Él asintió repetidas veces, había tragado muy grueso.
—Lo siento— rió por lo bajo, aunque tambien estaba temblando.
Gracias a Esteban, pude hablar un poco más acerca de las cosas que me preocupaban, daré todo de mí para garantizar el bienestar de nuestro hijo.
—¿Crees que es hora de volver a casa?— pregunté regresando a mi posición original.
—No, aún hay algo que quiero hacer contigo— respondió Esteban mientras se colocaba de pie y extendía su mano.
Volvimos al caballo, después de un momento llegamos a un lugar que no había llegado a ver, bueno, ya son dos.
—Emma, cierra los ojos— susurró.
Asentí e hice como me pidió, él me guió con cuidado por un tiempo, no sé realmente cuanto fue, porque me pareció un siglo.
—¿Ya casi Esteban?— pregunté intentando no caerme.
—No, aún no, pero falta poco, sé paciente y confía en mí ¿Ok?— dijo en un dulce tono de voz.
—Está bien, confío en tí… No me vas a tirar a un acantilado ¿Verdad?— pregunté un tanto alarmada.
—¡No! ¡No sería capaz de hacerte daño!— exclamó en un tono más serio.
Una pequeña sonrisa se posó en mis labios, la verdad era que lo había dicho de una manera muy dulce, sí, estoy segura que no haría nada para dañarme, me lo ha demostrado todo este tiempo aquí, desde el comienzo mintió a su padre para que creyera uqe yo era una “mansa paloma” evitó que cayera en al trampa de Abundio, me apoyó con Maxi e incluso ha sido un buen padre.
—Sí— sonreí —Sé que no lo harías— sonreí mientras continuaba aferrada a su brazo.
—Además… aquí no hay acantilados— susurró en un tono burlón.
Estuve un poco en silencio hasta que a lo lejos escuché corrientes de aguas.
¡¿Me vas a lanzar al rio?!— exclamé algo “preocupada”
—Emma… aún no quiero ser un padre soltero, además encontrar a otra esposa, dará mucho trabajo— dijo de manera ¿Juguetona? ¿O estaba hablando en serio?— Sin contar con que me he acostumbrado a tu mal humor, tus ataques de valentía, como dice tu padre, a tener un guardaespaldas de esposa— escuché que rió por lo bajo.
—¿Un guardaespaldas de esposa? ¿Papá dijo eso?— me hice la ofendida.
—Eh… quiero decirte que no, pero no quiero mentirte ¿Qué debería hacer?— se detuvo.
—Te recomiendo que siempre me digas la verdad, por más difícil que sea— sonreí.
—Está bien… siempre diremos la verdad el uno al otro ¿Te parece?— musitó.
—La verdad y nada más que la verdad— respondí elevando mi mano derecha.
—Ahora sí Emma… puedes abrir los ojos— susurró con delicadeza.
Hice así como me dijo, sentía bastante curiosidad por saber qué era lo que Esteban quería mostrarme. Levanté la mirada y observé un lindo valle, el cual era dividido en su cuarta parte por un rio algo caudaloso, el trinar de las aves estaba muy presente, lo que me llamó más la atención es una cabaña, la cual no se veía nada antigua.
—¿Qué es esto?— llevé mi mirada confundida a su dirección.
Él sonrió de una manera pequeña, pude sentir un poco de nostalgia en sus ojos, me observó en silencio por un instante y tomando mi mano con suavidad, me llevó al interior de la cabaña, en silencio cruzamos lo que parecía ser la sala, el suelo rechinaba con cada uno de nuestros pasos, al llegar a la última habitación, abrió la puerta y con una triste sonrisa rompió el silencio que inundaba el lugar.
—Este es el lugar en el que vivió mi madre antes de casarse con el rey— en la alcoba, sobre una mesa, aún se veía una vasija.
Esta vasija se había marcado con las flores que al parecer antes contenía, con pasos suaves comencé a recorrer la habitación.
—¿Quieres saber cómo se conocieron mis padres?— dijo dando un par de pasos hasta quedar a mi lado, asentí con un poco de duda y curiosidad —Ella fue elegida por el rey de aquel entonces, mi abuelo, para ser esposa de mi padre— desvió su mirada —Los padres de mamá no estuvieron de acuerdo, nunca lo estuvieron, a pesar de las insistencias del rey y la mucha dote que darían por ella, siempre se negaron— lo miré confundida.
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Editado: 25.05.2021