El porqué

Mala noche

Pereira/31 de agosto de 2020

Apreciado profesor Fredy Ramírez.

Anoche, en altas horas, un querido amigo intento suicidarse. La ansiedad me invadió en su momento y seguido por un ataque de pánico. Me sentí inútil, tan lejos me encontraba de él… las lágrimas no se detuvieron toda la noche y ahora, aunque no se han derramado, las contengo fuertemente. Corre en mis pensamientos las oraciones como “debo mantenerme fuerte y serena, me necesita”, “debo estar estable”, “debo quedarme despierta y no dejarlo solo”. Él se había despido por mensaje de chat, decía que tal vez no pasaría de esa noche, noche que apodo de maldita, le rogué que no lo  hiciera. Ante mis suplicas decía que nadie se preocuparía si desaparecía, que todos seguiríamos nuestra vida, no sabía cómo darle mi apoyo. Sin embargo siempre sé que si pierdo a un amigo de esa manera no volvería a ser la misma. Si me pregunta desde cuando lo sé, le diría que fue en aquel momento en que Johana Gil se infligió daño por primera vez, aún recuerdo el dolor ajeno que sentía y anoche volví a los sentimientos del pasado como un recuerdo clavado en alguna parte de mi memoria.

En innumerables mensaje le expresé mi cariño y amistad, quería que supiera que al escucharlo y leerlo en ese estado no me gustaba, que siempre me tendría a su lado para apoyarlo. Hubo un momento de histeria porque no contestaba su teléfono, ni mensajes ni llamadas. Pensé lo peor, me dije a mi misma que tenía que encontrar ayuda, así que a medianoche le escribí a mi psicólogo rogándole que contestara en ese instante, contesto esta madrugada y me ayudo con mi querido amigo. En la noche cuando no contestaba ese amigo, les escribí a otros amigos quienes lo conocían pedí que hablaran con él, además pregunte si alguien tenía el número de sus padres hasta que recordé que un día mi amigo había usado mi teléfono para llamar a su padre, busque ese número entre todas las llamadas a desconocidos, pude encontrar lo que buscaba. Primero le escribí, su padre no respondía los mensajes, pensé que perdería la cabeza hasta que mi madre me ayudo a conseguir minutos, pude llamar directamente, contesto, le pedí que revisara que su hijo estuviera bien. Hubo un largo memento en que lo llamaban y no respondía, pensé que había llegado tarde. No sé si es  egoísta de mi parte querer que viviera. Después sus padres lo llamaran y  llamaran, él cogió el teléfono. Le pregunté cómo se encontraba y que estaba preocupada. Antes de llamar al papá tenía la leve sospecha de que estaba dopado, drogado o borracho y temía que cometiera una locura en ese estado. Tenía razón cuando pensé eso, a través del teléfono pude notar que estaba dopado, luego se terminamos la llamada y me escribió, supe el poco interés que le demostraba sus padres, supe que se sentía culpable por el mal estado de su mejor amigo y  la decisión que tomo de darse un tiempo lejos para ser fuerte.

Estoy feliz de que no haya tomado el camino de la muerte y que aun siga con nosotros. 

Ahora recuerdo que si usted, profesor, no me hubiera ayudado ese año en ese estado tan mísero que me encontraba…. Yo habría terminado de la misma manera que mi amigo.

Gracias por leerme, gracias por apoyarme todo este tiempo, gracias por no haberme dejado caer.

Hasta pronto…

-Deys Rowent-

Posdata: me siento mejor después de haber escrito esto… pero, ¿por qué será que nos aferramos tanto a la vida?



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En el texto hay: chica, inseguridades, perdidas

Editado: 31.08.2020

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