Luego de no sé cuánto tiempo pude volver a despertar.
Un quejido salió de mis labios. Mi cuerpo se siente rígido.
-¿Dónde estoy? -murmuro
-En mi casa. -La voz de Tánatos retumba en el lugar.
-¿Quién eres? -froté mis ojos para desperezarlos.
-Ya te dije dos de los nombres con el que soy llamado. -lo miro fijamente
-Sí, pero no conozco ninguno de los dos nombres, idiota. -mi ceño se frunce al verlo caminar hacia mí.
-Fui conocido como el dios de la muerte no violenta. -se sentó en una silla que está cerca de la cama en la que me encuentro.
-Oh... -no, no sé quién es.
Él con un suspiro se puso de pie y fue hasta una pequeña librera que no me había fijado que estaba ahí. De la librera sacó un libro grande y algo desgastado por lo visto.
-Ahí está escrito el cómo los humanos me veían. -puso el muy pesado libro sobre mis piernas.
Abrí el libro, tenía unos símbolos extraños, pero aun así los entendía.
“En medio del camino de la Vida…
dijo Dante. Su verso se convierte:
En medio del camino de la Muerte.
Y no hay que aborrecer a la ignorada
emperatriz y reina de la Nada.
Por ella nuestra tela esta tejida,
y ella en la copa de los sueños vierte
un contrario nepente: ¡ella no olvida!”
-¿Te retratan como una mujer? -levanté la vista del libro para prestarle atención a su respuesta.
-Si, así creían ellos que era. -se encogió de hombros.
Iba a hablar cuando una opresión en el pecho hizo que soltara un alarido por el dolor.
-Mami... Mami... -los lamentos de mi hijo sonaban como susurros.
-Alex... Alex... ¡Alex! -a como pude me levanté de la cama y caminé lo más rápido que el dolor me dejó hacia donde provenían los susurros.
Mi hijo me necesita. Mi bebé...
Los brazos de la única persona que está en este lugar aparte de mí me toman de la cintura.
»-¡Suéltame! -intento zafarme de su agarre.
-No puedo dejarte ir, entiende. -el se aferra aun más fuerte de mí, por lo cual intento con más fuerzas el zafarme- Eres una parte importante de mi vida, de mí...
-No me importa que tan importante sea para ti, bastardo, mi hijo es lo que más me importa a mí y ni tú ni nadie podrá cambiar eso.
Él me observaba dolido, pero no me interesaba, necesitaba ir con mi hijo.
-Te llevaré con él. -volteé a ver a Tánatos.
-¿A cambio de qué? -me crucé de brazos y lo miré desafiante.
-No pido nada más que permanecer a tu lado. -asentí.
De un par de zancadas él estaba abrazándome.
»-Cierra los ojos. -murmuró contra mi oído.
Cuando los volví a abrir fue porque el llanto de Alex inundaba todo el lugar.
Me deshice de su abrazo y corrí hasta mi hijo. Lo arrebaté de los brazos de un sorprendido Peter.
-Ya, mi amor, ya. -acariciaba su pequeña cabeza- Aquí está mamá.
Alex se aferró a mí y empezó a calmar su llanto hasta que cesó por completo dándole paso al sueño.
Besé su frente y acomodé su cabeza en mi hombro.
Por fin estaba con mi bebé.