El capitán de la fragata era, a la sazón, Sir John Woodcraft, un viejo marino de carrera que ya pisaba los cincuenta años y más de treinta de navegar pero que no estaba preparado para lo que acababa de oír. Cuando escuchó lo que Coral le dijo quedó tan duro y tieso como los mascarones de proa de algunos barcos piratas de renombre. Tanto fue así que preguntó al oficial que le acompañaba si había oído bien y éste le confirmó lo que Coral había dicho. Entre ambos, por unos momentos discutieron sobre el asunto y el capitán se preguntó si lo que habían capturado era en realidad una sirena pero con los pechos tan planos que parecía un macho joven. Hizo acercar aún más la lámpara para observarlo mejor y al notar la delicadeza y hermosura de su rostro, así como su larga y dorada melena, dudó aún más. El oficial que le acompañaba y que había fungido como traductor aprovechó esa duda y propuso una hipótesis que, a fuer de verdad, ni él mismo creía: que como casi nada se sabe de esas criaturas no hay datos fidedignos sobre su apariencia, pero que basados en los conocimientos científicos, si las sirenas son peces deberían reproducirse por huevos y por lo tanto no tendrían necesidad de amamantar y por consiguiente, no tenían necesidad de los pechos femeninos que son característicos de los humanos. Por ende, lo que habían capturado era una sirena hembra y no un macho. Eso explicaría a la perfección que la criatura dijera que Pierre era su marido y los vitrales de la Abadía de Westminster no tendrían por qué haberse roto en pedazos al saberse que un chico, un «sireno» varón, se había casado con otro chico, pero éste un humano. Ya en esa época era más escandaloso que dos chicos se casaran que el hecho de que un chico se casara con un pescado; de las dos posibilidades, era más aceptable la segunda, como bien lo podría afirmar el Lord Canciller, el señor Abad y el Arzobispo de Canterbury.
Satisfecho con la explicación dada por su subalterno, según él tan lúcida y bien fundamentada en la Ciencia, así como en la Moral Cristiana, el capitán volvió al puente sin decir una palabra más. El joven oficial ordenó que los dos guardias llevaran a Pierre de nuevo a su celda y por encerrado, los despidió pero él se quedó sentado sobre un cajón frente a la puerta, por lo que Pierre se preocupó. Luego de un largo silencio, el oficial dijo:
—Desde que lo trajimos a bordo, no ha hecho más que llamarte.
—¿A mí? —preguntó Pierre dando por sentado que el oficial hablaba de Coral.
—A ti. Cuando le pregunté por cual Pierre clamaba me dijo tu apellido y cuando te presentaste, até los cabos sueltos.
—No lo conozco. En mi vida lo había visto —dijo Pierre con tono de descargo.
—No mientas, porque antes de que supieras que estaba a bordo, tú mismo lo estabas llamando. No llamabas a tu supuesta novia mulata como me quisiste hacer creer.
—¿Por qué dices eso?
—Porque el tritón dijo que se llamaba «Coral». Luego de ubicarlo aquí, cuando me quedé a solas con él, le pedí que me contara qué estaba haciendo tan cerca de la costa y con gestos de desesperación me lo dijo.
—¿Qué te dijo?
—Que su esposo había salido en una balsa a mar abierto y quizás hubiera naufragado o se hubiera perdido y salió a buscarlo.
—¿Su esposo?
—Sí. Tú. Pero yo no conté nada de eso al capitán ni a nadie más en el barco.
—Ese chico está delirando. No deberías hacerle caso.
—Te equivocas. Ahora no está tan bien y eso me preocupa; pero cuando hablamos al principio estaba muy bien y lúcido. Me contó que estaba solo en su isla y tú llegaste. Te describió como sólo lo puede hacer alguien que está enamorado con locura, pues al oírlo, sólo podía yo imaginar un dios griego, un Apolo. Me dijo que tú lo cuidabas y lo tratabas muy bien, con cariño y alegría y que por eso decidió que tú fueras su novio hasta que sucedió lo inevitable.
—¿Y eso qué fue, según él?
—Consumaste el matrimonio.
—¡¿Qué?!
—Como lo oyes. Desde ese momento ya no era solo tu amorcito y tú su novio, sino su marido, porque lleva dentro de sí muchas semillas tuyas.
—¡Oh, por Dios! ¿Está embarazado?
—No me lo dijo y no sé si un tritón puede quedar embarazado. En la Academia Naval no nos enseñan esas cosas. Si Coral fuera un chico común, sabríamos que no; pero siendo un tritón, no podría yo afirmarlo ni negarlo.
Editado: 06.05.2018