Por generaciones, se ha conocido al Rey Salomón como el poseedor de todas las ciencias entendidas por el hombre. La historia nos enseña, que fue el mismo ángel de Dios quien, en una visita al rey, le infundió de toda clase de conocimientos, además del don de la sabiduría que él mismo pidiera, sobre toda suerte de virtudes.
Aquellos conocimientos fueron compilados por el propio rey, en libros que serían entregados a su hijo Roboam, quien por sucesión se haría cargo de los testamentos que contenían todas las ciencias que el Rey Salomón había usado durante su vida y hasta el día de su muerte.
Los rabinos que custodiaban celosamente el lugar secreto del rey, hicieron grabar los libros, hechos de cortezas de cedro y sobre planchas de oro, a fin de conservarlos para la posteridad. Desgraciadamente un incendio acabó con todos esos libros, excepto con dos: el Testamento de Salomón y la Clavícula de Salomón.
Durante siglos, La Clavícula de Salomón, ha cautivado las mentes de los ocultistas, quienes convencidos de que el libro encierra los secretos para invocar los más poderosos espíritus y someter demonios a voluntad, han recurrido a lo indecible, con tal de hacerse de tan preciado objeto.
Sin embargo, el paradero de la clavícula sigue siendo desconocido para la humanidad.
“Maldito quien en vano tomara el Nombre de Dios y maldito quien mal empleara las Ciencias y los bienes con los que Él nos ha enriquecido. Te pido, hijo mío, que grabes bien en tu memoria todo cuanto te digo, para que no se te borre nunca, o, por lo menos, te mando que si no tuvieses deseo de usar para bien los secretos que te enseño, antes eches al fuego este mi testamento, que abusar del poder que te doy de obligar a los espíritus, pues te advierto que estos ángeles bienhechores, cansados de tus ilícitas demandas, podrían ejecutar para tu desdicha las órdenes del Dios supremo, así como para la desdicha de todos los que, mal intencionados, abusaren de los Secretos que se me han revelado.”
Las clavículas de Salomón.