El príncipe Belkam : Legados de Sangre ll

CAPÍTULO 10: "Misterios por revelarse"

Suelto un suspiro largo y frustrado mientras el agua cala todo mi cuerpo amortiguado, trato de aguantar un poco el dolor que me provoca la lesión que tengo en la pierna e intento distraer mi mente para no pensar en ello. Nunca creí que la mansión de la señora Potts fuera tan grande y refinado por dentro e imagino que de seguro perteneció a una familia muy rica ya que todo aquí es sumamente dispendioso.

¿Por qué mamá huyó de su pueblo natal? ¿Por qué nunca más volvió por la abuela? Pero sobre todo ¿Por qué pelearon? Esas constantes preguntas trastornan mi mente sin contrición.

Cuando salgo de la ducha envuelvo mi cuerpo con una bata que la señora Potts me dio antes, y me quedo contemplando la habitación una vez más luego de salir del baño. Hay unos nuevos vaqueros tendidos sobre la cama y una cremallera roja al lado, mis zapatillas ya no están llenas de fango ya que al parecer la señora Potts se tomó la molestia de limpiarlas mientras me duchaba.

¿Qué pasará ahora?

No dejo de preguntarme aquello, con todo lo que ha pasado, realmente me cuesta pensar en algo positivo, todo lo que tengo en mente son cosas negativas, el sólo hecho de pensar que ya no volveré a ver a Belkam. Ahora más que nunca debería marcharme de este pueblo y contarle todo a Camille, pero, ¿Sería correcto eso? ¿Debería huir como una gallina? ¿Debería quedarme? Cuál de las dos opciones estaría bien.

—Como mirar a Camille luego de enterarme la verdad— parpadeo consternada.

Una vez termino de vestirme salgo de la habitación lista para marcharme, mi mamá no tardaría mucho en llamarme seguramente. Agradezco mentalmente que estos vaqueros sean sueltos ya que no toleraría que siquiera roce mucho mi herida, con suerte antes de ducharme la señora Potts o mejor dicho mi abuela lo curó.

El pasadizo de habitaciones es amplio y con escasa luz, casi puedo notar uno que otro cuadro sobre la pared y cuando estoy a punto de seguir el paso me detengo en uno de los retratos que hay, es mamá, como no reconocerla a pesar de aparentar niñez en aquella imagen, ojos acaramelados y de ojos grandes.

Sonrío a medias.

En el otro retrato sale ella y la señora Potts, ambas con mandiles en la cocina llenas de harina y abrazándose con cierto afecto.

Otra sonrisa se me dibuja en el rostro, esta vez de emoción por unos segundos y luego me siento más que apesadumbrada ¿Por qué se alejaron? Parecían ser tan unidas que me cuesta creer que hoy en día hacen como si no se conocieran, pero más me cuesta creer el hecho de que Camille sea tan fría con su propia madre. Lo que haya sucedido entre ellas dos no puede perdurar tantos años, pienso que un hijo está en la obligación de perdonar a un padre o madre de cualquier error. No creo que la señora Potts sea una mala mujer como para creer que fuera capaz de perjudicar a su propia hija.

Esta vez algo o alguien me toma por sorpresa, me abraza por detrás, con tanto afecto que siento que me va sofocar y cuando me giro para ver quién es no encuentro a nadie. Estoy completamente sola en aquel pasadizo y claramente no dudo en salir corriendo de allí despavorida.  

¿Qué acaba de ocurrir? ¿Qué es todo esto?

En cuanto llego a la sala principal la señora Potts se me queda mirando, permanece al lado del fogón sentada en uno de los muebles individuales.

—¿Estas bien? — pregunta confusa— parece que hubieras visto un fantasma.

—Probablemente eso fue— ladeo la mirada— ¿Acaso vagan espectros en esta casa?

—No que yo sepa.

Resoplo, hastiada de tanto misterio, últimamente me pasaron tantas cosas que quizá fue imaginación mía lo anterior.

—Y-yo ya no quiero dar más problemas así que me marcharé.

—Espera Davina— esta vez se levanta de su lugar mientras me alcanza, una taza caliente de chocolate y luego me lleva al mueble en el que permanecía sentada antes— deberías un rato recobrar el calor en la sangre, estás muy helada.

—Sólo estoy confundida ¿De acuerdo? No sé qué rumbo debo tomar— unas cuantas lagrimas se me escapan sin que pudiera evitar aquello— siento que he vivido engañada todo este tiempo.

—No es tu culpa, al menos no el tema que hay de por medio entre tu madre y yo— baja la mirada un tanto avergonzada— no obstante, creo que lo mejor sería que Camille y tú se marchen de este pueblo, deberías contarle todo lo que te ocurrió la noche anterior a ver si de esta manera deja de ser tan incoherente y se vuelve un poco más creyente.

—¿Me estás diciendo que ella no cree en las leyendas de este pueblo? — trago saliva con dificultad.

—No puedo solo contarte las cosas Davina, no puedo ponerme en esa posición, hay muchos secretos sí, es verdad, tantos que me duele saber que mi nieta está envuelta en ellos y que naciste con esta maldita maldición— me mira con fijeza— ¿No lo entiendes? Es una maldición que perdura desde años atrás.

—¿Entonces sólo debo huir y ya? Olvidarme de todo lo que ocurrió y hacer como si nada hubiera sucedido— más lagrimas brotan de mis ojos— es tan fácil decirlo porque no estás en mi lugar ¿Por qué no sólo me dices que es lo que ocurre? Por favor…

Ruego en la última palabra.

—¡Porque no quiero que te mueras! — grita medio iracunda y afligida a la vez— eso es niña, no quiero que te suceda nada malo y el saber los benditos secretos te llevarán a la ruina.




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