Un cuervo muy conocido para mí se posó en la rama de un árbol que estaba a dos metros de mí.
Me observaba fijamente.
Lanzó un graznido un tanto lastimero a mi parecer, como si le hubiesen hecho daño, la sola idea me llevó a correr hasta su lado.
Puse a Alex en el suelo y tomé a Mark con cuidado entre mis manos.
-¿Te duele algo? -le pregunté en un susurro- ¿Ellos te hicieron algo?
La cabeza del cuervo se movió de un lado a otro negando.
Se alejó y se transformó.
-¿A dónde piensas ir? -los ojos de Mark estaban algo irritados y su voz parecía más grave de lo normal.
Él... Él también lo supo todo este tiempo.
Volví a tomar a Alex en brazos y le di la espalda a Mark.
-Es algo que no te interesa. -retomé mi caminata para salir de este bosque.
Sinceramente no le odio, él me ayudó, tal vez por obligación, pero lo hizo.
Ni siquiera a los que se dicen llamar mi familia odio. Me siento dolida con ellos.
Porque ¡vamos! Si Alex se perdiera no sería capaz de descansar tranquilamente hasta volver a tenerlo entre mis brazos.
Mi hijo es lo más importante para mí.
Una sonrisa triste se dibuja en mi rostro.
Tengo un hermano... Cuando vivía con la señora que creí que era mi mamá, siempre deseé tener un hermano o hermana. Alguien de mi sangre en quien poder refugiarme y quien se pudiera refugiar en mí cuando tuviera miedo.
El sonido de ramas siendo pisadas me pone alerta.
Frente a mí aparece un lobo, delgado, parece que está a un paso de morir de desnutrición, pero no quiere hacerlo y nos mira como si fuésemos su cena.
Con movimientos medidos pongo a Alex detrás de mi pierna.
-No te muevas, ¿si? -le susurro a mi hijo. Él solo asiente.
El lobo se abalanza sobre nosotros, pero antes de que nos toque lo hago retroceder con una onda de magia.
“-Todo es matar o morir, querida. Tú eliges si quieres ser el que viva o el que muera-”
La voz burlona de Erick resuena en mi cabeza, pero tiene razón.
Formo una daga mediana con mi magia y la apunto al lobo.
El lobo volvió a correr hacia nosotros, pero el cuerpo fornido de Patrick se interpuso, asesinando sin piedad al lobo.
-¿Están bien? -con sus grandes manos tomó mi rostro para examinarlo.
-Mami, tengo hambre. -Alex empezó a dar pequeños tirones a mi pantalón.
-Los llevaré a un restaurante, por favor, no te niegues. Solo quiero que charlemos.
Yo asentí de manera desconfiada.
Si quiero saber por qué me dejaron, por qué él se interesa ahora una charla no vendría mal.
Él sonrió y alzó a Alex.
»-Ven acá, pequeño. -la risa de Alex hizo que una sonrisa apareciera en mi rostro- Eres una gran madre, Amanda.
Esa declaración por su parte hizo que un nudo se formara en mi garganta.
Sí, yo seré para Alex lo que a mí me faltó.