No mencionaré lo que le costó a Lilith Rush conseguir un tiquete de ida en primera clase a última hora pero no es momento de sentirse culpable porque una vez llegue a la tierra donde todo empezó, no habrá tiempo para darse golpes de pecho sino para disfrutar de las bondades del lago Pielinen en verano. Mi corazón se encogía y se volvía a hinchar con solo pensar que estaría bailando en compañía de las keiju y si me tropezaba con un hiisi podría enfurecerlo para entrenar al salir corriendo como un bólido en busca de un campo cultivado, estas criaturas detestan toda clase de cultivos. Amada Lieksa, ¡aquí voy!
Antes de abordar tuve que llamar a mi contacto en la sala V.I.P. de Finnair, Caroline, pues llegaría a Helsinki a las 11:20 p.m. y la sala sólo tenía servicio hasta la medianoche. ''No tengo problema en esperarte pero no te prometo que encontrarás snacks o que el sauna esté en funcionamiento''. dijo Caroline amablemente. Para mí estaba bien, llevaba conmigo dos sandwiches, agua mineral y maní, mucho maní. Desde que tuviera un sitio donde pasar la noche, el sauna y los snacks podían esperar.
Una vez solucionado el asunto de la sala V.I.P., abordé.
El amplio asiento de primera clase se veía enorme. Así debía verse mi corazón en mi vacío ser.
Mi compañero de asiento era un hombre rubio de unos seis pies. Parecía arquero de algún equipo de fútbol. Me reí para mí misma y lo saludé para disimular mis malos pensamientos. Hacía casi diez años me había reencontrado con mi padre sin saber que lo era, algo en la mirada del rubio me recordaba al señor Harkönnen. El taciturno rubio estaba inmerso en las páginas del catálogo de la aerolínea.
El vuelo a Helsinki tomaría un poco más de tres horas, lo que era más que suficiente para chequear las notas de mi editor. No estaba muy segura de hacerlo ya que lo que me encontraba escribiendo era la historia inconclusa de Christine y Johannes y seguía dándole largas al asunto porque volver a leer cada página, recordar cada momento, reemplazar adjetivos por adverbios y demás era como si me salpicara ácido corrosivo en los ojos. Ya había escrito seis libros sobre la historia de la familia pero esta novela era revivir la razón por la cual no creo que pueda volver amar de una forma tan destructiva como alguna vez lo hice.
El movimiento de las llantas del avión anunciando que estábamos a punto de despegar, me alejó del sufrimiento que me provocaba recordar a pedazos. ''Odio el despegue''. dijo mi compañero de viaje. ''Igual yo''. Le guiñé el ojo y depronto la voz desaprobadora de Shannah apareció en la escena ''¡No seas tan bitch!''. Volví la mirada al display y procuré no comentar o hacer nada obsceno. Cuando el avión despegó, la presión hizo que me sintiera un poco mareada por lo que cerré los ojos hasta que el avión se estabilizara en el aire.
Cuando intenté volver a abrir los ojos, no pude. Sentía que tenía las pestañas superiores pegadas a las inferiores.
Mi cabeza se comenzó a hinchar hasta que se volvió tan pesada como un yunque de acero.
Era real, uno de esos episodios se acercaba y no podía huir. Mucho menos moverme frenéticamente para pararlo o creerían que estaba convulsionando.
''Cuando no puedas detenerlo, déjate llevar hasta que el universo te muestre lo que tu corazón desea saber''. Fue el consejo que me dio mi tía Tanja cuando acudí a ella porque estaba a punto de enloquecer ya que los episodios se hacían cada vez más tortuosos.
Así lo hice, me dejé llevar hasta las profundidades de lo que parecía un lago sin fondo. No podía ver nada y me asusté. Empecé a nadar hacia la superficie hasta encontrarme con una noche sin luna. Era un día de esos en los que el sol no duerme. Alrededor del lago, diversa vegetación entre la que destacaban las coníferas, fresnos, y olmos que enmarcaban de una forma divina el cuerpo de agua en el que me encontraba. A unos veinte metros vi un muelle sobre el que había dos personas. Sólo podía ver sus siluetas y nadé un poco más para aproximarme al cuadro, para ver quienes eran.
Conforme iba acercándome, distinguí a alguien conocido. Era una mujer de cabello castaño rojizo hasta los hombros. Sus hombros , torso y caderas eran proporcionales a su altura la cual no sobre pasaba los cinco pies y medio. Tenía puesto un gàkti de color verde oliva. No llevaba el tocado tradicional sino que por su espalda se podía ver una cinta negra. ''Dijiste que nos reuniríamos en el lago pero no mencionaste para qué'', dijo una voz de tenor. ''Sabes que te amo'', dijo la mujer con la voz desgarrada. ''Y los dos sabemos que nuestros destinos no están entrelazados'', agregó él. ''Matti no sé qué me depara el futuro pero temo por mi descendencia, estamos malditos y yo...'' ''Shhh. Tu alma está abatida pero...Descansa esta noche. El amor está aquí bajo mis alas''. Concluyó y la envolvió en sus brazos. No podía ver el rostro de ninguno ya que la mujer estaba de espaldas y el rostro de Matti estaba a contraluz.
Como si el Pielinen fuera un gigantesco embudo, el agua comenzó a desplazarse hacia el centro del lago y por consiguiente comencé a moverme con el gran cuerpo de agua. Era incapaz de sentir, palpar algo para aferrarme a ese momento secreto en la vida de Mila. A una velocidad que casi me hace vomitar, fui alejándome del cuadro tan desconcertante que estaba presenciando. Tomé una bocanada de aire y me volví una con el lago.
''Señorita por favor respire''. Era la voz de una azafata.
Abrí los ojos y a mi lado izquierdo había una azafata y al frente estaba él...
''Sólo estaba tomando una siesta''. Dije algo incómoda por tener a dos desconocidos demasiado cerca.
''Si siente algo no dude en pedir asistencia señorita''. Dijo la azafata con un esfuerzo sobrehumano por dejar pasar de largo mi actitud odiosa.
''Me siento bastante fastidiada y no creo que haya mejor asistencia que usted vuelva a su lugar y mi compañero de asiento, a su espacio''. Aclaré.