El principe y la Hechicera

1.EL PRÍNCIPE QUE TODO LO TENIA

Erase una vez en un lejano país, donde vivía un rey y una reina, su reino Lefreya era la más próspera, su ciudad la más hermosa y sus habitantes lo más felices que jamás se hayan visto, aquellos reyes reinaban con sabiduría y amabilidad, su felicidad pronto se vio colmada por un hijo, la reina trajo al mundo a un varón, algo que alegró enormemente al rey, ya que tenía a su heredero al trono, aquel niño que trajo tanta felicidad, tuvo un nombre acorde a su linaje, su nombre fue Edgar, el niño fue siempre colmado con todos sus caprichos, nunca le faltó de nada, a la edad de los 10 años, era feliz y tenía todo lo que necesitaba para divertirse, pero eso no era suficiente, así que siempre se escapaba por su balcón, su cuarto está en un segundo piso, aun asi tenia la suerte de que había crecido un gran árbol al lado y saltaba a él, por el cual descendía hasta el patio y luego gracias a las enredaderas robustas que cubrian los muros, Edgar trepaba e iba a la ciudad, su huidas eran siempre nocturnas y siempre iba encapuchado para pasar desapercibido, iba caminando por las calles ahora vacías de la ciudad y escucho unas risas, intrigado se acercó a un callejón y vio a tres muchacho jugando, parecían estar divirtiéndose con una pelota que peteaban entre ellos, Edgar al verlos quiso participar, así que se acercó a ellos, estos tres muchacho al escucharlo se detuvieron y le miraron, Edgar estaba algo asustado, ninguno decía nada solo le miraban, así que Edgar señaló a la pelota y dijo.

- puedo jugar yo también.

uno de los muchachos pateó la pelota hacia Edgar y este sonrió, este  le pateo de vuelta al chico y comenzaron a jugar entre ellos, durante horas jugaron, hasta que Edgar se dio cuenta de que era tarde, el alba estaba ya próximo, el cielo empezaba a clarear y tuvo que irse corriendo sin despedirse, corrió por las calles y trepó por el muro con habilidad, agarrándose a pequeños resquicios que había y paso al patio, siguió corriendo y trepó por el árbol hasta lo más alto, saltó a su balcón y se quitó la capucha, se metió en la cama y se quedó dormido pocas horas después fue despertado por su criada, corrió las cortinas y los rayos de sol entraron por la ventana.

- no, aun no estoy cansado, quiero dormir más.

Edgar se negaba a levantarse por la larga noche que había estado despierto, pero la criada había sido mandada por la mismísima reina.

- lo siento señorito, pero su madre me ha ordenado que le despierte, ya son casi las dos de la mañana y hoy tiene clases.

las órdenes eran claras y venían de su madre, así que Edgar de mala gana se levantó, la criada lo vistió y lo llevó abajo, Edgar no iba al colegio como todos los demás niños, él tenía un profesor particular que le enseñaba allí mismo en su casa, al bajar, su madre lo esperaba abajo con mala cara y se acerco a el, ella se agacho y le miro a los ojos, le miró directamente sin apartar la mirada, como si pudiera ver más allá de su alma.

- Edgar, has pasado otra noche fuera de casa, sabes que tienes prohibido salir del castillo, porque no obedeces, esto no puede seguir así, no quiero volver a ver que te escapas y te vas por ahí tú solo lo has entendido.

Edgar agacho la cabeza avergonzado y no sabia como lo hacía su madre para saberlo, pero siempre acababa descubriendole, su madre lo agarró de la mano y se lo llevó al gran salón, donde ya tenían preparado el desayuno en la gran mesa, con una comida copiosa y llena de manjares, Edgar se sentó y se llenó el plato con todo lo que le gustaba, bollos rellenos de crema, galletas bañadas en chocolate y una gran cantidad de pasteles de todos los sabores y colores, su madre le vio y le detuvo.

- Edgar cariño, no vas a poder con todo eso, vacia tu plato y coge solo lo que vas a comer, anda deja todo eso y coge tres o cuatro cosas, venga obedece.

Edgar obedeció y dejo todo, excepto el bollo relleno de crema, las galleta bañadas en chocolate y un trozo de pastel de arándano que tanto le gustaba, despues cogio una taza, la lleno de leche y empezó a comer, tras media hora y haberlo comido todo, se levantó, pero su madre tosió mientras le miraba.

- Edgar, que se dice al terminar y levantarse de la mesa. 

- gracias por la comida, puedo levantarme de la mesa.

La reina asintió con elegancia afirmativamente y Edgar se levantó marchándose a sus clases, el profesor Spraut le esperaba ya de pie, escribiendo en un gran pizarra empotrada en la pared, al ver entrar Edgar sonrió y se acercó a él.

- hoy señorito, toca clase de geografia, filosofia y para terminar buenos modales, espero que este despierto y con ganas para empezar.

El profesor Spraut tenia la mania de sonreirle y decirle las cosas que tenía para empezar a diario, siempre tan animado tan enérgico y con esa cara regordeta, llena de arrugas y con esa barba frondosa y que le colgaba hasta el pecho, no le hacía ninguna gracia, pero él se sentaba y escuchaba con atención cada lección que tenía que darle, al acabar terminaba agotado mentalmente y solo quería descansar o estar haciendo el vago, sin tener que pensar más y eso era lo que hacía, salía al gran jardín que tenía y allí se sentaba en la hierba, y miraba al lejano horizonte, solo dejaba que todo sucediera y ver como el sol caía hasta el anochecer, y cada noche se escapaba hasta que cumplió los 15 años una noche mientras estaba paseando por las calles de la ciudad escuchó el anuncio de uno de los mensajeros del reino que gritaba a los cuatro vientos corriendo por las calles una terrible noticia.



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En el texto hay: fantasia, amor, magia

Editado: 10.03.2019

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