«Está sucediendo tal como lo observé», medita Mispcy mientras que observa a Bolt-Ra avanzar seriamente.
Ambos ejércitos tienen bastante miedo de enfrentarlo; el dios draconiano se está enfureciendo cada vez más. El cuerpo de Bolt-Ra empieza a desprender un calor intenso, semejante a un gran horno medieval.
«Está avanzando, pero no… ¡Esto es imposible! ¡No está él! », piensa sorprendida Mispcy; falta algo. Hay algo diferente con respecto a la anterior visión que experimentó hace poco; «¡Maldita sea! ¡¿Dónde está el otro ser dracónico!?».
«Es imposible. ¡Demonios! Viene contra mí», piensa Ginjo.
Bolt-Ra sigue avanzando, pasando a un lado de la dracónida Rei, pero ella es inmune al calor que desprende el cuerpo de él.
—¡Diantres! Tenía que ser Bolt-Ra —susurra Lius, imitando a una estatua de piedra mientras que el dios de los dragones pasa cerca.
Alrededor de él, Gwen, Nanako, Nockmon, Maltan, Sayoko, Chloe y Marie lo observan sorprendidos; cada una es acompañada por ejércitos y familiares, a excepción de Gwen y Chloe.
«Ahora entiendo por qué la enemiga que estaba atacando fue arrastrada de forma violenta hacia el cielo; ¡tenía que ser Bolt-Ra!», piensa Sayoko en silencio y enojada.
El payaso Imperatore hace un gran esfuerzo por levantarse de su lugar, mientras que Ginjo se prepara para el combate. Lozkar, Reum Slee y Ókinam no están, porque Albert Cathal y Carlos aprovecharon para alejarlos y encadenarlos por su cuenta.
—¡Paythius traidor! ¡Rompiste nuestro pacto dracónico, y ahora pagarás caro tu error! —grita furioso Bolt-Ra.
En esos momentos Ginjo decide interponerse en su camino.
—Mi estimado dios de los dragones, que extraño que no estés… —expresa Ginjo, pero no puede terminar la frase. El dios serpiente cae de rodillas, aparentemente adolorido.
—Será mejor que no me estorbes; no tienes la fuerza para enfrentarme. Te dejaré vivir y solo sufrirás un corto tiempo. Mi venganza no es contigo —dice en voz baja el dios de los dragones.
Repentinamente el cuerpo de Ginjo sale rodando de forma misteriosa hacia un lado; poco después, él vomita un tanto de sangre.
«Tiene una agilidad que me supera», piensa Rudba asombrado.
Entre tanto, Paythius agita ambas manos.
«El maldito quiere aniquilarme; necesito ganar tiempo», medita el payaso al mismo tiempo que dirige ambas manos hacia el cielo, gritando dos palabras en particular—. ¡Cursed Chain!
Miles de cadenas emergen de su cuerpo, dispersándose a su alrededor.
Todos (excepto Bolt-Ra) se sorprenden, especialmente cuando esos eslabones vivientes intentan atrapar a ambos ejércitos; extrañamente no funcionan, dejando atado solamente a Ginjo.
—El desgraciado trató de atraparnos, pero algo lo impidió —expresa Albert Cathal, mientras que su compañero Carlos Alberto le lanza una mirada enojada hacia el arlequín.
Un segundo después, El Gitano Blanco percibe las energías de su familiar Tsubaki, pero no lo ve por ningún lado.
—¡Es imposible! —exclama Paythius, perplejo de que su hechizo no funcionó a la perfección.
—¡Paythius! —grita Bolt-Ra, antes de empezar a correr en contra de su único objetivo; sujeta al payaso del cuello, escapando hacia el cielo junto con el traidor.
—¡Maldito traidor! —exclama Ginjo, utilizando sus fuerzas para tratar de liberarse de las cadenas.
—¡Es nuestra oportunidad! —grita Nockmon, corriendo hacia Ginjo y empujando a cualquiera que estorbe su camino.
Carlos Alberto observa cuando ese dios de los zombies empuja a un guerrero serpiente; segundos más tarde, ese guerrero reptiliano empieza a gritar de dolor. Nadie más le presta atención al aparente herido, porque están concentrados en otro lugar.
Los dos gitanos de Rómgednar (El Gitano Blanco y Albert Cathal {el gitano-hechicero Karlo}) escuchan el grito de los soldados, de los generales de ambos bandos y de las cinco chicas mientras la guerra se reanuda; pero sus ayudantes y compañeros no se mueven de su lugar.
—No se muevan. Vigilen y protejan a los prisioneros —les ordenan sus dos líderes, al tanto que se acercan con el soldado serpiente adolorido.
Los dos camaradas quieren saber el porque está sufriendo ese soldado, si nadie lo atacó; le quitan la armadura al enemigo, esperando encontrar la respuesta lo más aprisa posible. Carlos Alberto y Albert Cathal se quedan en ese lugar, a pesar de que los combates intensos se reanudan por doquier.
—Es imposible. Esa… creatura solamente lo empujó —susurra Albert Cathal con preocupación.
Instantes después el guerrero serpiente comienza a escupir demasiada sangre, para luego ocurrir diferentes sucesos grotescos; larvas de mosca empiezan a emerger desde adentro del cuerpo, al mismo tiempo que ese cuerpo desprende mucho vapor.
—¡Me lleva la fregada; odio a estos gusanos! Se lo están comiendo vivo —expresa Carlos Alberto todo asqueado; apartando inmediatamente la vista, evitando las ganas de vomitar.
Ninguno de los dos se percata cuando una gran luz envuelve a Ginjo, desapareciendo ese dios serpiente en un parpadeo; están muy distraídos por la muerte nauseabunda del soldado serpiente.
—Milagrosamente la pequeña Sophi pudo escapar de la aterradora muerte que le esperaba; si lo hubiera atacado o tocado; el resultado hubiera sido el mismo —dice Carlos Alberto, notando que el ejercito de sus aliados termina de asesinar al ejercito de Ginjo, añadiendo—. Sophi milagrosamente ha sido salvada por la intervención de ese dios dracónido.
—Sí, ¿pero donde está ella? Aparte, faltan compañeros: mi guía siniestra, tu consejero siniestro y tu protegido Carlitos; sin contar a dos enemigas —menciona nervioso Albert Cathal.
El Gitano Blanco da un vistazo alrededor, descubriendo a una sombra blancas muy lejana, en las cercanías de un castillo sobre una montaña; usando su “visión prodigiosa”, Carlos descubre al ayudante de Fiorello, Funky, quien se encuentra vigilando ese edificio medieval. Usando la misma habilidad, busca entre los rincones del castillo, encontrando a los perdidos.