El lago encendió cristalizado mientras distinguía el rostro angelical de Vasilisa, quién se hundía poco a poco, sus lágrimas abatían sobre las aguas haciendo su imagen difusa.
Se quedó a contemplar como una efigie el momento, no se daría por vencido ahora, él sabía que se requería más que solo valentía para enfrentar lo que estaba dispuesto a ofrecer, todo por una razón. Nada más que su felicidad, sin importar el costo, aunque fuese una condena eterna.
— ¡¿Qué hiciste?!— Báthory casi balbuceó la pregunta mientras lo miraba atónita— has invocado al Dios del inframundo…
Desmont alzó la barbilla y se dio media vuelta para observar a su hermana.
—Lo hice porque estoy desesperado— dijo antes de intentar aproximarse a ella, no obstante, la princesa lo evitó retrocediendo a pasos firmes.
—Traicionaste al reino de nuestra madre, rompiste las reglas, no sé quién eres… Todo por una mujer— parpadeó dócilmente y abandonó el lugar a pasos apresurados.
El príncipe no le resto importancia, porque su atención persistía centrada en algo peor o quizá algo mejor. El sonido de las burbujas que emergían en el lago lo dejaron sin aliento. La aparición del Dios del inframundo era la causa, se trataba del mismísimo Hades quién había aparecido repentinamente, elevado encima de las aguas rociadas.
Lo observaba con fijeza, un hombre o un ser grande, de cuerpo robusto y rígido como la de un guerrero. Su piel cadavérica relucía bajo la luz de la luna llena y llevaba puesto una túnica gótica. Su melena larga y negra armonizaba su barba, viéndose tan supremo.
—Joven príncipe, descendiente de Zeus, hijo de la ninfa Dionisia— su voz sonó firme en aquel lugar— ¿Qué posees para ofrecerme? Tú me has invocado.
—Sería capaz de brindar mi vida si usted lo quisiera— Desmont ladeó la cabeza mansamente.
—Eso sería muy cómodo para alguien que está sufriendo— hizo una pausa breve— suplicaste mi presencia. Puedo leer los deseos de tu corazón, sé lo que anhelas, pero todo tiene un precio.
El príncipe lo admiró solemne.
— ¿Qué cosa puedo proporcionarle a cambio? ¿Qué es lo que un Dios querría con tal de revivir a mi amada Vasilisa? — preguntó curioso.
—Yo solo quiero una cosa— Hades hizo un silencio súbito— tu Alma.
Desmont se quedó pasmado.
¿Su alma?
Él solo quería su esencia. Claro que estaba dispuesto a darle todo lo que le pidiese, pero… ¿Qué pensaría su madre? Su querida progenitora quién no tenía porque pagar el precio de sus actos. La conocía demasiado como para saber de ante mano que ella sufriría por esto, una traición a los de su especie, lo significativo que sería para Hades obtener el alma de un descendiente de Zeus.
—Pensé que lo anhelabas con desaliento joven príncipe— dijo Hades. Después elevó una mano en un movimiento dócil para hacer surgir el alma de Vasilisa, cristalino pero perceptible, lo justo para destrozar su corazón— podrá volver a su cuerpo antes de la media noche si me das lo que deseo. No necesitas pensarlo, está esperándote, así como tú a ella.
Desmont pestañeó reiteradas veces en un intento fallido de no sollozar.
—Yo te concedo mi Alma— musitó brevemente.
Hades sonrió maligno, la imagen de Vasilisa desapareció, él Dios solo lo había utilizado para hacer caer al príncipe en la tentación y ahora que lo había conseguido le diría recién las reglas de su juego macabro al que estaba acostumbrado.
—Todo favor tiene sus contras— caminó suavemente por encima del lago hasta llegar al césped, aquella túnica que traía no permitía ver sus pies— pero este es el trato, el cuerpo de Vasilisa volverá a tener vida antes de la media noche, ambos podrán vivir una vida juntos así como lo desean, pero, el día de tu sentencia final reclamaré tu Alma porque ahora me pertenece.
— ¿Eso es todo? — preguntó impresionado, no podía ser tan fácil.
—Eso será todo joven príncipe— levantó la barbilla en alto— aunque si la muerte te llega antes por naturaleza nada cambia. Nos veremos pronto.
Dicho aquello desapareció dejándolo solo en aquel lugar, Desmont suspiró aliviado, feliz porque tendría una segunda oportunidad. No se quedó más, salió corriendo de regreso al Castillo, antes de las doce Vasilisa saldría del lago llena de vida como antes y Desmont la esperaría para poder huir juntos y cumplir con lo acordado antes del suceso.
Entró a sus aposentos, alistaría lo necesario antes de ir a la fortaleza mágica, había entrado en completo silencio para no toparse con nadie, no iba a despedirse de sus más allegados. Sin embargo, esta vez volvió a ser interrumpido por su padre Magnus quién acababa de hacer acto de presencia.
—Pensando que podría darte una segunda oportunidad para iniciar de nuevo y tú… mi propio hijo dándome una apuñalada por la espalda— alzó la voz y lo apuntó con el dedo— ¡Nadie tiene el derecho de retarme! ¡Ni siquiera tú que eres mi hijo! ¿Por qué no solo lo has entendido?
—Todo lo que quiero es ser libre— Desmont lo miró furioso y dolido— y si tengo que hacerlo a mi manera que así sea.
Se quitó la corona que llevaba sobre la coronilla y lo aventó con fuerza por el balcón de su habitación incapaz de dar el brazo a torcer a su felicidad. Por el rostro perplejo del Rey Magnus, supo que le había dado en el orgullo testarudo que solía tener.