En la reunión.
— ¿Qué? — Intervino Shayla incrédula, mirando al resto de los representantes que ocupaban la mesa.
Su corazón era un salvaje y furioso caballo galopante.
— Hemos estudiado nuestras opciones concienzudamente y creemos que esta es una de las mejores opciones. Por no decir la única buena opción — Respondió uno de los representantes del consejo.
— Es... ¡Es absurdo! ¿No intervenir si presenciamos un ataque a humanos en nuestras fronteras? — Exhaló entre dientes — Es... es estar de acuerdo con no hacer nada frente a una masacre, la mayoría no puede entrar a Asteria, más bien son repelidos de alguna forma por el borde mágico creado por nuestra alta titánide, si no hacemos nada... Todas esas personas inocentes quedarán por completo desprotegidas ¡Eso nos hace sus cómplices! — Escupió con gesto agrio.
— Es un acuerdo válido para que nos dejen en paz, al menos durante el invierno. Sabe que quedamos prácticamente aislados por las características del terreno que nos rodea y no puede estar en todas partes Iereia, protegerlos a todos. Son ellos o nosotros — Insistió otro.
— ¿Qué va a ser lo siguiente? ¿Atraer humanos para ellos? ¿Entregarles como tributo a las crías asteritas más débiles? ¿Servirles? — Escupió Shayla frenética — Esto, esta idea no fue tratada en la mesa anterior ¿Cómo es posible que ahora es el camino más viable? ¿De dónde surgió semejante aberración? — Inquirió irascible.
Los miembros del consejo desviaron la mirada.
Era obvio que habían estado teniendo reuniones sin ella, tratándola como una marioneta sin poder.
Shayla tenía tiempo sospechando que era menospreciada por ellos, por ser la primera mujer, en muchas generaciones, en ostentar el puesto más alto. Por raro que sonara, los anteriores habían sido Eirei's.
Pero tomar un curso de acción como ese, sin su consentimiento o sin que siquiera lo viera con buenos ojos, era una total grosería a su persona y a lo que representaba.
Era un secreto a voces que el consejo y la Iereia diferían en cómo mantener la prosperidad de Asteria, prosperidad que se elevaba en su punto más álgido en todos los aspectos, si ignorabas los asesinatos y todo el tema de la superviviencia.
Shayla entendía, no era una persona inconsciente, el consejo quería ponerle fin a la guerra, y ella también, pero ellos pretendían lograrlo aunque eso significara bajar la cabeza como pueblo, Shayla no estaba dispuesta a aceptar esa humillación.
No de las personas que asesinaron a su familia y a tantos asteritas inocentes.
— No está tomándolo desde el punto de vista correcto, si lo analiza, es una posición de ganar, ganar — Dijo otro.
— Iré a ese encuentro, esa pantomima de "cumbre de la paz", escucharé, y yo misma decidiré que tan benevolentes son y podemos ser — Decidió Shayla aun alterada.
— No puede ir allí sin ninguna carta definitiva para ofrecer, tenemos que pactarlo ahora — Medió gruñó uno.
— PARECE... — Dijo Shayla alzando la voz — Que se olvidan de quién soy, ustedes son los consejeros y yo la IEREIA DRACONIS de Asteria, la elegida mística de la titánide que nos hizo la raza que somos ahora. En realidad no necesito su consentimiento, ustedes no son un poder al que temer, haré lo que considere prudente y beneficioso para nuestro pueblo — Desafió alterada, azotando la puerta al salir.
Shayla quería vomitar, actuar como una dictadora no era lo que quería y aunque el Consejo no era más poderoso que ella, sabía que tenían suficiente influencia en los habitantes, en su pueblo. La amaban, los asteritas la adoraban, lo sabía. Pero, si cometía un error irreparable para ellos no sabía que tan absuelta podría salir de ello, no con el consejo queriendo clavar sus garras en la construcción de un turbio poder político.
— Estaba por marcharme, luego de retocar mis últimos trabajos, cuando una de las doncellas me pidió que le entregara esto — Dijo Takuya, tendiéndole una carpeta dorada — Parece estar aterrada de acercarse a usted. Según entendí su razonamiento, la joven temblorosa parecía creer que el día de hoy, nuestra Iereia ha estado de un humor... oscuro — Le dejó saber la noche siguiente.
— ¿Y tú? ¿Qué crees? Has estado todo el día tras de mi ¿Cómo está mi humor? — Cuestionó Shayla aceptando los papeles que le ofrecía.
— Si me lo permite, no escogería el mismo juego de palabras, en su lugar creo que está... Estresada — Argumentó él, tratando de ser cuidadoso con sus palabras.
Shayla resopló y empezó a repasar las fichas de los embajadores que la acompañarían al encuentro con los Lykans.
Tres miembros del consejo, dos de los cuales consideraba muy personalmente que eran unos completos imbéciles lamebotas. Dos sanadores, dos naturalistas, dos ilusionistas, cuatro asteritas -con dones defensivos menores, debía agregarse-, cuatro centinelas asteritas sin Spiritum, un comediante... "Ja'", pensó Shayla repasando la información de la comitiva, sí que era todo un circo.
Si dependiera de ella, sin dudar, de un plumazo borraría esa lista y duplicaría los guerreros asteritas y los centinelas.
Eso sin duda les dejaría un mensaje claro a los sádicos Lykans.
Shayla continuó revisando... un chef francés "¡Oh lala!", se burló incrédula ¿Qué creían? ¿Que se quedarían a vivir en el boque? Y, un... ¿Pintor?