El problema del príncipe relacionado a sus transformaciones es un tema que Adela buscó atender de inmediato, no sólo por ayudar al zorro, sino, por la curiosidad que le causaba.
Es una mujer a la que le encanta leer, crear, descubrir y solucionar problemas. No tardó mucho en desarrollar una cura. Después de charlas, investigaciones y pruebas, ofreció su proyecto final a Liam.
—Eres capaz de prevenir cuándo vas a transformarte y esa es una variable que podemos usar a nuestro favor. En base al análisis de tus experiencias, tu transformación se da de tres a cuatros días después de que sufres un estrés muy grande. Tal vez por eso tus hermanos pueden controlarlo, lograron gestionar sus emociones. Tú puedes hacer lo mismo y hasta que lo logres, vamos a usar esto. —Enseñó un colgante redondo y metálico.
Tiene una tapa perforada de acuerdo a un patrón atractivo y su interior es de color naranja.
—¿Qué es esto? —preguntó mientras ella cuelga el medallón en su cuello.
—Es un collar difusor. Está relacionado con la aromaterapia, es lo ideal para ti que siempre estás en movimiento. Verás, lo que hay en su interior es piedra volcánica, donde se agrega el aceite o esencia deseada. Estuve investigando plantas y frutos que son irresistibles para los zorros y encontré lo ideal para el caso. Diseñé una fragancia de frutillas y otros alimentos, es una maravilla.
—Huele dulce —dijo Liam con el medallón cerca de su nariz.
—Ahora te huele dulce, pero en esos momentos cuando sientas el sentimiento de transformación será como una droga que va a aliviar tu pesar. Por ende, detendrá el cambio de apariencia.
—¿En serio? ¿De verdad crees que funcione?
—Tenemos mucho tiempo para ponerlo a prueba, pero estoy segura de que funciona. De cualquier modo, seguiré siendo tu coartada en caso de que fallé.
Liam analizó mejor el colgante, mientras Adela guardaba todo lo que ocupó para la demostración.
—¿Dónde hiciste esto? Jamás vi un colgante igual.
—Fui al pueblo. Ya tenía en mente la idea, solo me ayudaron a fabricarlo.
—Vaya. —Lo ve colgado en su cuello.
—También aproveché y pedí que me ayudaran con otra cosa —tomó una bolsa y fue atrás del biombo.
El príncipe estaba embobado en la función y diseño de su nuevo accesorio. Le gustaba su tamaño discreto, podría llevarlo a todos lados sin que fuera molesto.
—¿Qué otra cosa hiciste? —revisó unos papeles de Adela, orgulloso de ver el cómo un prototipo se convirtió en algo real.
—Esto —Adela salió del biombo.
Tan pronto la vio, Liam se sonrojó tras dar un brinco en su lugar. Adela traía puesto un traje de elfo que confeccionó en el pueblo. Cabe destacar que este vestuario es muy revelador, no con la intención de ser atractivo o sensual, es simple y meramente por comodidad y frescura. Esto da a entender, porque le costó tanto adaptarse a vestidos ostentosos, junto con capas y subcapas de ropa. La princesa se sentía muy a gusto de poder revivir sus costumbres, pero el zorro estallaba de la vergüenza.
Veía las piernas de su princesa hasta la mitad del muslo, hombros y brazos descubiertos, y un juego de agujetas entrelazadas era lo único que cubrían el centro de su torso. En conclusión, era demasiada piel para sus ojos naranjas. No es algo que acostumbre ni mucho menos que entre en lo correcto para una princesa.
—Llevé uno de esos vestidos feos que tenía en el armario y lo corté para poder confeccionar esto —explicó mientras arreglaba detalles frente al espejo—. ¿Te gusta? —Volteó con Liam.
—¿A-así es como vestías a-antes? —Su mano tiembla mientras la señala.
No sabe si sentirse culpable por saber que su princesa destrozó un vestido real y que tomó mucha dedicación, materiales valiosos y horas de trabajo manual y artesanal o por no poder separar la vista de todo lo que tiene en frente.
—Sí. Incluso pude hacer unos zapatos cómodos —enseñó su nuevo calzado y volvió al espejo—. Aunque, creo que se rasparon un poco de las puntas.
Se empinó para sacudirlos y ahora sí, Liam volteó para otro lado lleno de paranoia. No vaya a ser que viera algo en esa retaguardia que no debiera.
—¿Qué te pasa? —Adela notó su mirada en otra parte. Se incorporó—. ¿No te gusta mi traje?
—N-no es eso. Es solo que, creo que deberías cubrirte con algo.
—¿Por? ¿No quieres que nadie más me vea así? —Sonrió pícara.
—¿Qué? No. Es solo que va en contra de las normas de vestimenta. —Ya no sabe cómo cubrir su vista—. Sé que es parte de tu mundo y cultura, pero esto sí no puedo permitírtelo. Al menos, no puedo dejar que salgas de aquí vestida así. La corona te llamará muy fuerte la atención por exhibirte de tal manera.
