El Precio De Lo Imposible

ENCUENTRO

ENCUENTRO

 

Fernando Altolaguirre

Aún no amanece del todo y ya empezamos con problemas, es increíble tener tanta gente trabajando para uno y que sean completamente inútiles a la hora de resolver esa clase de problemas lo que me hace pensar, ¿para qué los quiero?, sin embargo, aunque para ciertas cosas no sirvan creo que, para otras (sobre todo para el trabajo sucio) sirven bien.

Salí de la cama y fui al balcón en busca de alguno de mis hombres para darle instrucciones y que el problema que me había despertado se solucionara antes de que yo tuviera que intervenir directamente porque si eso pasaban, varias cabezas rodarían literalmente.

- ¡Perro!, ¡Perro!

Al llamado acudió un hombre delgado, calvo, de barba poblada y ojos enmarcados por unas cejas igualmente pobladas, su aspecto recordaba a uno de esos pensadores ilustres de la antigüedad que se suelen encontrar en los libros y aunque de aspecto más o menos enclenque, era bastante musculoso y fuerte pero sobre todo, era uno de mis hombres de más confianza, alguien a quien le podría confiar mi vida y de hecho lo hacía constantemente pues al tener esta clase de negocios siempre tienes que tener a alguien en quien puedas confiar para que te proteja aún con su propia vida y Perro que en realidad se llama Christian, había sido mi amigo desde la infancia, de hecho aprendimos a disparar juntos y me ha acompañado en este negocio desde que empecé hasta que llegué a la cima y no ha sido fácil, en un par de ocasiones casi muere por mí, no hay nadie en el mundo en quien confíe más.

-Dime, patrón.

-Sube cabrón, no te lo voy a gritar.

Unos instantes después llamaba a la puerta de mi habitación. Salí para reunirme con él ignorando a la bella jovencita que dormía tranquilamente en mi cama…una de tantas. No podía negar que era bella, no una beldad extraordinaria pero era agradable a la vista, tenía la cintura pequeña, senos grandes y firmes, nalgas igualmente firmes y redondas, unas delicadas manos con una manicura perfecta, se notaba que era una mujer acostumbrada a la buena vida, o tan buena como podías esperar si te dedicabas a eso y por un momento, por un segundo, me pregunté qué podría haber empujado a una chica como ella a prostituirse, sin embargo, mis pensamientos se fueron en otra dirección y olvidé el asunto para concentrarme en lo que debía decirle a Perro.

-Pon atención. Llamaron del muelle, parece ser que alguien le dio el pitazo a la policía de que íbamos a recibir un cargamento, vuélate para allá, y que llueva plomo, ese cargamento llega porque llega.

-Sí señor.

-Y averigua quién fue el maldito que nos delató, hay que cortar las ramas enfermas antes de que se nos pudra todo el árbol, avísame cuando esté resuelto y más te vale que no te metan un plomazo o tu madre me mata.

-Sin broncas patrón, ya sabe que al Perro no más el diablo se lo lleva.

-Eso espero, órale, vete que se hace tarde.

Perro salió corriendo a cumplir con mi encargo y yo volví a entrar en la habitación esperando poder dormir un poco más sin embargo, al ver a la chica con quien había pasado la noche, no me dieron ganas de volver a acostarme junto a ella, era hermosa de eso no me cabía duda era una belleza bastante cara pero era eso, un producto, algo que había comprado pero que realmente no tenía valor para mí, ella estaba ahí por el fajo de billetes que le daría al amanecer, no porque quisiera estar conmigo y de alguna manera también por miedo, todas las chicas que vienen a mi finca saben a lo que vienen y saben también que la posibilidad de no salir vivas es muy alta, yo jamás he matado a una mujer y jamás lo haría pero ha habido chicas que han muerto porque nos enreda la policía y quedan en medio del fuego, ¿es triste?, no, no en realidad, cada quien busca el ataúd que mejor le acomode y nadie las obliga a venir. Me acomodé la bata y salí al pasillo para ir a buscar un trago y esperar el amanecer y noticias sobre mi embarque, años en este negocio, entregando mis pedidos a tiempo y no iba a permitir que por un maldito bocón mi reputación se arruinara, esas armas iban a llegar a su destino, aunque tuviera que desatar un infierno para eso.

Uno podría pensar que me sentía nervioso, pero no, más que nervios, era coraje, un coraje bastante grande porque odiaba que a pesar de que pagaba miles de pesos a la policía para que me dejaran operar a gusto, nunca faltaba el desgraciado que decidía meter las narices en mis asuntos y por eso luego los matan, no acaban de entenderlo, por otro lado, también me sentía enojado por saber que tal vez, dentro de mi propia familia, hubiera traidores, no había nada que odiara más que a los traidores. Si les das un hogar, las sacas de la miseria en la que viven y les obsequias lo necesario para vivir bien o bueno, más que bien, ¿por qué la necesidad de traicionarte?, no lo entendía y no sólo no lo entendía, sino que no lo perdonaba, una vez que me traicionaban, podrían estar muy seguros de que morirían, yo no conozco el significado de la palabra: “perdón.”

Mientras el amanecer se colaba por las ventanas de la estancia empecé a pensar en que…, tenía más dinero que cualquier persona sobre la faz de la tierra porque el tráfico de drogas y armas es un negocio bastante rentable, tenía todo lo que podía desear y sin embargo de un tiempo a la fecha sentía que algo me faltaba. Cada noche dormía con una mujer diferente, pero ninguna por muy experimentada que fuera lograba calentarme el alma, había conocido mujeres hermosas, divertidas, algunas inteligentes y capaces de ser una excelente compañera para alguien con mi estilo de vida y, aun así, ninguna había logrado cautivarme lo suficiente y era ridículo que pudiendo tener todo lo que quisiera me sintiera vacío…no lo entendía…pero seguía creyendo que tal vez, sólo tal vez, encontraría a la mujer indicada en el más extraño de los lugares.



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En el texto hay: el primer amor, narcos

Editado: 03.10.2021

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