En completo silencio y con la cabeza reclinada sobre la ventana me quedo casi inmóvil en mi lugar, anhelando las gotas de lluvia que caen afuera de casa. Estoy castigada por el resto de mi vida por haber faltado con mi promesa de volver a las 11 pm a casa cuando fui a la feria de juegos y obviamente Camille no quiere hablar conmigo.
Es su forma de decirme que está resentida, la típica ley del hielo que dura al menos por unos días, aunque para mí siempre fue difícil soportar aquello y en cambio ahora tan solo me da igual porque de todas formas no quiero hablar con ella.
No luego de haberme enterado tantas cosas.
Quisiera enfrentarle y preguntar todo sobre la abuela Potts, extraño tanto a papá en momentos como estos, siempre me entendí más con él que con mamá.
—¿No piensas cumplir tu responsabilidad de estudiante? — pregunta desde la puerta de mi habitación que yace entre abierta— se hace tarde.
—Me duele la pierna— me quejo sin dignarme a mirarla.
—No es mi problema que te hayas caído en el fango aquel día— su voz suena distante— siempre hay consecuencias cuando haces algo malo y cuando no obedeces a tu madre.
Resoplo, cansada de todo.
Me levanto del asiento que yace bajo la ventana y tomo mi mochila para luego pasar por su lado sin decir completamente nada.
—Te llevaré a la escuela— dice pareciendo apenada por verme cojear un poco.
—¿La escuela a la que has asistido cuando eras joven también? — esta vez me doy la vuelta dispuesta a enfrentarle.
No sabe que decir, se queda entre sorpresa y corta de palabras.
—¿Q-que? ¿Qué cosas dices?
—¿Vas a seguir mirándome a los ojos y mintiendo? — me relamo los labios iracunda— ya lo sé todo.
—No sé de qué hablas— se da la vuelta incapaz de seguir observándome.
—¿Si? ¿en serio? ¿no lo sabes? ¿quieres quizá que te diga las cosas como son? — esta vez me encamino hasta quedar enfrente de ella— sobre la abuela Potts por ejemplo y tu farsa sobre su supuesta muerte.
—¿Cómo lo sabes? — inclina la cabeza todavía sin poder comprender lo que sucede.
Suelto un suspiro agotado, quiero saber la verdad, pero tampoco quiero que se ponga mal.
—No voy a recriminarte nada— entrecierro los ojos fatigada— tan sólo quiero la verdad.
Asiente con la cabeza.
—Y-yo no sé cómo empezar, ha pasado tanto tiempo desde que la vi y desde que hablé con ella— sus ojos irritados me avisan de que quiere sollozar— parte de que viniera aquí fue por ella, porque la extraño tanto que ya no puedo vivir así. Davina yo solo quisiera que me entiendas.
—¿Qué pasó? — le tomo la mano para hacerle saber que no estoy enfadada con ella.
—Fueron indiferencias entre ambas, peleas continuas por las supersticiones que ella tenía y que yo estaba cansada de oírlas— se limpia las lágrimas que acarician sus mejillas— me negaba a creerlo y creo que me sigo negando, aunque en el fondo temía porque fueran verdad y fue por ello que me marche de Melnik.
—¿Y esas supersticiones tenían que ver conmigo? — pregunto ansiosa por saberlo.
Me mira con sutileza.
—Sí y sobre este pueblo— sonríe con cinismo— yo vi esos ojos amarillos una noche desde la ventana de mi habitación cuando era más joven sabes… parte de lo que me fui fue por eso y por ti.
—Yo también los vi— admito con franqueza— y le pertenecen al hombre más hermoso de este mundo.
—Hablas como ella— frunce el entrecejo— como mi mamá cuando se refería a ese misterioso joven que vagaba en los bosques.
—Tiene razón, sobre todo Camille— me paso una mano por la frente para retirar un pequeño mechón de cabello— parece ser que ambos tenemos un vínculo desde vidas pasadas.
—No— se niega a creerlo— no hables como ella por favor, tú también no, no quiero oír más sobre supersticiones absurdas.
—¿Por qué no quieres aceptarlo? Tú también lo viste.
—Al joven que tu tía también llamada Davina amo? — menea la cabeza— nunca lo vi, pero sé que mi madre también se enamoró de él y que nunca amó a mi padre. Se vio obligada a seguir con su propia vida y a cumplir con el rol de la vida al tener un esposo y una hija, aunque nunca jamás se enamoró de él porque siempre fue un amor no correspondido. El chico del que me hablas siempre tuvo ojos para mi tía y el día en que ella falleció él desapareció por muchos años.
—¿Entonces porque soy igual a esa tía? Si no crees en todo esto porque soy igual a ella solo dime eso— la miro directamente a los ojos.
—No lo sé y no quiero saberlo— camina hacia un lado tratando de evitarme— ya es tarde para la escuela.
—Es que yo me siento tan atraída por él— me quedo mirando esta vez a la nada— y tampoco sé por qué.
Camille se da la vuelta para observarme, entre curiosa y preocupada de oírme.
—¿Él está aquí? ¿Ha vuelto?
—Lo conocí el primer día de clases— suelto otro suspiro— es muy difícil de eludir un rostro tan perfecto como el de él.