El príncipe Desmont : Legados de Sangre l

CAPÍTULO 8: "Las raíces de sangre de los Montecasth"

Me quedo quieta en mi lugar, incapaz de articular algún movimiento, es como si me conservara hechizada por la belleza de Desmont, anhelarlo es algo que simplemente quiero hacer en todo momento, algo como una especie de droga y a pesar de que quiero desviar mis ojos de él no puedo.

—El guía del museo tiene razón— hablo de manera pacífica— el rey Magnus creía que tu beldad podía hipnotizar a las personas y es cierto.

—Katrina— me sonríe sin mostrar sus dientes— sólo las personas que quieren pueden dejarse sugestionar por mi presencia, sólo si me ves con otros ojos o si me encuentras interesante.

—No es cierto, no me gustas— miro a mis alrededores, en un intento desesperado, tras sentir como mi sangre se calienta y toma un nuevo rubor en mis mejillas seguramente.

—Puede que no o puede que sí— hace una pausa justa mientras acomoda ambas manos sobre la mesa— pero algo si es seguro, tú me encuentras interesante por el hecho de guardar quizá tantos secretos.

Él tiene toda la razón, lo que quiero es que exponga sus secretos para ya no sentir la carga de hundirme en ellos.

— ¿Ahora si me contarás lo que ocultas? — pregunto más que inquieta.

De momento la señora Poppy entra, junto al carrito de bandeja y me sonríe generosamente.

—Buenas noches príncipe, buenas noches Katrina, hoy Raviol hizo pastas rojas— ella deja un plato para cada uno, mientras que otro fantasma sirve un poco de vino en las copas de plata que yacen a un lado.

—Muchas gracias Amá— musita Desmont.

¿Amá? ¿Qué significa eso? ¿Es otro idioma?

Le devuelvo el gesto a la ama de llaves antes de que se retire del lugar.

— ¿Y bueno, responderás a lo que dije anteriormente? Quieres mi ayuda, seré a quién sacrifiques en tus planes de venganza y resurrección a tu hermana. Al menos merezco morir sabiendo la verdad.

—Todo lo que quiero y siempre quise fue revivir a Vasilisa— sus palabras me dejan helada y de algún modo desencantada.

¿Y que esperaba realmente?

Que él viera algo en mí siquiera cuando tan sólo soy la esperanza para revivir a su hermana. Ya se enamoró, siglos atrás y eso nadie puede cambiarlo.

No puedo sentirme atraída siquiera por un ser como él.

—Suena lindo cuando se trata de amor Desmont, pero no puedes pagar los contras con la vida de otras personas— muevo la cabeza en negación.

—No hay contras Katrina— habla tan pacifico— ¿Tienes idea de porque mi hermana Báthory es tan importante en todo esto? no sabes nada.

Niego nuevamente con la cabeza.

¿Cómo quiere que lo sepa si no me cuenta nada tampoco?

—Hace siglos cuando mi padre, el Rey Magnus, fué un joven de tan solo 22 años, ya siendo un Rey e hijo huérfano. Fue a navegar a tierras lejanas junto a sus tropas tras un acuerdo que hizo con los griegos respecto a su gobierno. Se topó con una Isla que a simple vista parecía ser lúgubre, pensó que sería una trampa ya que había caído a tal lugar a pedido del Rey de Grecia, pensó que había faltado a su promesa de ser aliados y que esto se trataba de una emboscada pero, consecuentemente, fue ahí en donde encontró a quién sería su amada esposa. Dionisia, mi querida madre, la única reina de su especie.

— ¿De su especie? — pregunto, más que embrollada.

—Resulta que esta Isla, en tierras griegas, estaba habitado por ninfas e hijas legitimas del Dios Zeus— hace una pausa breve— fue una prueba de aliados y es así como yo y mi hermana Báthory nacimos mitad humanos y mitad ninfos. Una especie de seres concedidos de pura divinidad ¿Ahora entiendes la justificación de mi beldad? son nuestras características.

— ¿Tu hermana también?

—Mi hermana, en realidad obtuvo otra cosa, de este tipo de mezclas entre humanos y seres de otro mundo pueden salir variedades de especies. Báthory nació hechicera por naturaleza— sonríe a medias— fue ella quién dio un don a cada integrante importante de este castillo.

Resoplo, sorprendida.

¿En serio?

Todo esto es tan insólito y nuevo para mí, nada de lo que dijo el guía ha podido siquiera asemejarse en algo de la verdadera historia de los Montecasth.

Desmont ladea la cabeza suavemente.

—Todo lo que el Dios del inframundo hizo, fue cumplir su promesa. Me otorgó la oportunidad de que alguien me libere, pero nunca jamás aludió que todo vendría con su ferocidad por encima— me mira a los ojos firmemente— poner a Vasilisa muy cerca de mí en un sueño profundo y tener que anhelarla con la impotencia de no poder levantarla fue una de las jugadas más inhumanas que hizo.

Siento lastima por él.

— ¿A qué costo? Todo tiene un precio— y no me imagino el suyo.

¿Puede valer tanto su querida Vasilisa?

—Mi alma le pertenece desde ya, pues tener a uno de los integrantes de la familia de Zeus para Hades, es más que un triunfo— suspira acongojado— estuve en el inframundo Katrina. Un lugar triste que solo se cruza a través de un mar de almas que piden a llantos ayuda y misericordia por ellos.




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