El precio de la corona.

VIII. Mi piel contra la suya.

Jugueteo con mis pies, los cuales están sumergidos en el pequeño estanque, la luna se ve reflejada en el agua y hace que se vuelva más armoniosa mi estadía. Dejo que la brisa nocturna acaricie mi rostro y despeine mi melena rubia, cierro los ojos y me empiezo a relajar, escucho como una rama se quiebra, y ahí es donde le digo adiós a mi paz mental. Volteo y si, efectivamente es Landon, viene con su celular en mano, y se ve algo molesto.

Suelto un suspiro de frustración, volteo hacia una de mis damas de compañía y extiendo mi mano, ella me entrega una toalla y saco mis pies del agua para dejarlos reposar sobre la toalla blanca.

—Necesito hablar con... —alzo la mano para que deje de hablar.

—Miriam, déjanos solos.

La mujer asiente, hace una reverencia y se apresura a desaparecer de mi vista. Me levanto del suelo, con algo de ayuda de la mano de Landon, tomo la toalla y mis zapatillas entre mis manos, camino hasta la banca que tenemos cerca para sentarme, pero impido que él lo haga.

—¿Sobre qué necesitas hablar?

—Necesito pedirle un favor.

—Te notas enojado.

—De eso se trata, pasó algo con una persona que no tolero necesito… —lo interrumpo antes de que salga con una idiotez.

—No mandaré a matar a nadie, mucho menos por hacerte un favor.

Se queda quieto y niega rápidamente, carraspea y ríe nervioso. Parece que no entendió que fue una broma, pero no lo culpo, lo dije con tanta seriedad que hasta yo me creería que sería capaz de acabar con la vida de alguien… sin algún motivo.

—No es eso su majestad. Necesito ir a Los Ángeles, estoy nominado a un premio y uno de los contrincantes es mi adversario en diversas cosas.

—¿Quieres permiso para salir del país? —asiente.

—Y necesito que usted vaya conmigo.

Rio, pero dejo de hacerlo cuando veo que lo está diciendo en serio. No me lo puedo creer. Pestañeo un par de veces intentando poner en contexto todo lo que está pasando, no conforme con que me pide permiso para ausentarse en el castillo, quiere que yo vaya y me arriesgue a salir de mi país. Le extiendo la toalla y estiro mi pie, él entiende perfectamente lo que quiero, bufa mientras se arrodilla y sostiene entre sus manos uno de mis pies. Mientras empieza a secarlo aprovecho para preguntarle algunas cosas que aún no me quedan claras.

—¿Por qué necesita de mi compañía?

—Va a ser mi esposa, —enarco una de mis cejas y resopla— y porque usted seria la venganza perfecta para mi exnovia.

—Así que eres un hombre rencoroso.

—Creo que, si a usted su exnovio la engañara con su rival, y luego le rogara que le diera otra oportunidad y volvió a engañarlo con la misma persona, usted igual sería rencorosa.

—No sé porque asumes que no me pueden o pudieron engañar, pero lo tuyo si fue un golpe muy bajo.

Él me ignora y continúa secando el otro pie, cuando finaliza de este, le paso mis zapatillas y hago que me las coloque, esta vez no se queja, pero aun así se ve que no es su pasatiempo preferido. Aplano mi vestido con ayuda de mis manos para así deshacerme de cualquier arruga que pueda estar presente en la tela.

—La necesito a usted porque sé bien que es muy buena para hacer sentir mal a las personas y necesito de eso.

—Landon, Landon, Landon, yo solo pongo en su lugar a las personas que están bajo mi poder, —lo cual es todo el país de Arnovia— y a personas que me estorben y molesten, así como tú. Esa mujer es tu asunto, no el mío.

Me levanto y empiezo a caminar, él viene detrás de mí, me detiene y me mira fijamente. Su respiración está agitada y sus pupilas dilatadas, lo cual hace que me ponga algo incómoda. Cuando por fin recupera el aliento vuelve a hablar.

—Por lo menos acompáñeme, no me gustaría ir solo. Al menos no esta vez.

—No, ni lo pienses. —digo lo más gélida posible.

—¿No? ¡pero si le acabo de secar los pies a como usted me lo ordenó!

—¿Y crees que con eso podías tener oportunidad de convencerme? Siempre termino consiguiendo que las personas estén a mis pies de alguna u otra forma.

—Es un maldito favor, y solo… —lo interrumpo.

—Yo no le hago favores a nadie, señor Madden.

Él se queda estático, mientras yo continúo caminando para así lograr llegar al interior del castillo, donde Ryan debe de estar esperándome, me cruzo con algunos guardias, los cuales solo se atreven a preguntarme si está todo en orden, y a brindarme una reverencia. Cuando cruzo la puerta mi guardaespaldas rápidamente se coloca a mi lado. No menciona palabra alguna, creo que percibe que no estoy de humor como para formar parte de una conversación amistosa.

Al llegar hasta la puerta de mi alcoba le pido que me traiga algunas pastillas para controlar el dolor de cabeza que me ha empezado a molestar. Mientras él va en busca de aquello, yo me dedico a recostarme en mi cama, cuando cierro los ojos lo único que aparece en mi mente es Landon, tal vez sea porque él es el causante del dolor punzante que tengo ahora mismo.




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