El Portal de los Muertos

8

 ¡Ríndete, Fernando!, ya sabemos que nos hiciste el favor de eliminar al rey… y también sabemos en qué te has convertido.  
–No le hagan daño a mi hija, yo me rindo. 
– ¡Captúrenlo! –gritó, a la vez que no podía ocultar una sonrisa-.  
El capitán tenía claro su plan. De pronto dirigió su atención hacia la niña: 
– Ya no sirve de nada tenerte viva –le dijo a Laura, mientras le enterraba la espada en el lado izquierdo del pecho-.  
A Fernando se le fue la vida en un grito con el nombre de Laura. Mientras lo invadía el dolor de ver a su hija bañada en su propia sangre, una ira superior lo iba poseyendo hasta transformarlo en una gigantesca criatura de aspecto macabro, que con una fuerza sobrenatural acabó con todos los soldados sin problema alguno. 
–Ya eres uno de nosotros –le dijo el capitán, mientras se reía sarcásticamente-, y nosotros no debemos tener lazos familiares, compórtate como lo que eres y en lo que te has convertido. 
El capitán y Fernando, cada uno transfigurado en gigante criatura, iniciaron una dura lucha, cada uno por motivos diferentes: Fernando estaba invadido por el dolor y la ira, por la vida de Laura, mientras que el capitán parecía divertirse entre golpes y burlas porque sabía que el nuevo vampiro ignoraba las consecuencias de su recién adquirida forma de vida: 
–¿Tu rey te contó la verdad?, ¿te lo dijo todo?, ¿te dijo que nosotros iniciábamos guerras nada más para beberle la sangre a nuestros enemigos y no por lo que todo el mundo pensaba que lo estábamos haciendo, ni por honor ni por libertad ni por dinero?, y así mismo nos prohibió luchar y beber sangre. ¡Bien merecido el final que le dimos a nuestro querido rey!  y tú nos ayudaste a que él se entregara en las llamas… tan indefenso que fue. 
Todo esto le decía el Capitán a Fernando, quien estaba malherido, en el piso, y además, añadió: 
̶ Fernando, Fernando… si tú no te vas a unir a nosotros, no hay razón para dejarte con vida.  
Apenas el capitán había pronunciado su amenaza, su voz quedó opacada por el sonido del acero que le atravesaba la mitad del cuerpo. Con las pocas fuerzas, bañada en sangre, pero con el ímpetu de ayudar a su padre, Laura había tomado la espada de uno de los guardias muertos y fue a enfrentar al horrible ser que quiso arrebatarle la vida. 
–Aunque me duela, eso no me mata –gritaba el capitán con una mezcla de dolor y de risa-.  
La valentía de Laura inspiró a Fernando, quien recobró parte de sus fuerzas y siguiendo un instinto que antes no conocía, tomó un trozo del árbol más cercano y, sin dudarlo, lo enterró en el corazón del capitán.  
 



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En el texto hay: amor, fantasia, demonios

Editado: 14.05.2020

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