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Pasaron las horas mientras Fernando y Laura hacían todo tipo de análisis sobre la aparición de ese misterioso ataúd y de la flor, pero de lo que sí estaban seguros era de que estaba relacionado directamente con Laura.

Ya era de noche y ambos estaban exhaustos. Fernando le suplicó a Laura que no durmiera en su habitación, pero ella ya había vivido bastante para saber que de nada servía huir del destino y que, si eso tenía que ver con ella, pues ella quería saberlo, así que decidió dormir donde siempre lo hacía. 

El reloj marcó las tres de la madrugada y una intensa luz salía del ataúd de cristal. Encandilada, Laura abrió los ojos y más pudo la curiosidad que el miedo, por lo que ella decidió acercarse hasta él, pasara lo que pasara. La incertidumbre la acompañaba junto con la sorpresa de presenciar lo que por primera vez veía en seiscientos años. Dentro del ataúd una mano invisible le dejaba un mensaje escrito: “la flor es el alma de tu vida, si la flor muere tú también morirás”.

Impactada por lo que acababa de ver, Laura corrió hacia la habitación de Fernando y después de contarle lo ocurrido, ambos cayeron en un sueño profundo.  

Eran las ocho de la mañana y ambos despertaron con el alboroto en la puerta del apartamento. Se trataba de dos agentes de la policía, quienes buscaban a Laura:

—Buenos días, ¿señor Oxford?... somos detectives de la policía de Nueva York. ¿Vive aquí Laura Oxford?

—Buenos días, sí, ¿en qué podemos servirles?

—Necesitamos hablar con la señorita Oxford, señor, necesitamos saber dónde estuvo ella anoche.

Fernando los mira extrañado, sin embargo, les responde – ella no salió anoche, desde que llego de la escuela no ha salido.

– ¿tiene como demostrarlo? –pregunto el policía

Fernando asintió ­–claro que tengo como demostrarlo, este edificio es uno de los más lujos de la ciudad y tiene cámaras en todas partes, pero no entiendo a qué se debe la pregunta con mi hija.

Laura sale al ver que su padre no regresaba y se extrañó al ver a los policías en la puerta –¿Pasa algo padre? –preguntó preocupada

Los policías la ven y deciden preguntar – ¿tú eres Laura?

Laura asintió en respuesta, aun sin entender –Sí, yo soy Laura. Pero, ¿qué hacen en mi casa?

–Es que tenemos una denuncia de agresión por orden del gobernador para investigarte por la pelea con Carlos –Respondió el policía

– ¿Quién es Carlos? ¿Qué pelea? No sé qué está pasando. Laura, ¿qué está pasando? Explícame, por favor –Pregunto preocupado Fernando, en busca de respuestas. Su mirada se centró en Laura.

–Papá, es que cuando yo iba saliendo de clases, Carlos me paro y me invito a salir. Obviamente, yo no quise y me agarro por los hombros, me quiso robar un beso y yo no me deje. Lo único que hice fue empujarlo para alejarlo y me monté en mi carro para venir directamente a la casa –explicó Laura, poniendo una mano en el hombro de su padre para hacerle saber que no debía preocuparse

Sin embargo, Fernando le da un abrazo sin dejar su preocupación. Pues claro, es su hija de quien estamos hablando, su vida, su todo… –Hija, mi cielo, ¿estás bien? –Laura asintió, confirmándole a su padre que estaba bien. Fernando mira a los policías con un semblante serio, totalmente distinto al que suele tener cuando mira a su hija –¿dónde está el idiota que quiso molestar a mi hija? Quiero hablar con él –demandó.

Los policías se miraron entre ellos y uno respondió –Eso no se va a poder, porque si estamos aquí es porque Carlos está muerto. Necesitamos que nos acompañen a la jefatura.

Laura y Fernando se miraron preocupados, pero deciden acompañar a los policías. En el camino, ninguno de los dos se soltó las manos. Eran todo lo que tenían, el uno al otro, y no planeaban perderse. Una vez llegan a la jefatura, por cuestiones de proceso, los separan para hacer las respectivas investigaciones.