El pirata y el tritón

9 - Rumbo a… ¿la niebla?

La noche transcurrió sin novedades. El mar estaba en relativa calma y la fragata navegaba con toda normalidad. Pasado el amanecer, Pierre recibió su ración de pan y agua y la visita del oficial que, según lo conversado la noche anterior, quería salvar a Coral. Cuando el marinero que llevó la refacción se retiró, el oficial pudo continuar:

—Como lo pensé. Vamos rumbo a «Los Muertos». No me costó casi nada convencer al capitán, pero el navegante no hace otra cosa que bajar santos del cielo y repetir que es una locura y un suicidio. Para él es la primera vez que viene al Caribe y lo único que conoce de esa zona es su fama de peligrosa y traicionera.

—Entonces, podrías decirle al capitán que yo he navegado estas aguas desde que nací y que podría ayudar al navegante.

—Pierre, sí que eres tonto. ¿No habías dicho que eras un simple carpintero que trabaja reparando barcos? ¿Ahora vas a decir que eres capitán?

—Cierto. No lo pensé.

—Fue a mí que me dijiste que capitaneabas el Asunción cuando todo sucedió, pero el capitán eso no lo sabe. Pero quizás no todo está perdido, trataré de buscar una forma de que entienda que puedes ayudar con la navegación sin que sospeche que le mentiste. ¡Demonios! Me estoy convirtiendo en uno de esos cortesanos que tanto odio, manipulando a la gente como si estuviera en Hampton Court.

—Espero que puedas, pues eso nos pone a todos en mejor posición y sobre todo, corremos menos peligro de encallar y hacernos pedazos en «Los Muertos».

—Lo haré, no creo que tengas que preocuparte. Se ve que estoy aprendiendo eso de las manipulaciones. Quién sabe... quizás termine como Ministro de Marina de la Reina —dijo riéndose de su propio sarcasmo—. Pero, dime, ¿has podido hablar algo con Coral?

—No. No me contesta.

—¡Rayos! —dijo y se levantó para ir a observar el contenido del barril. Al momento volvió—. Está vivo pero se está debilitando mucho. No creo que dure un día más. Tenemos que llegar y soltarlo a más tardar antes del anochecer, aunque sea en aguas abiertas.

—Y si así fuera, ¿crees que podrían abandonarme en un bote? De esa forma Coral no seguiría a la fragata y el capitán se desharía de mí. Mataríamos dos pájaros de un solo tiro.

—No es mala idea. Abandonarte a ti en un bote, eso sería fácil y el capitán estaría de acuerdo, pero está pendiente cómo liberar al chico sin que sospechen, por lo menos hasta que sea demasiado tarde.

En ese punto de la conversación se comenzó a oír el ruido de marineros corriendo sobre cubierta y ambos supieron que algo no andaba bien. Mr. Cook, el oficial que estaba conspirando con Pierre, subió rápidamente. Se acercó al Primer Oficial y éste le dijo:

A fog bank, Mr. Cook. And a heavy one.

El oficial pudo ver que se dirigían hacia un espeso banco de niebla y recordó lo que Pierre le había dicho. De inmediato analizó lo que sabía y llegó a una hipótesis, que aunque pareciera descabellada, era lo único que se le ocurrió:

—Mr. Turner, Sir; that is not a common fog bank, Sir; it's a trap.

—What?

—Please trust me Sir; we don't have any time to discuss, Sir. Make that every man, without exception, come up on the deck. Nobody can stay hidden or at a closed space.

—Why, Mr. Cook?

—Because all who were not outdoor, shall disappear, Sir. Trust me. That was what happened to the Asunción. We shall not lose anything for doing that, Sir; just while we transit the fog bank.

El tono de urgencia y la seguridad del oficial científico hizo que el Primer Oficial corriera ante al capitán y con su autorización, se hizo tal como fue propuesto. Según Mr. Cook, quien afirmó que el banco de niebla era una trampa, mientras atravesaran el banco nadie debería estar oculto o encerrado, pues sólo quienes estuvieran en cubierta sobrevivirían, los demás desaparecerían tal como había sucedido con el Asunción. Con esas órdenes, todos los hombres se reportaron en cubierta, incluso Pierre, y también habían traído el barril donde estaba Coral, pues ese era el que más importancia tenía para cuidar que no desapareciera.

Atravesaron el banco y su tránsito duró más de cuarenta y cinco minutos, con el navegante cuidando el rumbo mediante el avistamiento del tenue disco solar, única guía confiable dentro de la espesa niebla. Al salir, a diferencia de lo sucedido con el Asunción, no hubo una tormenta endemoniada, sino de nuevo la mar en calma y una brisa suficiente para hinchar las velas y continuar rumbo a «Los Muertos», pero Pierre, al ver la forma del rompimiento de las olas, gritó que detuvieran el movimiento y arriaran las velas.



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En el texto hay: piratas, tritones, gay

Editado: 06.05.2018

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