El Poeta Y La Sirena

Capítulo 13

   Conociendo a Lucretia, lo mejor era evitar seguir preguntando y hacer algo para distraerla. No tenía caso preguntar por cosas cuya respuesta sería una atemorizante ceja arqueada o un sarcasmo.

   Cuando era una niña de cinco años gozaba de acompañarlo a recolectar plantas para hacer su clasificación y gusanos para usarlos como carnada de pesca. Ahora como una mujer menos noble no sabía si el mismo plan lograra surtir el mismo efecto sedante en su ser. Nada perdía con intentarlo.

   ''¿Qué dices si vamos a una caminata para buscar hadas?''

  Lucretia le dio un beso en el pecho.

  ''Estaré lista en un santiamén''. Dijo como una infante obediente.

  Imitando a una torpe bailarina de ballet, se fue al baño.

  Lauri se quedó mirando el bosque esperando ver lo que su amiga veía.

  Aparte de los pequeños animales que se movían graciosamente entre los árboles y arbustos, no veía más allá.

  Agudizó la vista.

  Un cálido rayo de sol lo llevó de vuelta al verano del 87 cuando, en compañía de Suzane, Mathias  y Dorothea se dejaron llevar por sus ansias de unirse con lo sobrenatural y allí, en medio de los árboles, lograron ver el danzar de las hadas. Pequeños seres alados que hacían extraordinarias figuras como un equipo de nado sincronizado. Mathias, quien en ese entonces era más atrevido, flexionaba sus piernitas rellenitas y saltaba hasta donde su anatomía de niño de ocho años se lo permitía pero cada vez que volvía a poner sus pies sobre la tierra su cara se tornaba roja de la ira; él en realidad quería atrapar  un hada. Susanne, que era más tímida pero mayor en edad y estatura, lo tomaba de la mano y le explicaba una y otra vez que si un hada era para él, le pertenecería por siempre pero sólo si ella lo permitía porque son seres libres. Mathias sacudía los hombros negándose a la idea de no poder llevarse un hada a casa. Por otro lado, Dorothea, sentada bajo un robusto árbol dibujaba bocetos de lo que veía. Y él, bueno, Lauri sólo gozaba de su sitio privilegiado: una rama gruesa sobre la cual estaba sentado y, al estar un buen par de metros por encima de sus compañeros, dejaba que su alma de uniera al baile de las hadas. Una de las pequeñas criaturas se sentó sobre su hombro y, no podía estar más encantado. Se sentía como todo un Peter Pan a cargo de los niños perdidos bajo sus pies.

  El idílico cuadro se vió alterado por los gritos agudos de una pequeña soprano ''¡HUYAN! ¡LAS BESTIAS VIENEN POR NOSOTROS!''. Suzane tomó a Mathias de la mano y se ocultaron en un frondoso árbol de pícea. Dorothea, se puso de pie de hipso facto y se escondió detrás del árbol bajo el cual estaba sentada. De repente el crujir de las hojas secas se incrementó y de entre la vegetación apareció una pequeña con un vestido de flores corriendo. Gritaba pero no de miedo. Era más bien de emoción. Detrás de ella, unos lobos grises aullaban. Lauri casi cae como una estatua. La niña no estaba a la vista. Dos grandes lobos grises salieron a la vista mas ya no estaban corriendo sino que caminaban sigilosamente como olfateando a quien perseguían.

  ''Shh'' el aliento de alguien conocido sobre su nuca. ''¿Qué significa sequere me?'' preguntó la misma vocecita que gritaba anteriormente ''Lu, le ordenaste a los lobos que te siguieran'', ''Definitivamente debo mejorar mi latín''. Dicho esto, la pequeña se esfumó.

  ''Et relinquam bestias. Et relinquam bestias''. La pequeña repetía una y otra vez hasta que se sentía segura y vociferó desde una rama ''ET RELINQUAM BESTIAS''. Los lobos grises se fueron por donde vinieron.

 La niña animó a todos a salir de sus escondites. 

 Mathias la miró con el ceño fruncido y apretó sus puñitos. Se avalanzó sobre Lucretia y pelearon como dos cachorros. Dorothea y Susane se reían y animaban a los pequeños gladiadores. 

  Unos pasos firmes se acercaban. De entre los árboles, la imponente figura de Petrus se unía a la tira cómica. El gigante de ojos verdes y larga cabellera azabache codeó a su hija, Sussane, quien encogió los hombros. Petrus se burló de los pequeños y después se dirigió hacia ellos. Tomó a Lucretia y la levantó con su mano derecha. La rodeó con su grueso brazo. En cuanto a Mathias, lo cogió como una bola de fútbol americano ''Susane, Dorothera y tú pequeño chimpancé del árbol. Deberían estar avergonzados por animar a los más pequeños a pelear''. Hizo una pausa. ''Sin previo entrenamiento, por supuesto'' se rio y se marchó con los guerreritos. 

  Lauri bajó del árbol dando pasos firmes. 

 ''Deberían usar un hechizo en la librería para niños curiosos. No es la primera vez que los errores gramaticales de lenguas antiguas de Lucretia nos ponen en aprietos''. Susane quería entrañablemente a su prima menor pero algo le decía que tanta curiosidad la iba a poner en grave riesgo algún día. 

  ''¿Lo dice quien por poco nos intoxica por agregarle al flan de navidad romero en lugar de menta?''. Dorothea le recordó a su prima que no se puede ser bueno en todo. 

 ''¿Y qué me dicen de la loca a la que se le ocurrió que era buena idea invocar un espectro para una fiesta de Halloween en la secundaria?'' Lauri refrescó la memoria de Dorothea. 

 ''Eso no es nada comparado con dejar anguilas en mi tina con una codorniz muerta para resucitarla con electricidad, !Frankenstúpido!'' Recordó Susane. 

  Hacía unas horas estaba perdido mas ahora sentía que estaba volviendo a esos lugares en el tiempo que habían moldeado su forma de ver el mundo. Al contrario de él, Lucretia era un ser que no le temía a probar cosas nuevas así pusiera su mismo pellejo en peligro mientras que él le temía tanto a lo desconocido que su propio ser le resultaba ajeno.

  Volvió la mirada a la cama ¡Un desastre total!

  Al menos sus pensamientos estaban mejor dispuestos en su cerebro.

  La voz de Lucretia desde la ducha.

  Cantaba la canción del intro de Los Mumin.




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