Después de casi cuarenta minutos de viaje en el auto de mi padre, con un calor sofocante, llegamos a un pintoresco barrio. Estaba repleto de frondosos árboles en las veredas y fragantes jardines.
Al llegar a un gran chalet con techo a dos aguas de tejas rojas que estaba rodeado por rosas que impregnaban el aire con su aroma, el auto detuvo su marcha y mis padres bajaron. Esbozando una delgada sonrisa mi padre exclamó:
—Bienvenida a casa, Tamara. Este es tu nuevo hogar.
Cuando bajé del auto, sentí que un escalofrío recorría todo mi cuerpo. Por alguna razón, recordé una frase de mi abuela: "siempre prestá atención a las manifestaciones que percibe tu cuerpo. Muchas veces solo con nuestros cinco sentidos no alcanza, por eso debés mantenerte atenta". Un tiempo después, me daría cuenta de por qué la había recordado.
Mi madre abrió la puerta de entrada y con un gesto me indicó que podía pasar. Al entrar, vislumbré una enorme sala con una imponente escalera de roble que se alzaba majestuosamente ante mis ojos. También distinguí que habían comprado muebles nuevos. No eran los mismos que los de mi antigua casa. Todos estaban elegidos con el ostentoso pero delicado gusto de mi madre.
Quise conocer por completo mi nuevo hogar y mi padre me mostró rápidamente y con mucho entusiasmo las demás habitaciones. En la planta baja se encontraban la cocina-comedor, un baño y la sala. En el primer piso estaban las tres habitaciones, la mía, la de mis padres y en la tercera había un escritorio con un sofá-cama, que podría haberse convertido en una habitación para albergar a mi abuela o a algún otro huésped inesperado.
Después de que terminé de recorrer mi nueva casa, mi madre me llamó fríamente desde la planta baja:
—Tamara desempacá y acomodá tus cosas en tu habitación. Llevate también este mugroso canasto, creo que algo empezó a pudrirse dentro de él. Huele muy mal.
Obedeciendo a mi madre, bajé a buscar la canasta, y mi papá me ayudó con el equipaje. Cuando llegamos a mi habitación, dejamos las cosas sobre la cama. Él me dio un beso en la frente y antes de irse añadió:
—Espero que seas muy feliz aquí. Hay un colegio cerca y te anotamos en él. Con tus excelentes calificaciones te aceptaron enseguida. El hijo de la nueva amiga de tu madre va a ser tu compañero.
Antes de que pudiera decir palabra alguna continuó:
—Sí, a mí también me sorprendió que ella tenga una amiga con la cual se lleve bien.
Ambos reímos al mismo tiempo y al cabo de unos segundos con una expresión pensativa, agregó:
—Es un joven algo peculiar, siempre está vestido de negro. Será la moda de este barrio o quizás la época.
Mi padre se marchó cerrando la puerta al salir. Por fin estaba sola... bueno, no tanto. Observé con asombro que la canasta se sacudía sobre mi cama. Cuando la abrí saltó a mis brazos Samanta, la gata de angora negra y gorda de mi abuela, que casi logró derribarme.
Me preguntaba por qué mi abuela me había obsequiado a su mascota. Era una de sus posesiones más preciadas y cómo era posible que la gata hubiese permanecido inmóvil durante tanto tiempo.
Pude ver en el fondo de la canasta un sobre cerrado con mi nombre escrito con la letra estilizada de mi abuela. Lo abrí. Tomé la carta y comencé a leerlo.
Querida Tamara:
Seguramente, ya no estaré contigo cuando leas esto. Sé que puedo confiarte lo que voy a escribir en esta carta. Como un último favor te pido que no cuentes nada de lo que vas a leer, pues no solo no consolarías a tu padre, sino que también te perjudicarías a vos misma.
Seguramente te habrás dado cuenta de que no soy una abuela normal y que nunca pretendí serlo. En nuestra familia se ha transmitido una herencia mágica que es legada solo a los descendientes que son dignos de merecerla. Por este motivo, la heredarás vos y no tu padre. Porque, aunque Alan es una buena persona y tiene un gran corazón, el poder lo cautivaría y lo convertiría en un ser oscuro.
Cuando vuelvas a la isla, tendrás que buscar sobre las vigas del techo y esconder el libro que vas a encontrar allí, para que nadie lo vea. En él está el conocimiento que por generaciones nuestros ancestros fueron adquiriendo.
Podrás utilizar lo que se encuentra escrito allí para ir incrementando tu poder. Comenzá haciendo experimentos sencillos y vas a darte cuenta poco a poco de tu potencial.
Empezá siguiendo las instrucciones escritas. Con el tiempo, tu propio espíritu le dictará a tu conciencia los pasos a seguir. Vas a aprender que somos parte de un todo y somos los receptores de la información universal.
Hay cosas que vos sola vas a descubrir, aquello que nadie puede legarte, ni deberás legárselas a nadie. Como por ejemplo: el nombre del ser superior y cómo interactuar en la forma más óptima con los espíritus elementales. Aquello que creas que puede ser transmitido para las futuras generaciones, a las que ya amás antes de que nazcan, escribilo en el libro. Ellos harán lo mismo a su debido tiempo.
Querida, me hubiese gustado haber aprendido juntas. Nunca es tarde para aprender. Lamentablemente, no estabas lista antes para esto, porque eras muy pequeña y recién comenzabas a vivir. Ahora que lo estás, yo debo marcharme. Antes dudaba de que tuvieses ya desarrollada la fuerza mágica, pero me di cuenta de que vas a ser muy poderosa.