tratara de una alucinación lejana. Se apartó para no ver cómo sacaban a Fred en una camilla. No quería ver, no se atrevía a enterarse de qué tan grave había sido el accidente.

Notó mientras se apartaba que los médicos llevaban 3 camillas. El accidente había sido más grave de lo que pensaba en un principio.

Sintió un ardor quemándolo en su bolsillo, el péndulo estaba más caliente que nunca, lo sacó de su bolsa para contemplarlo y este casi se le cae de las manos cuando descubrió otra vez la extraña figura del ojo redondo observando todo a su alrededor. Lo guardó rápidamente para evitar que Melanie, una de sus compañeras de clase, se diera cuenta de que tenía algo en las manos.

–Hola– saludó ella efusivamente.

Él le devolvió el saludo tímidamente. Sus piernas temblaban y él no sabía si era por la emoción de tener en frente a una de las chicas más lindas de la escuela o el intenso ardor del péndulo que iba en aumento.

–No he deseado todavía andar con la muchacha más guapa, ¿o sí?– pensó, preguntándose si el hecho de que ella le dirigiera la palabra de repente se debía a la misma magia que había accidentado a los bravucones.

–¿Estudiaste para el examen de Historia?– preguntó ella, buscando un tema de conversación cualquiera.

–No– dijo sinceramente el muchacho, y Melanie soltó una risita dulce.

–Pues entonces, que tengas buena suerte– dijo dándose la vuelta meciendo el cabello exageradamente y se sentó en la fila de adelante. Eduardo estaba consternado. ¿Por qué de repente una chica tan atractiva le dirigía la palabra?

–¡Es cierto, el examen!– se dijo –¡No estudié nada, lo había olvidado por completo!

Y no se trataba de cualquier prueba, era un examen del profesor Rosendo, el maestro que más odiaba a Eduardo, y quien se lo traía de encargo en cada clase. Le había comentado a sus padres en la última reunión que si Eduardo volvía a reprobar su materia, tendría que tomar un curso de regularización en el verano.

–¡No quiero estudiar en el verano!– chilló –¡Ni siquiera estudio el resto del año! ¡Un momento!– dedujo, volviendo a sentir el intenso calor en su pantalón –¡No necesito estudiar para pasar!

–Sacó el cristal caliente de su bolsillo y lo dejó colgando bajo su argolla. Observó el círculo, al que le quedaban sólo ocho bolitas y susurró…

–Deseo…

–¡Casi lo olvidaba!– exclamó una voz detrás de él, haciéndolo saltar asustado y guardar el artefacto con toda la rapidez de sus reflejos. Era Melanie –Estaba pensando que, como tienes un balón de basquetbol y soy algo mala en ese deporte, si no es mucha molestia, me gustaría pedirte de favor que me ayudaras a practicar.



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En el texto hay: adolescentes, magia, suspenso

Editado: 20.04.2020

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