El pirata y el tritón

29 - Se prepara… ¿la fiesta?

Los holandeses venían en una urca, como sería de esperarse, debidamente adaptada para las actividades bélicas, y con casi cuarenta metros de eslora y que para mayor claridad, es una nave parecida a una fragata. Por su parte los franceses llegaron en un impresionante navío de línea  con tres cubiertas artilladas, una clase de nave rara vez vista por estas latitudes. Para aquellos que conocen algo de la historia naval y particularmente, sobre la historia de la piratería, la presencia de una urca era, por decir lo menos, sospechosa.

Ambas naves, tan pronto llegaron a la isla, anclaron en la pequeña bahía prácticamente en los únicos espacios libres que quedaban y con eso, la partida de españoles e ingleses se iba a dificultar. Sin embargo, la razón por la cual hubo que aplazarla fue porque el capitán francés recién llegado envió emisarios a todas las naves convocando a una conferencia en tierra firme y así, todos los capitanes junto con sus traductores, terminaron reunidos frente a la cabaña de Coral. La noche ya había caído y el lugar lo habían iluminado con antorchas que dibujaban sombras danzantes sobre la arena tibia. Hubo que reunirse afuera pues sumando capitanes y traductores, era demasiada gente para el pequeño espacio que la cabaña tenía.

—Supongo que vosotros habéis llegado hasta aquí por la misma razón que nosotros —dijo el capitán francés.

—Como desconozco vuestra razón —dijo Sir John—, no podría afirmarlo ni negarlo.

—Capitán: sois el menos indicado para decir semejante tontería —intervino el holandés recién llegado—. De todos es sabido que fuisteis vosotros quienes hace dos noches habéis secuestrado al sireno que los franceses habían capturado para entregar a los españoles en Santo Domingo y con ello armasteis un revuelo que todavía debe tener hirviendo al Palacete y el Gobernador debe estar cociéndose a fuego vivo junto con su Secretario y el Obispo.

—Esperad, esperad un momento —dijo el Capitán General de los españoles—. Hay dos cosas que tendréis que aclarar antes de seguir adelante: la primera, ¿estáis afirmando que estos ingleses ladinos que están aquí presentes fueron quienes raptaron el sireno que ya teníamos listo para llevar a las Españas? Y la segunda y no menos importante: ¿acaso acabáis de decir que eso sucedió en la noche tras anterior?

—Contestando primero vuestra última pregunta, Capitán, en este momento no se han cumplido todavía cuarenta y ocho horas —se adelantó a contestar el francés—, y debo confesar que me extraña sobremanera que lo preguntéis. ¿No tenéis con qué medir el tiempo? ¿No sabéis contar las puestas de sol?

Ingleses y españoles se miraron entre sí con el rostro desencajado. ¿Habían pasado menos de dos días desde que habían partido de La Española? ¿Cómo era eso posible? ¿No llevaban ya mucho más de una semana, casi dos, y tanto es así que a todos se les estaban acabando los suministros?

—Debéis estar equivocado, Capitán, y quien no sabe medir el tiempo sois vos —intervino con decisión Mr. Cook—. Según nuestra cuenta y los aquí presentes lo podrán confirmar sin duda alguna, además de que soy el Oficial Científico, han pasado más de doce días desde el confuso y lamentable incidente que indicáis.

—Para nada —opuso el holandés—. Es tal y como el Capitán lo expuso, pues hemos recorrido todo el trayecto prácticamente al lado del Courage.

—Así es. Y nosotros nunca perdimos de vista al Noordenwind —reafirmó el francés.

—Pero decidnos... ¿entrasteis en un banco de niebla particularmente espeso y extraño? —preguntó el Oficial Científico de la fragata.

—En efecto —dijo el holandés.

—Para vuestra información, amigos míos —continuó Mr. Cook—, debo deciros que habéis sido presa, como nosotros, de un ambiente misterioso o quizás mágico, según la opinión de mi Capitán, pero que como Oficial Científico, sólo le concedo lo de «misterioso», pues la magia, como bien lo acaba de demostrar Galileo, ha quedado descartada como explicación de la realidad y de los fenómenos que por ahora no entendemos a la perfección.

—¿Qué queréis decir con todo eso? Explicaos —pidió el francés.

—Veréis. Ya tenéis algunos datos que deben haber hecho tambalear vuestras creencias, como el asunto de que una criatura que se pensaba mitológica o legendaria, apareció frente a vuestras narices. Sólo eso ya debe ser suficiente para indicaros que algo ya no está bien. A eso debéis agregar ahora que como consecuencia de haber entrado en la niebla misteriosa, habéis llegado a una zona, que según parece todavía es el Caribe, pero en la cual ni el tiempo transcurre como debe, ni las cosas son lo que parecen, sin contar de que estamos en una isla que no está señalada en los mapas a pesar de ser esta una zona ya muy bien cartografiada.



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En el texto hay: piratas, tritones, gay

Editado: 06.05.2018

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