El pirata y el tritón

5 - ¡Al fin libre!

Tal como Pierre lo calculó, a los poco minutos Coral se acercó, pero en silencio se agachó a su lado. Pierre esperó con los ojos cerrados, de nuevo. Coral estiró su mano con inseguridad y tocó sus costillas rápidamente como para saber si estaba vivo y Pierre tuvo que contener la reacción típica de las cosquillas, manteniéndose como inconsciente para generar más intriga y curiosidad en el chico. Coral volvió a tocarlo pero ahora en un muslo y Pierre tampoco reaccionó. El joven tritón, que ya se había quitado el taparrabo que habían improvisado en la noche anterior, se cruzó sobre su cintura sentándose a caballo por lo que Pierre, lentamente giró su cabeza y abrió los ojos.

—¿Quién es ese tal Neptuno? —le preguntó Coral con sus ojitos entornados como desconfiando.

—El dios del mar —contestó Pierre.

—No lo conozco. ¿Vive por aquí?

—En el fondo del océano.

—¡Ah! Por eso no lo conozco, no me dejan ir a lo profundo porque dicen que moriría aplastado por el agua. ¿Alguna vez habías escuchado tontería igual? ¡Aplastado por el agua!

—No es una tontería, Coral, el agua profunda sí te puede aplastar.

—¿Y por qué no aplasta a los calamares? ¿Y a ese Neptuno? ¿Por qué él no muere aplastado si está en el fondo del océano?

—Eso no lo sé, pero si yo buceara a cierta profundidad, ya podría sentir que el agua me aplasta el pecho; ya me ha pasado y lo he sentido.

—Porque tú eres un chico, no un pez, ni un calamar, ni un tritón.

—Es verdad, pero nunca vayas a lo profundo, créeme.

—¿Por qué creerte? Hace un rato me mandaste lejos y luego dices que me extrañas. ¿No te parece algo como de un hombre de poco carácter?

Pierre se comenzó a sentir incómodo porque el tritón estaba diciendo algo que sería difícil de refutar.

—¿No dices nada? —le insistió Coral.

Pierre pensó que el anzuelo había servido y la pesca había dado resultado, así que ahora no debía hacer nada que la espantara; había que conservarla y dar el siguiente paso; no fuera que se volviera a escapar y se perdiera la ayuda.

—¿Me dejas abrazarte? —le preguntó Pierre para confirmar la pesca.

—¿Por qué? ¿Por qué ahora quieres abrazarme cuando me dejaste muy claro que no querías jugar conmigo?

Pierre iba a preguntarle «¿Me dejas abrazarte o no?», pero optó por la acción: sin darle tiempo a nada, se incorporó y abrazó a Coral con fuerza y el tritón, aunque intentó zafarse, finalmente se quedó quieto.

—Ten cuidado, Coral, porque por la playa viene caminando el tiburón con patas —le dijo y fue como mágico: el chico se aferró a él.

—¡Oh, Pierre! ¡No dejes que me coma! ¡Tengo miedo!

—No temas porque yo estoy contigo y te protegeré —le dijo Pierre.

—Sí, lo sé, pero tienes que quitarme el miedo —pidió Coral; y retirando un poco su rostro, cerró sus ojos y estiró sus labios en forma de trompita. El juego había comenzado.

Pierre supo qué era lo que debía hacer: lo besó suave y superficialmente. También separó su rostro un poco y lo miró atentamente: Coral era un chico realmente bello y su larga melena le hacía parecer a una hermosa doncella, así como sus dulces ojos verdes y en general la delicadeza de su rostro, la tersura de su piel y su personalidad frágil e ingenua. Al contemplar todo eso se empezó a alterar y antes de darse cuenta lo estaba besando como si fuera «el tiburón con patas»: parecía que iba a devorarlo. A pesar de todos los argumentos que se había alegado a sí mismo y su negativa a «jugar» con Coral como creía que lo había hecho el amigo, la excitación fue demasiado para soportarla y cuando volvió en sí, luego de arder como un volcán, Coral estaba boca abajo en la arena y ambos satisfechos.

—¡Oh, Pierre! ¡Fue maravilloso! ¡Fue increíble! ¡Jamás había sentido algo así! —le dijo Coral eufórico.

Pierre no sabía qué decir. Se suponía que sólo iba a ser cuestión de que Coral no huyera de nuevo y estuviera de buen ánimo para ayudarle y no se sintió muy bien luego de haber terminado de «jugar». Las veces anteriores, cuando lo había hecho con algunos de los grumetes, era cuestión de quemar fiebre y desahogarse, no como ahora había sucedido con Coral que fue totalmente distinto al grado que creyó estar fuera de sí y no sabía por qué. No obstante, su finalidad se había cumplido: Coral estaba de nuevo listo para seguir ayudándole y al parecer, estaba encantado con la forma en que Pierre había «jugado» con él. Por consiguiente, ahora podía pedirle que le ayudara a traer algunas cosas del Asunción y comenzar a construir la balsa para volver a La Española.



#32431 en Otros
#4493 en Aventura
#49181 en Novela romántica

En el texto hay: piratas, tritones, gay

Editado: 06.05.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.