Siento como alguien abre la puerta y se me acerca corriendo. Me mueven el brazo muy fuerte.
— Alison, debes levantarte ahora ya. – oigo la voz de Alex en un susurro asustado. Abro mis ojos intentando acostumbrarme a la oscuridad. Mi vista mejora demasiado, al parecer mis ojos se volvieron azules, porque los de él son rojos. – nos encontraron.
Me levanto rápidamente y me coloco mis zapatillas y una chaqueta.
— ¿Qué? ¿Quién? – pregunto en el mismo susurro.
—No lo sé, tal vez son del ejercito o algo así. No sé cómo supieron de mí. Darwin nos está esperando en el garaje.
—¿Y Sophie? Ella debe ir con nosotros, no está segura en casa y nosotros podremos cuidarla.
Salimos de la habitación medio agachados, caminando rápido, pero sin que nuestros pasos se escuchen.
Recordé a cuando salí con Kate.
—Ella está con mi mamá, no podemos traerla, puede que el lugar en donde vamos sea más peligroso que aquí o puede que nos encuentren. Ella debe estar con mi mamá, estará más segura.
Solo asiento con la cabeza y a medida que nos acercamos a la cocina, escuchamos las voces de mi papá reteniendo a uno de los hombres uniformados junto a una mujer en la puerta.
—Le dije que no necesitamos una orden, estamos buscando a dos adolescentes, uno rubio y una de pelo negro – dice la mujer ya a punto de explotar.
—Y yo le dije que quiero ver la orden o puedo denunciar su institución. – le responde mi papá bastante enojado por la insistencia.
—Pss – escuchamos un sonido. Sara esta escondida a un lado de la escalera haciendo señas con sus manos, indicando que la siguiéramos. Caminamos hacia ella con mucho cuidado y silencio. – ellos en cualquier momento entrarán, síganme, los llevaré por otro camino.
Seguimos a Sara que nos lleva a la oficina que era de mi mamá, se encontraba bajo las escaleras.
—Detrás de ese cuadro hay una reja. – apunta a una pared y sacamos un cuadro del porte de media pared. ¿Cómo nunca supe de esto? – esta es la llave. – de la puerta nos tira un llavero con dos llaves. La atrapo y pruebo con la primera llave. La reja se abre. – el túnel los llevará hasta el garaje.
Le sonreímos en forma de agradecimiento. Ella se acerca y nosotros comenzamos a correr por el pasillo hacia la luz del fondo. Escucho como cierra la reja y nosotros corremos más rápido.
Cuando llegamos al final, nos encontramos con otra reja y pruebo con la otra llave. Esta se abre e intentamos quitar lo que hay al otro lado, al parecer es otro cuadro. Poco a poco empieza a aparecer la luz y el cuadro se cae, dejándonos ver el garaje.
— ¿Chicos? – aparece la voz de Darwin. – mejor no pregunto cómo llegaron. – dice confundido. – entren rápido.
Abre las puertas del auto y nosotros nos metemos muy rápido. Darwin prende el motor y abre la reja del garaje, para salir. Un grito nos frena.
— ¡Alex y Ali! – la pequeña Sophie estaba ahí, corriendo hacia nosotros. Abre la puerta de mi lado y se sube en mis piernas. – no me dejen.
Alex y yo la abrazamos con fuerza. Lo bueno es que tengo mis guantes puestos.
— Vamos. – dice Darwin. Coloca el seguro en las puertas, pero una acción que él hace me deja asustada, preocupada, en estado de alerta. Se está colocando una máscara antigás. – tranquilos, todo es por su bien. – dice con una expresión difícil de entender: triste o preocupado. Tal vez es un rostro de arrepentimiento.
— ¿Qué? – los tres colocamos nuestros ojos en él. Aprieta un botón en el auto y empieza a salir un aire denso. – no, no, no. – comienzo a decir y tapo el área de mi boca y nariz con la polera. Lo mismo hago con Soph.
Siento cada ver mi cuerpo más pesado, como cuando Sara me dio ese calmante. Solo una pregunta pronuncio antes de dormirme:
— ¿Por qué?
Veo a la niña y ya tiene sus ojitos cerrados, miro a Alex y está como yo, intentando mantenerse despierto. Me tiende su mano y yo la acepto. Luego no puedo resistir más y me dejo ir.
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Abro mis ojos de apoco. Todo está como cuando aspiramos ese aire. Con Soph en mis piernas y Alex tomando mi mano con el guante de barrera. Solo algo llama mi atención... Darwin no está en su asiento, podemos escapar.
— Alex, despierta. – lo muevo desesperada.
Él no se mueve. Coloco mis dedos índice y medio para sentir su pulso. Cierro mis ojos intentando encontrarlo. Nada. No siento nada.
— ¡Alex! – le grito golpeándolo con ambas manos, desesperada, asustada. Él no puede estar muerto. Me niego a aceptarlo.
Siento movimiento y él me sujeta las muñecas.
—No me golpees, hay mejor forma de despertarme. – suelto un suspiro de alivio y lo abrazo con fuerza, intentando que nuestra piel no esté en contacto.
— No tenías pulso, creí que estabas muerto.
—¿Dónde estabas tomándome las pulsaciones? Porque es imposible que no tenga pulsaciones si respiro.
—Aquí. – coloco mis dedos en su garganta. Él lanza una carcajada.
—Es aquí donde se toma. – lleva mis dedos debajo de su mandíbula. Ahí si sentí sus pulsaciones.
—Debemos escapar. – le digo y toma a Soph en sus brazos para sacarla del auto.
Salimos y nos encontramos en un salón muy grande con cerámica blanca: piso y paredes... no sé por dónde empieza y termina la pared. Todo es muy brillante.
—Buenos días. – saluda una mujer, la misma que estaba en la casa, buscándonos. A su lado esta Darwin, pero con un uniforme, peinado y parado derecho y firme. – Soy Amanda, la que tiene el mayor rango en este lugar. Un gusto conocerlos, chicos. Los trajimos porque estarán más seguros y debemos enseñarles algunas cosas.
—¿Tienen que ver con Carlos Muñoz? – levanto la cabeza al preguntar, aunque por dentro estoy muriéndome del miedo.
— No. – niega con una sonrisa. – los protegemos de ellos. Hace un tiempo los hemos empezado a vigilar y actuando desde afuera. Mandamos agentes disfrazados para que los cuidaran en el hospital y luego cuando llegaron a casa, no salieron nunca más. Por eso decidimos mandar al agente Edson. – señala a Darwin. ¿Qué? – mejor que él les explique. Adelante. – ella se da media vuelta y comienza a caminar.