El psicólogo incompetente

Capítulo 8 ?

Vuelvo a ser despertado en medio de la madrugada por gritos, sé que no me quiere cerca pero igual corro a su habitación. No puedo evitar lamentarme por ella, tan sola, tan indefensa, y todos a su alrededor llamándola “problemática”, “loca”. También lo siento por mí que no he podido dormir hace varias noches. Me mira asombrada cuando logro sacarla de la pesadilla, la desesperación, el miedo, se ven reflejados en sus ojos. 

—Por favor, no te vayas —me pide con una voz débil entre sollozos agarrando mi brazo con fuerza. 

—Shh, —la tengo entre mis brazos —No me iré, duerme tranquila.

 Me quedo en silencio acariciando su pelo, arrullándola, hasta sus ojos vuelven a cerrarse. La coloco con delicadeza en el colchón y la cubro con la sábana. Cuánto daño y sufrimiento para una persona tan joven. Regreso a mi cuarto arrastrando los pies, mi cuerpo se desploma solo sobre él colchón. No creo que pueda acostumbrarme a esto por más heroico que parezca y que me guste ayudarla. Mis ojos se cierran involuntariamente.

(…)

La fuerza viene a mi cuando la extraigo de otros, la necesito, ellos son remplazables, yo no, yo soy eterna. Pero si empezasen a faltar piezas de este estúpido lugar mi permanencia correría peligro, y no quiero eso, no por ahora que soy tan débil, tan vulnerable.

Necesito el control primero, controlarla a ella, controlarlo a él. Tan estúpido e ingenuo jugando a al caballero de brillante armadura. Tan solo necesito un poco de mi fuerza para poder manipularla. 

El cuello es un lugar muy estúpido y visible, —paso la mano palpando su piel, sintiendo las venas y las arterias de mi víctima, tan suave, tan blanca, pagará todos los latigazos que abrieron mi espalda. Escaneo que parte de su sistema es el más jugoso y potente. Me arrodillo frente a ella, no sé mueve pero sé que está consiente, así aprenderá la próxima vez que quiera pensar meterse conmigo.

Hundo mis colmillos en su muslo. Bebo despacio, saboreando cada gota, dejando que baje por mi garganta a un ritmo lento. Sé que no puede descontrolarme y debo renunciar al impulso de matarla, para eso habrá tiempo. Unas gotas caen al suelo al retirar mis labios de su piel, manchándolo con el fino carmesí. 

Limpio los bordes de sus labios con un suave movimiento de mi lengua. Me levanto del suelo, me siento bien, poderosa. La miro directamente a los ojos para hacer que lo olvide todo, el placer se quedará solo para mí. Mi platillo se retira de la habitación de forma silenciosa —Es insuficiente, no puedo sobrevivir así, con una pizca de lo que de verdad soy.

 ¡Malditas cuatro paredes! Sé paciente, la libertad está cerca.

(…)

Despierto con esas imágenes desagradables en mi cabeza, James me abraza, no quiero pero acepto su toque. Tengo miedo, tengo miedo de que esos sueños sean reales y esté perdiendo el control de mi cuerpo. El pasa sus manos por mi pelo. 

No sé si puedo confiar en él, no sé si es uno de ellos. ¿Y si lo mandaron para controlarme? ¿Para descubrir cómo pueden acabar conmigo? No la quiero a ella, pero si se va yo también. Una voz dulce sale de sus labios, como una canción de cuna. No sé por qué su me transmite tranquilidad. Me gustaría tener a alguien a quien contarle todo, a quien pedirle ayuda. Ya me han lastimado demasiado, ya me han abandonado demasiado. No quiero correr el mismo destino de mis padres, pero tampoco quiero el destino que me ofrecen ellos. ¿James será la persona correcta?

 

(…)

—Debes acercarte a él, mantenerlo controlado 

Me asomo corriendo lo suficiente la cortina para separarla de ventana y conseguir una vista clara de su habitación que queda casi paralela a esta. Mi padre sigue nervioso paseándose frente al sillón donde Chester está sentado.

—Es en serio Ann, no podemos dejar que sepa nada de lo que pasa aquí.

— ¿Y por qué no solo lo despiden? —refuto. Sería más fácil que obligarme a pasar tiempo con él solo para espiarlo.

—No podemos —se resigna Chester, está de un humor insoportable —Es el hijo de uno de nuestros miembros.

—Aun no entiendo porque no tuvo una formación como el resto de los legados. 

Yo hubiese querido tener un destino diferente a podrirme en esta escuela.

—Su padre no quiso, por cómo murió su madre. —explica Chester.

—Pensé que morir por los Yo Soy La Luz, era el máximo honor. —tal vez se note el cinismo en mi voz.

— ¡Lo es! —me grita mi padre al pensar que dudo de nuestra misión —Debes conquistar a ese chico, no importa lo que tengas que hacer ¿me entiendes?

Que me vea como un estúpido pedazo de carne, a mi a su única hija, es algo que nunca dejará de molestarme.

—Si tranquilo, solo me estoy haciendo la difícil para llamar su atención, sé que nunca te ha costado entregar mi piel a otros hombres, —veo a Chester de reojo, sé que puede notar el asco en ellos pero dudo que le importe —Por el bien de la organización claro.

No soy tonta, sé que James solo se me ha acercado para sacarme información, es tan evidente en cada una de nuestras interacciones. Pero dos pueden jugar a este juego. 

—Júralo —me exige Chester.

—Lo juro. —digo sin necesidad de titubear. 

No es como que pudiese negarme. 

—Bien —responde Chester complaciente —Hemos terminado la reunión por hoy. Jonas —dice refiriéndose a mi padre —recuerda llevarle el regalo al ministro de salubridad, para que no haga más preguntas por la estúpida carta. 

—Ya está hecho. 

Mi padre avanza hacia la puerta y sale, yo lo sigo a unos pocos pasos. La mano de Chester me detiene antes de cruzar el umbral. Pasa la otra por mis cabellos y mi piel se eriza, dios como detesto a ese hombre.

—Tú puedes quedarte Ann. —me susurra pegándose a mi oído.

—Tengo cosas que hacer en la mañana —intento escabullirme pero su mano pasa a estar en mi cintura.

—Creo que no has entendido, quédate.



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En el texto hay: misterio, amor, vampiro

Editado: 10.11.2022

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