Raúl conducía en silencio, no habían dicho nada desde que salieron de la casa del ex-cura, Diego solo lo miraba además ¿Que podía decir? La solución de todo era quemar la casa, la casa de su padre, no era algo que pudiera decidir a la primera.
- mi familia es un asco - hablo Raúl sin mirarlo - ahora entiendo el por qué nuestra vida siempre ha sido tan difícil.
- tú no tienes la culpa, ni tú padre.
- lo sé, solo estamos pagando las consecuencias.
- ¿Piensas quemar la casa? - pregunto un poco incómodo, pero debía saber.
- ¿Que opciones tengo? - dijo sonriendo amargamente - ambas harían sufrir a mi padre, pero quemar todo hará que termine.
- ¿Cuando quieres hacerlo?
- lo haré hoy.
- ¿Hoy? ¿Qué pasa con las chicas?
- vamos a casa de mi suegra y hablaré con Lidia, tu habla con Cintia si quieres, pero quiero terminar esto lo más pronto posible.
- te ayudaré - dijo Diego mirándolo seriamente, Raúl lo miró agradecido - pero necesitamos más ayuda.
- no involucrare a las chicas.
- yo hablo de Pedro y Martín.
- no lo sé, podría decirle a Pedro, pero no quisiera involucrar a Martín.
- con Pedro será suficiente entonces.
Llegaron a la casa de su suegra y al bajar del auto, salió Lidia a recibirlos, la sonrisa que traía se esfumo al ver la seriedad que traía su esposo, la tomó de la mano y le dijo que llamara a Pedro, ella corrió a buscarlo. Cintia y Martín salieron a su encuentro y Diego tomó a Cintia por el brazo, le dijo que tenían que hablar, al llegar Pedro se reunieron todos, Martín insistió en quedarse, pero Lidia lo envío a casa y este se fue enojado. Estaba comenzando a hacer calor, se escuchaban unos ladridos a lo lejos, Raúl fue breve y conciso pero muy específico sin omitir u olvidar ningún detalle, al terminar Lidia lo miraba con lágrimas en los ojos, hasta hoy nunca había sabido todo lo que había sufrido su esposo, Pedro por su parte estaba en silencio, pero pensativo, Cintia le tomo la mano a Diego y lo miró de forma conciliadora.
- suponiendo que lo que dicen es cierto - comenzó Pedro mirando al piso - ¿Qué garantías hay de que se resuelva todo quemando la casa y los cuerpos?
- no las hay - dijo Raúl seriamente - solo estoy confiando en la palabra del cura.
- pero amor, creo que deberías pensarlo mejor.
- no hay mucho en qué pensar, miren, mi padre ha sufrido mucho y yo también. He tenido que lidiar con las voces y el miedo desde que tengo memoria, no sé si esto vaya a funcionar, pero debo intentarlo.
- sacar los cuerpos nos llevará un par de horas - dijo Pedro calculando - y no tenemos combustible para iniciar un fuego tan grande.
- no te preocupes, hay combustible en las bodegas.
- yo sacaré el combustible, mientras tanto ustedes sacan los cuerpos - dijo Diego, sintiéndose incómodo al decir "cuerpos"
- necesitas ayuda para hacer eso.
- yo le ayudo - dijo Martín saliendo desde una orilla - escuché todo lo que dijeron y quiero ayudar.
- no - dijo Pedro tajantemente - tú te quedas aquí.
- pero quiero ayudar, Diego no puede hacerlo solo
- dije que no.
- deja que ayude - intervino Lidia - entre más mejor ¿Que hacemos nosotras?
- quiero que saquen a mi padre y a la enfermera de casa, inventen cualquier excusa, pero sáquenlo de ahí.
- bueno ya que todo está organizando, es tiempo de moverse.
Raúl estacionó la camioneta al lado de las tumbas, bajó junto a Pedro y sacaron las palas para cavar, agradeció tener el cementerio familiar en las mismas tierras y agradeció tener dinero ya que un cementerio familiar era lago costoso y una práctica casi extinta. Se preguntó si las familias adineradas mantenían esta tradición o ya la habían olvidado. Pero en fin eso le quitaba un peso de encima ¿Cómo podría explicar en el cementerio de la ciudad que necesitaba exhumar los cuerpos de sus abuelos y tío? Ciertamente habría tenido que recurrir al soborno y tendría que hacerlo de noche.
- así que de verdad estás maldito - dijo Pedro tomando una de las palas - y yo que creía que era solo para molestar.
- pues ahora sabes que no eran mitos o cuentos de los más viejos.
- espero que esto de verdad funcione.
- yo también lo espero.
- este no será un lindo recuerdo - sonrió incómodo, después miro fijamente a su amigo - debo preguntar ¿Tu abuelo mató al mío?
- sí, lo siento de verdad Pedro.
- no es tu culpa - lo miró y tocó su hombro, Raúl tuvo que contener las ganas de llorar, aunque no pudo evitar que sus ojos se humedecieran - no llores hermano, todo saldrá bien, ahora terminemos de una vez con esto.
Trabajaron en silencio, hasta descubrir las tres tumbas, cuando ya estaban listos sacaron unas bolsas plásticas para meter los huesos. Se sintió mal al meter los huesos de sus abuelos en una bolsa, pero ¿Que caso tenía? Iban a quemarlos de todos modos, Pedro había guardado los huesos en la parte trasera del vehículo, solo faltaban los huesos de su tío, abrió el ataúd y vio que el cuerpo aún tenía rastros de piel y músculos secos, los tomó y sintió que se partían como si fueran de papel.