El poder de Asteria

Bajo el silencioso acecho del enemigo

A la mañana siguiente estaban listos para partir, el cielo estaba nublado, un sin fin de nubes deformes deprimentes y grises, el ambiente estaba cargado de una incómoda humedad.

Shayla se había librado de usar un maldito vestido medieval, pero, en su lugar le habían obligado a llevar una extravagante y no muy ligera capa que, más que abrigarla, le parecía una completa molestia.

No entendía como a una Iéreia en pleno siglo 21, a la que entrenaban como una guerrera, pretendían vestirla como a la jodida reina de Inglaterra. Si los Lykans no acababan con ellos, quizás lo harían esas estúpidas costumbres. Literalmente podría tropezarse con la innecesaria pieza y golpear su cabeza contra una piedra, de preferencia muy afilada.

Antes de entrar al elegante carruaje, que la llevaría hacia el extremo más alejado de Asteria, el límite de la cordillera de Los Cerezos, punto en el que se adentrarían a la espesura del bosque para encontrarse con los lykanthropos, Shayla miró en dirección al castillo.

Su aspecto en ruinas, como si se tratara del triste escenario de una pintura de post guerra, le hizo estremecerse por primera vez, o tal vez no era eso, sino la certeza de que pronto estaría caminando por las tierras en las que su hermano fue asesinado... Para charlar cordialmente con sus asesinos.

El hecho de que el recuerdo, esa pesada impotencia la estrangularía, justo en su pálido cuello, con asquerosas y maliciosas garras.

Una vez en su asiento un golpe en la ventanilla llamó su atención.

— Le deje saber al Consejo que pidió personalmente que viajara con usted — Le informó Takuya luego de que Shayla bajara el vidrio, como si de verdad hubiesen convenido eso.

— ¿Lo hice? ¿Personalmente? — Preguntó Shayla, fingiendo confusión. Lo único que le faltaba era lucir aun más vanidosa, llevando a su lado a su pintor para que la retrate en todo momento en su "eterna" gloria.

Lo miró, como preguntándose si quería hundirla aun más.

Pensó en la noche anterior. Él le había dicho un montón de cosas, pero no recordaba haberle dicho nada al respecto sobre verdaderamente creerle.

No, definitivamente no lo había hecho. Seguía sin tener una respuesta contundente sobre eso.

— Puede retractarse — Propuso él como si nada, mostrándose relajado y tan casual como si no fuesen más que a un picnic.

— ¿Por qué me retractaría de algo que he dicho Meervinne? — Interrogó luciendo altiva.

Se daba cuenta de que había caído en su juego, pero si participaba activamente ya no sería solo su juego... Sería una partida de dos.

— No esperaba menos de usted Iereia — Murmuró él, haciendo una ligera inclinación y sin duda sonriendo.

Una hora después, estaban en el lugar desde el que emprenderían la caminata, Shayla no había descansado, pero sí notó que había estado menos tensa de lo que esperaba.

Miró a Takuya de reojo, si él era la causa no estaba segura.

¿Cómo debía interpretarlo? Parecía que su subconsciente confiaba más en él de lo que admitía.

Salieron del auto y observaron el camino frente a ellos mientras los demás los rodeaban.

— Iereia — Dirigió uno de los del Consejo, señalando el camino tras una inclinación, con elaborada y requerida "caballerosidad" pública.

Shayla contuvo sus nauseas y avanzó, seguida por Takuya y los demás.

Los naturalistas se aseguraron de mantener un ambiente agradable alrededor de todos, una burbuja de clima perfecto los envolvía. Así que por lo menos no tenía que estar toda húmeda y pegajosa mientras fingía tenerlo todo completamente bajo control.

Después de caminar por más de 40 minutos, a Shayla empezó a irritarla el hecho de que los lykanthropos no se hubiesen mostrado, porque estaban allí, estaba segura. Solo una muestra más de su mala voluntad.

Buscaban hacerles avanzar más y más, no podía ser tan ilusa para creer que no tuvieran una segunda intención con ello, a pesar de que su gente no solía agotarse por distancias tan cortas, tenían una alta resistencia física.

Pero, tal vez sí lo suficiente como para que la verdadera fuerza centinela de Asteria tardara valiosos y vitales minutos en llegar.

¿Lo más pertrbador de todo? Estaba demasiada distraída maldiciendo la asquerosa capa, mirando a Takuya en secreto y un tanto aliviada de no poder reconocer ningún lugar en específico de aquella caminata de hace tres años.

Aproximadamente media hora después encontraron el campamento lykan.

Reducido, demasiado reducido, pensó Takuya observando las cinco carpas.

Según lo que había entendido de los arreglos previos, dos se suponían estaban destinadas a ellos. Eso dejaba solo tres para los lykanthropos.

Shayla se carcajeó por lo bajo. Debían creer que los asteritas eran estúpidos ¿Creían que no suponían que debían tener refuerzos en las cercanías? Claro que lo sabían, porque no subestimaban su inteligencia.

Shayla quería pensar que ellos sí subestimaban a los asteristas, pero, el maldito consejo había querido llevar un grupo reducido y a la vista, como muestra de buena voluntad. Así que tenían todos los méritos para ser completamente subestimados.

Los lykanthropos, le daban la razón una vez más, estaban siendo desleales desde el comienzo, no podía esperar nada mejor para el plato fuerte.

La comisión lykan que los recibió les informó que el líder de la "cumbre", el infame Aros, quería conversar a solas con la Iereia.

Los miembros del consejo murmuraron en desacuerdo, incluso algo ofendidos, principalmente porque no confiaban en que ella fuese, tal cual la situación lo ameritaba, lo suficientemente "política" para la ocasión.

Pero, a decir verdad, la petición no la tomó por sorpresa, estaba segura de que así sería.

Y de que una vez a solas... intentarían intimidarla.

— ¿Entonces cómo irá este encuentro? ¿Entramos, dejamos nuestras cosas y vamos... o se nos da oportunidad de refrescarnos primero? — Preguntó Takuya en voz alta, rompiendo la tensión construyéndose alrededor.




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