El Poder de los Orígenes

Prefacio

Era de noche y la lluvia caía intensamente sobre las maderas del techo. A través de las ramas se veían las resplandecientes luces de los relámpagos, y mi hermana y yo esperábamos ansiosas el estallido de otro trueno. Nos gustaba armar noches de pijamada de hermanas cuando había tormenta: solíamos mudarnos una al cuarto de la otra, servirnos comida y hacer cualquier cosa que nos apeteciera. Era nuestro momento libre de padres.

Esa noche, en el medio de la risa, los juegos y las conversaciones sin sentido, se hizo el silencio. Ambas nos habíamos quedado escuchando los truenos de la tormenta. Era un silencio tan cómodo como aquellos que sólo pueden entender los que son amigos y hermanos a la vez. Y entonces, una de nuestras voces lo rompió:

-A veces me gustaría creer en la magia -dijo mi hermana, ausente.

-¿Por qué dices?

-No sé... -dejó salir, digiriendo la pregunta-. Supongo que como el mundo está a veces tan vacío de colores le vendría bien un poco de magia.

- Tienes que dejar los alucinógenos Jade... -dije en tono burlón. A eso le siguió un almohadonazo en la cara y un montón de carcajadas.

- Hablo en serio. ¿No crees en cosas así, Cris?

- ¿En cosas como cuáles? ¿Como la magia?

- Sí... no lo sé... sería genial.

Esta vez, el silencio no fue tan cómodo. Si bien no pensaba que mi hermana estuviera perdiendo la cordura, no entendía el motivo de esta conversación. ¿Magia? ¿Mundo vacío? ¿Vacío de qué? A mí el mundo siempre me había sentado bien. Aunque pensándolo por segunda vez, tenía algunas cosas malas. Pero tenía muchos más encantos.

- No me contestaste -la voz de Jade quebró el silencio.

- ¿Qué cosa?

- Si crees en la magia -comencé a mirarla, escéptica-. Vamos Cris, te digo en serio.

- No lo sé Jade -le respondo, considerando la alocada idea por primera vez, pensado por dentro que mi hermana realmente debía dejar de leer historias de fantasía-. Supongo que sí, que estaría bueno. Limpiaríamos más rápido, eso seguro - las dos reímos.

- A mamá le encantaría. - en medio de la frase, un trueno estalló muy cerca nuestro, y ambas saltamos del susto. Se había apagado la poca luz que había. Nos levantamos muy a nuestro pesar y encendimos unas velas improvisadas.

- Ves - dijo mi hermana con tono superado - si hubiera magia sería más fácil. E incluso divertido. ¡Imagínate hacer llover estrellas para tener luz! ¡O un fuego viviente! ¡O hadas que hagan su propia luz!

- Ay Jade, ¡como vuela tu mente!

- Y, si no volara, no sé qué haría. Nunca llegaría a soñar nada.

Esta última frase capturó mi atención. A mí me costaba tanto soñar. Soñar esos mundos tan distintos a los que ella les daba vida, soñar con algo mejor. 




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