Mr. Clark y el grumete Mr. Warren subieron al bote con Pierre y partieron rumbo al Tulipán Negro, mientras desde la costa, Kraken y su nuevo amiguito, los veían alejarse; y luego de unos minutos, vieron al bergantín desplegar velas y zarpar, una vista tan imponente como decepcionante, un navío que se hacía cada vez más y más pequeño mientras navegaba hacia el horizonte. De entre las rocas, Coral salió y caminó hacia donde estaban los chicos, uniéndose para seguir con la vista la nave donde iba su amor, su marido. Coral lloraba en silencio y los otros dos no quisieron comentar nada.
En la noche, los tres estaban en la cabaña y fue recién que Kraken decidió tocar el tema:
—Coral... Se fue. Tienes que aceptarlo y resignarte.
—Lo sé. Lo entiendo y estoy luchando por lograrlo —le replicó.
—No va a ser fácil, pero tienes que quitártelo de la cabeza. Evita pensar en lo bueno y enfócate en lo malo, Coral. Pierre es egoísta, codicioso y desconsiderado. Nunca tuvo escrúpulos para usarte para sus propios fines sin que le importara en lo más mínimo lo que sintieras o hicieras por él. Un sujeto así, Coral, no te merece.
—Pero siempre cuidó de mí, Kraken. Siempre me salvó...
—Pero sólo porque le eras útil, Coral, ¿no lo ves?
—No lo entiendo... ¿Cómo puede ser así? ¿No tiene corazón?
—Lo tiene, pero para el dinero y las riquezas, Coral, no para ti.
—¡Oh, Kraken! ¡Soy tan desgraciado! A mí nadie me quiere.
—Nadie, no; Coral. Yo te quiero.
—Pero tú ahora tienes a Mr. Hope.
—Charlie —intervino el grumete—. No me digas Mr. Hope porque me recuerda a la fragata.
—Gracias —dijo Coral enjugándose una lágrima—. Tú tienes a Charlie y yo... yo no tengo a nadie.
—Pero Charlie no es celoso, Coral. ¿No es así, Charlie? Yo puedo jugar al «tiburón con patas» con los dos, no hay problema.
—Kraken... ¿no lo entiendes? No se trata de sólo jugar. Yo quiero ser amado, ser alguien especial, tener a alguien para quien ser el único amor...
—Entiendo... pero cuando quieras jugar, sólo me dices. Ya ves que Charlie no ha puesto objeción.
—Está bien. Gracias.
Coral dejó sola a la pareja y volvió al mar, a refugiarse entre los restos del Asunción que continuaba su lento e inexorable deterioro en las implacables manos de las olas rompientes de la bahía.
* * *
A bordo del Tulipán Negro, Pierre contemplaba el horizonte desde la proa. Un horizonte tan amplio como lo permitía la vista y que poco a poco se teñía de púrpura haciendo que la línea que separa el mar del cielo, si alguna, se fuera desdibujando como se desdibujaban sus recuerdos. Muchas cosas quedaban atrás. Algunas quería olvidarlas y otras le llamaban como tareas inconclusas; pero en ese momento, no había por delante otra cosa que llegar a Isla Tortuga y volver a la normalidad, a emborracharse con sus compinches, a buscar una negra o una mulata que llevarse a algún rincón oscuro y a planear qué hacer con la parte que le tocaría de los cinco mil doblones saqueados a los españoles. Sin embargo, no sólo eso tenía por delante.
—¡NIEBLA! ¡NIEBLA! ¡NIEBLA! —gritó el vigía desde el bauprés.
Pierre tomó el catalejo y confirmó lo que el vigía había anunciado: un espeso banco de niebla podía distinguirse a pesar de la incipiente penumbra del ocaso. En ese momento recordó lo que había dicho Mr. Cook y ordenó, antes de siquiera preguntarle al capitán, que todo el mundo subiera a cubierta. Cuando el Tuerto llegó preguntando el por qué de la medida, Pierre le resumió la teoría y conforme, Tuerto, Pierre y los demás, sin excepción, se quedaron a la intemperie. Como no había quien tradujera al inglés, Pierre se acercó a Mr. Clark e hizo que abrazara con fuerza a su parejita, indicándole por señas que no lo soltara por nada del mundo y el grumete, habiendo entendido, se aferró al chico casi con uñas y dientes.
Lentamente ingresaron al banco de niebla y volvió la calma chicha; y el bergantín parecía que navegaba en un lago con aguas quietas como un espejo. El silencio era inquietante pues ni el viento sonaba en el velamen que pendía, tal como la vez anterior, como si fueran simples cortinas. Nadie decía una palabra. Todos se limitaban a esperar y hasta los piratas que en los momentos claves recordaban las cuestiones de religión, rezaban para adentro.
Editado: 06.05.2018