Adela torció la boca. ¿Será eso verdad?
—¿No será que a ti no te gusta?
—Ah... bueno, es que, es la educación que tuve. Nunca me ha agradado dejar ver mucho de mi cuerpo. A parte de que mis vestuarios cubren todo. En algunas peleas, han roto mi ropa con lanzas, provocándome cicatrices, pero me duele más que rasguen la tela. Me incómoda sentirme descubierto. P-pero volviendo al tema, en verdad no puedes salir así.
—Está bien... seguiré usando la ropa fea y estorbosa.
Aliviado, Liam fue al baño para cambiarse. Adela pensó un momento en todo y decidió que iba a sacar provecho de su sacrificio.
Fue hacia el baño, abrió sin tocar y se metió sin más. El príncipe que estaba a mitad de su proceso (con solo pantalón y una delgada camisa a medio poner) se cubrió lo mejor que pudo. No se esperaba una interrupción así.
—Ya lo pensé mejor y tomé una decisión —cerró la puerta detrás de ella para luego caminar con él—. Yo no voy a salir así a los pasillos, pero solo si tú me dejas verte.
—¿V-verme?
—Con menos ropa —explicó obvia.
Las orejas del zorro se echaron para atrás, sus ojos crecieron y se cubrió aún más.
—¿P-por qué quieres eso?
—Porque creo que es lo justo. Además, ya somos adultos y al ser una pareja no veo qué tiene de malo.
—No debemos hacer esto, está mal.
—Ay, solo poquito. No te va a entrar un aire por dejarme ver un poco.
Comenzaron a pelear a manotazos. La disputa quiso parar cuando Adela usó la psicología inversa haciéndole creer que lo dejaría en paz, pero solo fue una trampa para hacerlo bajar la guardia. Cuando lo vio más tranquilo, atacó. Desabotonó toda la camisa con solo pasar un dedo por encima de la tapeta. Él brincó del susto, pero fue demasiado tarde para mantener sus músculos cubiertos. Todo su torso había quedado totalmente expuesto.
—¡Adela! —Se recargó en un mueble, se giró un poco y buscó cerrar la abertura con la palma.
—Tienes un cuerpo de hombre normal, ¿por qué nos hacen esperar tanto? Pensé que la demora iba a compensar algo malo, pero eres perfectamente normal.
—Tienen que pasar varias cosas antes de mostrarnos por completo.
—Eso suena aburrido. Puedo enseñarte lo que quieras de mí ahora. —Tomó su ropa con la intención de abrirla.
—¡No! —Se dio la vuelta y cubrió sus ojos—. No por favor. No debemos ir en contra de las reglas.
Adela ya se había cansado de seguir protocolos, era momento de ejercer sus derechos como esposa. Tiró la camisa por la espalda y terminó por quitársela a Liam.
—¡Ya deja de desvestirme! —Su coraje no le duró mucho.
Verla con sus ojos fijos en él lo hizo avergonzarse. Ya no tenía con qué cubrirse, estaba exhibido sin oportunidad de escapar. No le quedo más que apretar los puños y esperar a que el mal momento pasara.
—Deja de verme así —desvió la mirada temblorosa—. Me siento incómodo.
—Tu musculatura es bonita.
—¿Eh?
—Tu torso y tu espalda me gustan. Tienes una bonita definición, no te ves exagerado.
—¿Debo decirte gracias?
—No, solo es un cumplido.
Cansado, tomó asiento y masajeó su cuello.
—No soy tan perfecto como te imaginas.
—¿A qué te refieres?
—Muy pronto voy a tener que ir a mi sesión de retoque.
—¿Qué es eso?
—Son citas donde... voy a que me ayuden a esconder mis defectos.
—¿Cuáles? Yo no te veo ninguno.
Este es un paso que para un príncipe no es nada fácil dar. Mostrar tus heridas o cicatrices y esperar que no se aprovechen de ellas es algo muy complicado y que causa mucho miedo. Aunque siendo esposos es algo que debe pasar, ¿no?
—Como príncipes tenemos que mostrar una imagen idónea e impecable. Mi cuerpo ha pasado por muchos cambios y han dejado marcas que intervienen con la apariencia ideal que debo mostrar.
Se acercó con ella e hizo ver con más detalle todas las estrías que había en su piel. Pecho, brazos, vientre, hombros, espalda, fue algo sorprendente, pues Adela ni las había notado en un inicio. Eso y las cicatrices que había en ciertos rincones por batallas y entrenamientos pasados.
