Las clases de defensa con los guerreros habían empezado dos días atrás y mis clases sobre magia también.
Durante la mañana, de 4:00 am a 12:30 am me concentraba en enseñar lo poco que yo había podido aprender de defensa y los que sabían más nos enseñaban también.
De 1:00 pm a 9:50 pm eran mis clases de magia.
Día tras día era agotador, pero era necesario que estuviéramos preparados.
Secretamente Mark también me entrenaba en casa, cuando ya había llevado a Alex a su cama.
Mi cuerpo dolía a horrores, pero poco a poco me acostumbraba a sentirlo.
-¡Buenos días, mi señora! -Hazel apareció frente a mí.
-Hola, Haz. -le sonrío- ¿cómo estás?
Un bostezo se escapa de mis labios.
He intentado que todos ellos me traten por mi nombre y de una manera más informal, pero ellos se niegan, alegando que sería demasiado atrevimiento de su parte. Que ya hago demasiado con solo entrenar junto a ellos.
¿Cómo fueron los que estuvieron antes que yo?
-Es hora, mi señora. -Arvid se posiciona a mi lado.
Yo solo asiento y me encamino al pequeño lugar de entrenamiento.
-¡Buenos días a todos! -alzo la voz para que todos me escuchen. -¡Empiecen!
Todos formaron parejas y retomaron los ejercicios que quedaron sin completar el día anterior.
Y así se fue toda la mañana, con todos entrenando y tomando pequeños descansos.
Cuando llegó la hora de comer todos se dirigieron a sus casas, incluyéndome.
Alex estaba en la sala de estar junto a Anthon viendo las caricaturas.
»-Hora de comer. -les digo cuando estoy un par de pasos atrás de ellos.
Los tres nos dirigimos hacia en comedor donde Peter está junto a Mark poniendo la mesa.
-Pero si no son unos buenos para nada. -se burla Anthon al verlos.
Los chicos lo miran como si quisieran matarlo, lo cual provoca que una pequeña risa se me escape.
-Mami, ¿podemos jugar en la tarde? -la dulce voz de mi hijo me roba la atención de lo que ocurre a mi alrededor.
-Cuando termine mi clase jugaré todo lo que quieras contigo, ¿si? -él asiente feliz y se dispone a comer.
-Alto ahí, jovencito. -pongo mis manos en mi cadera. -¿Ya te lavaste las manos? -él me mira como si lo hubiese atrapado haciendo una travesura.
-No, mami, pero ya voy. -él se apresuró a ir a lavarse las manos y volver.
Besé con dulzura la coronilla de su cabeza y me senté a su lado.
El almuerzo pasó de manera tranquila, dando así inicio a mi clase.
Este día Anthon había pedido entrenarme, lo cual me pareció extraño, mas no me quejé.
-Muy bien, Amanda, vamos a ver qué tan buena eres con la mente. -cuando él terminó de hablar uno tras otro de los recuerdos más dolorosos que guardaba dentro de mí aparecieron en mi mente.
No sé cómo pero todo empezó a temblar a nuestro alrededor. El suele empezó a fracturarse.
Sabía que era yo y quería parar, pero los recuerdos dolorosos no me permitían controlarme.
-Tranquila. -la voz de Peter inundó mi mente.
De repente me vi rodeada por sus brazos.
»-Cálmate, cariño. Todo está bien. -su voz pausada hacían que mi agitada respiración poco a poco se normalizará.
De un segundo a otro todo empezaba a dar vueltas a mi alrededor hasta que la oscuridad se cirnió sobre mí.