Pierre se sentía cansado pero no tanto. Se sentía agradecido de estar vivo e incluso de no estar solo. Y mientras lo pensaba, se sentía agradecido de estar acompañado por alguien que, aunque quizás no le fuera de mucha ayuda para volver a la civilización, le había procurado techo y comida, además de una actitud que creyó franca, inocente si no cándida.
A la luz de la luna que entraba a raudales por la ventana abierta y caía de lleno sobre Coral, vio que el chico se había dormido profundamente y casi en un instante. Hacía calor y por lo tanto no había necesidad de mantas ni ningún otro tipo de abrigo.
Con todo, Pierre no lograba conciliar el sueño. En el fondo, le preocupaba lo de su rescate tanto en cuanto a su posibilidad, como por el tiempo que podría transcurrir hasta que pasara algún barco y notaran lo que haría para anunciar su presencia y necesidad. Por lo pronto, lo que haría para llamar la atención de algún navío que pasara, era una cosa que había decidido analizar en la mañana, pero en ese momento, en la tranquilidad y silencio de la noche, arrullada sólo por la suave rompiente de las olas, tenía un punto de la mayor importancia: a su lado dormía un ser que era imposible que existiera; un ser exclusivo de las leyendas y de los cuentos de viejos marinos. Pero era un hecho. Ya lo había visto en su naturaleza marina, con la mitad inferior de su cuerpo como un pez, más todo lo que, aunque fuera muy poco, le había contado en ese relativamente corto rato que habían compartido desde que se hizo el moribundo hasta que el chico se durmió. Y no sólo era un asunto de que la leyenda fuera real, sino de lo que Coral le había dicho y que, por la urgencia de otros temas, Pierre no había querido insistir ni ahondar: «Si te mueres, ¿qué será de mí?», había dicho el tritón. «Hice la cabaña para quien viniera a acompañarme»; «Antes tenía un amigo que jugaba conmigo»; «¿Me consideras feo? Porque mi amigo se fue por eso; porque dijo que la sirena era más linda que yo»; «Si me tapo, ¿no te será más dificultoso?» En la mente de Pierre estas y otras frases de Coral daban vueltas como las nubes que se arremolinan en los cielos y no estaba seguro de entender a qué se refería el chico, aunque por lo que había mencionado, de alguna manera se relacionaba con su «amigo» que lo había abandonado, y con eso creyó ver una pequeña luz que podría ir aclarando lo que el joven tritón planteaba y que de alguna manera parecía adquirir la forma de expectativa.
Al fin le venció el sueño y Pierre se durmió también; pero a mitad de la noche sintió que alguien se subía a la hamaca que por el aumento de peso no resistió y quebró uno de los palos que le servían de soporte, cayendo tanto Pierre como Coral, al suelo.
—¿Qué te ocurre, Coral? —le preguntó intentando incorporarse de la caída— ¿Por qué te subiste a la hamaca?
—Porque tenía miedo —le contestó.
—¿Miedo? ¿Miedo de qué? ¿No dijiste que en esta isla no hay más nadie que tú y yo?
—Así es, pero mi amigo siempre quería que yo jugara a eso y supuse que a ti también te gustaría.
—¿Gustarme? ¿A qué jugaban?
—Se suponía que yo tenía que fingir que tenía miedo y por eso me metía en la cama con él. Él me decía que afuera había un enorme tiburón con patas que caminaba por la playa buscándome para comerme y yo, con más miedo aún, me abrazaba fuertemente a él y él, para que se me fuera el miedo, me acariciaba y me daba besos y luego me ponía boca abajo y...
—¡Coral! No sigas... ya me lo imagino.
—Y eso a él le gustaba mucho, pero creo que a mí me gustaba aún más... hasta que se fue con la sirena... Por eso, creí que a ti también te gustaría, Pierre... porque él lo disfrutaba mucho... aunque parece que más lo disfruta con la sirena —decía cambiando la expresión de la alegría a la tristeza como un péndulo.
—Coral... ¿qué edad tienes? —le preguntó Pierre sospechando por dónde iría el asunto.
—¿Años-tritón o años-hombre?
—Años-hombre, porque los otros no tengo idea de cómo medirlos.
—En años-hombre, diecisiete; en años-tritón, trece y medio.
—¿Y tu amigo? ¿Ese con quien jugabas?
—Dieciocho y catorce... en años-hombre y años-tritón.
—¿Y fue él quien te enseñó a jugar a... eso o lo inventaste tú?
Editado: 06.05.2018