—Con cada entrenamiento exigente que enfrento salen más y las que ya tenía se vuelven muy evidentes. Por eso las tratan cada cierto tiempo. También... tengo que someter a mi cabello para que obtenga una apariencia lisa, brillante y sana. Mi cabello por naturaleza es de tipo quebrado, pero un príncipe no puede andar por la vida con pelos ondulados o llenos de volumen. Ha llegado a pasar que de tantos procesos se me cae o se maltrata muy feo, pero ya me acostumbré a que es algo por lo que debo pasar. Sabiendo esto... dudo que puedas decir que te gusta mi cuerpo. No puedo ser atractivo con tantos defectos.
La persona menospreciada escucha tantos menosprecios, que ni siquiera se cuestiona si las palabras son ciertas o no.
Adela se quedó en silencio por un momento. Cosa que hizo creer a Liam malas sensaciones. ¿Acaso ya había comenzado a despreciarlo?
—¿Por qué lo dices como si fueras el único que pasa por esto?
Pasó la mano por su cabello y dejo ver todos los pelos que se habían desprendido con el simple roce. Descubrió un poco su cintura y mostró las estrías que tenía a los costados.
—Si crees que esto es imperfección, entonces todos estamos igual. ¿Y sabes por qué? Porque esto representa de donde venimos. Ven aquí, voy a mostrarte algo.
Salieron a la habitación, Adela buscó entre sus libros y cuando encontró el indicado, regresó con el príncipe. Se sentaron al borde de la cama, abrió en cierta página y miró con él.
—Somos la naturaleza, Liam. Nuestras manos son como las raíces de los árboles, los moretones son del mismo color que las galaxias, las venas de una hoja son como las líneas de nuestras palmas, los bronquiolos de nuestros pulmones son como las ramas de un árbol, los lunares en la piel son como las estrellas en el infinito, los relámpagos en el cielo nublado son como las venas en nuestros párpados, nuestra piel erizada es como la de un nopal con espinas, nuestras arrugas son como la textura de una montaña. Como estos hay muchos ejemplos más y eso no significa algo malo, significa que estamos conectados con lo que nos rodea. Unos con otros.
Por un momento Liam dejó de ver el libro y comenzó a verla a ella.
—Y si crees que todo lo que hay en ti y lo que te pasa está mal, entonces estás criticando a la naturaleza misma. Deberías dejar de obsesionarte con la perfección, porque no existe. ¿Entendiste? —volteó a verlo.
—Qué bonita eres.
—¿Qué?
—D-digo, qué cosas tan bonitas dices.
Agachó la vista apenado, sacando humo a topes por las orejas. Adela le sonrió.
—Ahora es cuando me das un beso —lo golpeó por el costado amistosa.
—La verdad es... que sí me dan ganas.
—Entonces, ¿qué esperas?
La tomó por los costados de la cabeza, unió sus frentes con una sonrisa en el rostro y una vez terminó, la abrazó. Adela quedó un poco decepcionada, había olvidado que el gesto "beso" aquí es muy diferente que al de su casa.
—Sí, muy bonito, ¿pero no podríamos intentar con algo más... no sé, íntimo?
—¿Más que esto?
—Sí. Existe otro beso además del que me diste ahora.
—¿Te refieres al de tu mundo?
—Así es.
—No lo sé, Adela —dijo después suspirar—. No termino de convencerme de que eso sea agradable.
La princesa no lo dejó hablar más y le robó un beso de piquito. El príncipe saltó.
—¿Por qué hiciste eso? —Se alejó un poco.
—Es un beso robado
—¿Y por qué me robas?
—Por simple cortejo.
La princesa buscó una continuación, pero ni porque abrazó al zorro por el cuello logró su cometido. El príncipe solo se reclinaba en sentido contario para mantener su boca libre.
—¡Deja de retroceder! Es una bonita experiencia, te lo juro.
—No sé si puedo creerte.
—Si no me dejas enseñarte no me vas a creer nunca. Vamos, solo uno.
—¡No! Es que... —moderó su tono de voz— no me parece algo adecuado. Es algo nuevo para mí y no me siento con tanta confianza como para experimentar. Es muy raro.
Adela entendió que igual y se estaba dejando llevar por sus ganas, tenía que ser aún más paciente si quería que Liam accediera a esto.
—No lo veas como algo desconocido, no lo es. Cuando besas manos de doncellas no sientes repulsión, ¿o sí?
—No.
—Entonces haz lo mismo, solo que con mi boca. Empezaremos por simples picos, ¿de acuerdo?
Sabiendo que no la iba a satisfacer con nada que no fuera esto, Liam accedió a tragarse su vergüenza y tratar de aprender.
Adela cumplió su palabra. Parecían pollos comiendo maíz en el campo las primeras veces y poco a poco unos labios dieron cariño al labio superior del otro. No terminaba de resultar extraña para Liam la sensación babosa y cálida encima suyo, pero de algún modo se sentía bien.
No quiso aceptarlo a viva voz y cuando se cansó de la práctica, lo hizo saber al levantarse.
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Editado: 02.05.2025