El pirata y el tritón

27 - Las cadenas de los hombres

Pierre abordó su bote para dirigirse de nuevo al Tulipán Negro luego de despedirse de los tritones y habiendo aceptado el recibir a Coral, llegado el caso, pues consideró que no quería echarse encima a los tritones que se sumarían a ingleses y españoles para aumentar el número de enemigos, o por lo menos, de peligros, estorbos o molestias.

«"¿Tanto revuelo por un simple tritón que en realidad no es más que un mocoso?", pensaba mientras remaba hacia su barco.»

Tal era ese sentimiento de agobio que comenzó a hablar en voz alta:

—Unos lo quieren destazar, otros ponerlo en exhibición, otros lo quieren como amante y ahora estos que quieren protegerlo. Unos tiran para un lado, otros para otro y yo en el medio —decía mientras golpeaba con furia los remos contra la superficie del agua—. Tengo los doblones españoles, tengo los tesoros de Coral esperándome ocultos en la isla, tengo mi propia nave y tripulación mientras no reaparezca el Tuerto... lo tengo todo, todo... y no tengo nada. ¡Demonios!

—Y ahora de nuevo tienes a tu Coralito —le dijo una voz desde el agua a su lado.

—¡Kraken! ¡Rayos! ¡Sardina entrometida y majadera! ¿Ahora también te dedicas a asustar?

—No seas tonto. Yo sólo te hablé. Si te asustaste es asunto tuyo y eso es porque tienes la conciencia sucia —le dijo tomando con ambas manos el lado del bote que flotaba solitario sobre la amplísima superficie del mar a medio camino entre la playa y el bergantín.

—No acuses lo que no sabes. Pero, ¡venga! Vamos al Tulipán, porque tenemos que hablar —le dijo Pierre cambiando el tono pues pensó que Kraken podría estar al tanto de lo que sucedía del otro lado de la isla con ingleses y españoles.

—Está bien, pero sólo si me ofreces un rico té.

—Supongo que debe haber té, no tengo idea.

—Para ser un capitán, tienes una ignorancia asombrosa de lo que sucede en tu propio barco, Pierre. ¿No sabes que hay té? ¡Por supuesto que hay!

—Como digas. Y ahora cállate y vámonos.

Pierre, contra su costumbre, fue para el camarote del Tuerto, pero sólo para poder hablar con Kraken sin que los demás oyeran. Monsieur  Poulet les llevó el té, que tal como había dicho el tritón, efectivamente había en el Tulipán, y se retiró.

—Kraken... dime... ¿qué se sabe de los que están en la bahía?

—Ya que preguntas por Coral, que es tu única y principal preocupación, te debo decir que está a salvo. En el lado oeste de la isla hay unos acantilados y a sus pies unas rocas afiladas y traicioneras como pocas. Allí ningún navío, en su sano juicio, se acercaría ni a doble tiro de cañón... Por cierto, ¿los navíos tienen juicio?

—No digas tonterías, Kraken, ni desvíes el tema. ¿Qué pasa con los ingleses y españoles?

—Mi amorcito (gracias por preguntar) está muy bien y a salvo, también, allí mismo, en esos acantilados, pues hay una gruta que no se ve desde lo alto ni desde el mar, pero que yo conozco a la perfección. Está con Coral y tuve que llevarlo yo mismo. En la playa se arrojó al mar y se tomó de mi cuello... te juro que tuve que hacer un gran esfuerzo, no para llevarlo, porque es liviano, sino para llegar hasta la gruta sin detenerme en una de las rocas a jugar al «tiburón con patas»... ¡Rayos! Como dirías tú. No puedo dejar que ese chico me toque porque me pongo como loco...

—Kraken...

—Y él también, por fortuna. Le encanta jugar al «tiburón con patas», y...

—¡Kraken!

—Pero el pobre Coral, cuando nos ponemos a jugar, se va para no vernos. Con los ojos llenos de lágrimas, debo decirte. Yo le he propuesto que juguemos, que no hay problema... pero insiste en que sólo lo haría contigo...

—¡¡Kraken!!

—Pero tú... ¡Rayos! Yo no sé lo que os pasa a ambos... A él, porque no hay forma de que deje de quererte, y a ti, porque no hay manera de que lo quieras... No es justo.

Pierre tomó una gran respiración para evitar golpear la mesa y que la tetera volara por los aires junto con los jarros.

—Interesantes reflexiones —le dijo intentando por todos los medios de mantener la compostura—. Pero dime, ¿qué se sabe de los ingleses y españoles?

—Los estuve espiando, sí. ¿Qué quieres saber? Para tu tranquilidad, aunque sé que no te interesa, Coral ha ignorado a todos esos guapísimos marineros, cadetes, oficiales y grumetes que están del otro lado... bueno, con los grumetes Coral no tiene problemas, porque a él le gustan los hombres hechos y derechos, como tú o como yo, o como Mr. Clark, o como...



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En el texto hay: piratas, tritones, gay

Editado: 06.05.2018

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