Era una hermosa mañana en la montaña Paos, el viento soplaba suavemente meciéndose entre las copas de los arboles más grandes en un vaivén, el sol brillaba intensamente encargándose de despertar a la montaña entera.
Aquellos rayos solares entraron por una ventana entibiando el rostro de una joven que dormía plácidamente en su cama cubierta de sabanas de seda. Debían ser por lo menos las 9:00 a.m.
Nuevamente Akuma había vuelto a atacarla pero ésta vez había involucrado a terceros; debía hacer algo rápido contra esa maldición, ya que la próxima vez que vuelva a atacar, probablemente lastimaria o capruraria a alguno de sus amigos y era lo que menos deseaba, no ahora que había desarrollado un lazo de amistad con esas dos terrícolas que pusieron sus vidas en riesgo para salvarla.
Restregó sus palmas contra su rostro, bostezó un poco, se estiró ruidosamente, se quitó el cobertor de encima y decidió echar un vistazo al pasillo; su familia todavía seguía durmiendo a pesar que unos pajaritos se pusieron a cantar en las ramas de algunos árboles cercanos,
-"Si que tienen el sueño pesado…"- Pensó ella divertida y salió de la casa.
Piccolo se encontraba entrenando arduamente cuerpo a cuerpo contra una imagen de sí mismo cerca de la cascada, en aquel momento necesitaba algo para entretenerse y que despejara su mente y que mejor oponente que él mismo.
Kalula se encontraba volando no muy lejos de allí y cuando menos se lo esperó, una centelleante esfera de energía se dirigió hacia ella y en una rápida maniobra, logró esquivarla
-¿De dónde salió eso? – se preguntó en voz alta y al elevar su mirada, observó como el namekusei estaba entrenando desde lo alto.
Por una extraña razón, empezó a sentirse atraída por sus movimientos y su estilo de pelea que inconscientemente se quedó a observarlo. Piccolo no había notado su presencia, por lo que aún no se había percatado de cómo le veía mientras luchaba, estaba muy distraído.
Cuando la pelea finalmente concluyó, él preguntó con algo de sarcasmo sin voltear a verla...
– ¿Disfrutaste de la función?
-Ah… Pues… – balbuceó ella. No sabía qué excusa poner, se sentía avergonzada por observarlo mientras peleaba
-¿Qué es lo que quieres Kalula? – le preguntó nuevamente con su tono serio de siempre
Ella sacó de su bolsillo la esfera de cuatro estrellas y se acercó a él
–¿Recuerdas que me contaste sobre las esferas del dragón? ¿Qué pueden cumplir cualquier deseo?
-Si ¿Qué hay con eso?
-Veras, ésto no debe saberlo nadie – le dijo – pero estuve hablando con mis hermanos hace varios días y queremos pedirles un favor.
-¿De qué se trata? – preguntó sin inmutarse
-Queremos pedirles prestadas las esferas: nuestro deseo es que regrese nuestro planeta junto con los habitantes y realzar de nuevo nuestras vidas pero no sin antes haber acabado con Akuma – le explicó con un tono serio
¿Piccolo había escuchado bien? ¿Quería regresar a su planeta una vez que todo esto haya terminado? Bueno, por un lado entendía la razón; primero y principal, por fin ella dejaría de interrumpir su entrenamiento y segundo, volverá a donde ella pertenece junto a los de su raza pero, por otro lado, no estaba tan feliz por la decisión que había tomado…
¿Qué demonios le estaba pasando? Por más quería alegrarse de su decisión… No era así, no quería que ella se fuese… pero… ¿Por qué? No lo entendía… ¿Acaso se debía porque la estimaba, porque perderá a una fuerte y confiable compañera más o acaso involucraba algo más fuerte que todo lo anterior mencionado? El corazón de Piccolo comenzó a estremecerse
-¿Pero qué estás diciendo? ¿Olvidas que primero debemos quitarte esa maldición de tu cuerpo? – le recordó el nameku un tanto exaltado
-Ya lo sé pero ambos sabemos lo poderoso que es Akuma, no pudimos derrotarlo ¿Qué otra opción existe? – le cuestionó ella
-Si te vas, esa maldición te consumirá y atacara a tu planeta ¿Quieres que eso pase? – le preguntó Piccolo un tanto molesto
-¡Claro que no! – le contestó con firmeza – ¡No sería justo que mi planeta pague las consecuencias de ésta maldición, no quiero vuelva a ser destruido!
-Entonces quédate un tiempo más en la Tierra – dijo ya más calmado cruzado de brazos – ya verás que te quitaremos esa maldición
-Solo espero que no sea muy tarde… – murmuró ella un tanto angustiada bajando su mirada, de repente sintió como una mano tocaba su hombro tomándola por sorpresa
-Ten fe, todo se arreglará. – le dijo tranquilamente mirándola fijo a los ojos
Ella suspiró profundamente para calmarse.
–Lo haré… – le dijo con una diminuta sonrisa.
Piccolo no estaba muy seguro de lo que estaba pasando en su corazón, pese a que respetaba y comprendía la decisión de Kalula ¿Por qué reaccionó de esa manera y porque ahora se sentía mal por la noticia? Por unos momentos pareció que estuviese tratando de encubrir sus verdaderas intenciones, debía alegrarse ahora que estará lejos de él pero no era así.
No quería admitirlo pero ella se había vuelto alguien importante para él… Puede que al igual que Gohan…
Despertó de su hipnosis quitando su mano de su hombro sin nada más que decirle y se volteó comenzando con su entrenamiento mentalmente tomando su típica postura de meditación.
Ella no comprendía el comportamiento del namekusei, últimamente estaba actuando un tanto extraño cuando ella estaba cerca de él pero tal vez era su imaginación, puede que estuviera molesto porque interrumpió su entrenamiento pero ella sabía cómo cambiarle el humor
-Piccolo… – comenzó ella, a lo que el guerrero solo abrió un ojo – ¿Quieres que entrenemos un poco?
Había utilizado las palabras adecuadas, consiguiendo una sonrisa de él y que dejara su postura.
–Pero antes de eso… – le mostró cierto objeto en su mano con aire divertido.
-¿Pero qué?
No se había percatado cuándo le había quitado su turbante de la cabeza, sin pensarlo dos veces comenzó a perseguirla.