El Poeta Y La Sirena

Capítulo 4

    Con Eoinen- a fin de cuentas ese era su nombre oficial-  fuera del guión y mis pies en Karelia del Norte, me sentía tan viva que decidí proseguir con el auto secuestro en el castillo de Lieksa. En este punto creerán que tengo una fijación con los secuestros pero no es así, sólo me gusta ser prisionera de entes externos que gozan de retenerme en contra de mi voluntad. En esta ocasión ese ente eran los espíritus de mis predecesores. Me exhortaban a que me refugiara en las alas de los que ya no están ¡Bah! Me iba a refugiar en los otros treinta archivos enviados por Morgana. Miento, me iba a ahogar entre tantas referencias.

   No me había bastado trabajar en una tesis que requirió de horas extensas en la biblioteca en compañía de Shannah. Pasar tanto tiempo buscando literatura que soportara nuestra tesis de grado  nos hizo ganar un par de libras ya que las noches y días dedicados a tal hazaña los pasábamos con té, galletas, y las empanaditas argentinas que Aria no dejaba de preparar una vez había dominado la receta del país suramericano.  

   Es obvio que no se puede comparar una tésis sobre la influencia del longevo conflicto entre escoceses e ingleses en la literatura fantástica del siglo XX con la historia de nuestra familia, ¿o sí? El pobre Alex Matheson debe estar revolcándose en su asiento mientras le resto importancia a la tésis que con tanta dedicación asesoró ya que lo involucramos tanto al punto de unirse a nosotras en un viaje de casi una semana a visitar lugares reales cuyos nombres estaban encriptados en incontables relatos de autores y en particular uno que llegó a conocer a gran parte de nuestro singular clan. Shannah más que nadie sabe que Escocia despierta sentimientos de odio y amor en su hermano los cuales lo forzaron a dejar atrás su legado para comenzar de cero.

   El camino hasta el castillo era un reflejo deforme del revelador viaje de 2011. Shannah bautizó esa travesía como Lewis Skye. Sí lo sé suena como nombre de estrella pop pero el hecho es que tuvimos que desplazarnos entre las dos islas  varias veces para descifrar las coordenadas exactas a las que un autor X se refería en varios de sus escritos. En esta oportunidad no iba a danzar entre dos puntos geográficos. Este era un viaje de ida con fecha abierta de regreso. Como  hasta  desde el aeropuerto de Joensuu hasta el castillo era de un poco más de una hora y tenía tres opciones: ir hasta Lieksa en helicóptero, rentar un carro en el aeropuerto o caminar alrededor de veinte horas y disfrutar de la flora y fauna. Decidí rentar un Mercedes Benz A-class en el aeropuerto. Bueno, Lilith lo hizo. Esa niña se rehusaba a caminar más pues su pueblo ya había vagado por siglos en busca de la tierra prometida.

   Eran cerca de la ocho y media cuando emprendía la travesía de una hora hasta llegar a Lieksa y media hora más para llegar al castillo. Encendí el móvil para ambientar el camino con algo de música de la nube. Accedí a la cuenta familiar y allí estaba con letras en negrita y colores brillantes la última playlist creada por Julian justo el día en que le comenté que debía antender asuntos privados y que me ausentaría un tiempo. La banda sonora de la travesía era una playlist bajo el nombre: ''No excedas los límites de velocidad''. Algo muy considerado de mi hermano  teniendo en cuenta que es fácil controlarse escuchando a AC/DC, la cual era la banda predominante de la lista de reproducción. Mi yo de hace unos años no concebía que antes era incapaz de conducir un automóvil de juguete y ahora si iba a menos de ochenta millas por hora me sentía como una anciana. SUperar tus miedos te hace más osado, menos precavido.

    Mientras sonaba Hells Bells, con nostalgia recordé la primera vez que fui al castillo. Fue después de que mi padre me hubiera llevado con él en una fugaz misión para aniquilar a dos enviados de Elizavetta en las afueras de Maldon en Essex.

     Ese día dejé que la adrenalina se apoderara de mis extremidades las cuales eran seres independientes que daban puñetazos, cuchilladas y patadas.  Mis uñas quebradizas eran garras de oso. Cuando volví en mí, tenía un corazón palpitante entre mis menudas manos. La mirada de Harreck era de espanto. No sé por qué le causó tal estupor si seguramente había visto cosas mucho más aberrantes en su longeva existencia. Mi mirada se debatía entre mi padre y el corazón que no dejaba de latir. En un momento me perdí en el corazón el cual brillaba como charol a la luz de la luna y entonces ese dolor que me recordaba que era mejor permanecer en las sombras comenzó a emerger de mis encías. Como si Harreck pudiera preveer lo que estaba a punto de hacer, arrebató el corazón de mis manos y lo lanzó a metros de distancia. 

     Cerré los ojos e inhalé los aromas del bosque. Poco a poco fui volviendo a la serenidad.

    ''Sé que es difícil controlarte una vez que descubres las particularidades de tu cuerpo''. Dijo de forma empática. ''Cuando la bestia comience a rugir en tu interior, recuerda que eres quien doma a la bestia y no lo contrario''. Aconsejó.




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