—¿Se puede saber para que nos necesitan? – la confusión se hace notar.
—Necesitamos entrenarlos, no sabemos que es, pero algo grande se acerca y no sabemos cómo vamos a combatirlo. Por eso los necesitamos a ustedes, los advenedizos.
— ¿Y si no aceptamos?
—Les haré cambiar de opinión... síganme. – se da media vuelta y camina por un pasillo. Le seguimos el paso. – si deciden quedarse, les daremos ropa cómoda, una credencial, comida y todo lo que necesiten. Ah y la clave del Wifi también.
—¿Y nuestros celulares? El mío se me quedó en la casa. – en el velador junto a la carta de Kate exactamente. Soph comienza a moverse demasiado en mis brazos y saca algo de sus bolsillos. Dos celulares y dos hojas de papel.
— Se me olvidó darles sus celulares, había visto que los dejaron juntos y no se los habían llevado. – dice con su voz angelical. Mira los papeles que están en sus manos y como si estuviera debatiendo algo en su mente. – este es para ti. – me entrega uno de los papeles. – y este es para ti. – le entrega el otro a Alex. – Ali, bájame y ábrelo.
Le hago caso, la dejo en el suelo y abro el papel:
Es un dibujo de dos niñas tomadas de la mano y arriba dice: "Feliz cumpleaños Ali".
Aprieto mis labios... olvide que hoy es nuestro cumpleaños.
—Gracias. – me coloco a su altura y le abrazo fuerte intentando no tocar su piel. Mis ojos habían empezado a empañarse. Siento otros brazos alrededor de la niña y un gracias de su parte.
Nos levantamos al mismo tiempo y sonreímos a la vez deseándonos un feliz cumpleaños.
—Somos adultos. – digo con entusiasmo.
— Somos adultos. – repite, pero su voz es algo distinta, como si en cualquier momento se quebrará.
—«Sobre mi fobia... lo siento, no quería ocultártelo, pero no podía estar contándole a las personas mis miedos.»
—«Está bien, pero desde ahora, sin secretos». – asiente.
—Chicos, vengo en un segundo. – dice Edson y sigue derecho por el pasillo, pasando por una puerta.
Miro el dibujo en mis manos y recuerdo cuando en la película El origen de los guardianes Jack Frost hace la animación del conejo en la ventana de un niño... ¿Podré hacer algo así?
Trazo mi dedo por todo el contorno del dibujo, comienza a brillar. Levanto mi mano derecha y hago como si salpicara agua, pero en realidad el dibujo se vuelve grande y de nieve con hielo. Si, puedo hacerlo.
Soph coloca ambas manos en su cara, demasiado sorprendida y, a decir verdad, yo estoy igual. Alex hace lo mismo con su dibujo y a diferencia del mío, su animación es de fuego.
Todo era muy bonito para ser real... ambas animaciones chocan y se deshacen. Hago un puchero y cruzo mis brazos de forma infantil mirando a Alex, quien tiene sus ojos rojos. Soph se ríe a carcajadas.
—Hola Alison. – esa voz me deja helada. Miro la puerta y automáticamente coloco a Soph detrás de mí, dándole protección. – hola Alex. – la silueta de la mujer que de alguna forma se comunica conmigo telepáticamente. – Oh, Alison, por tu cara y reacción noté que me descubriste. Si le cuentas a alguien, ya no será solo tu amiguito el que resulte herido, la niña que escondes también recibirá las consecuencias... cuidado. – involuntariamente, mi vista se posa en Sophie.
— No le hagas daño, es solo una niña. – digo en un susurro.
— ¿Dijiste algo? – me pregunta Alex, susurrando.
— No, nada. – nuevamente levanto la mirada, pero la mujer no estaba y Soph está en su puesto anterior. – ¿Y la mujer que estaba aquí?
—¿Qué mujer? – pregunta como si estuviera loca.
— ¿Cómo que qué mujer? La que estaba aquí, enfrente nuestro. – el seguía mirándome de la misma forma.
—No ha habido ninguna mujer aquí.
— Creo que me confundí o estaba soñando despierta... Solo olvídalo. – Darwin me mira, pero a la vez no me mira, es como si estuviera pensando... ¿En qué momento llegó?
—Síganme, voy a mostrarles donde dormirán. – comenzamos a caminar detrás de él, por donde se había ido en un principio. – Sophie dormirá con Alison, las habitaciones están separadas entre hombres y mujeres, a no ser que sean matrimonio. – mira por encima de su hombro para ver si nosotros entendimos, los tres asentimos.
Introduce una llave en la cerradura y abre la puerta, dejando que ingresemos. Había muchas personas corriendo de aquí para allá. Aproximadamente tenían entre dieciocho y treinta años. Otras personas estaban apoyadas en alguna pared conversando en grupo, mientras tomaban café o algo así, muy relajados. Algunos estaban metidos en el computador, tecleando rápido o mirando fijamente la pantalla. Lo otro que llama mi atención: el uniforme, estaban vestidos igual que Darwin.... Quiero decir Edson. Algunas mujeres usaban pantalones y otras usaban faldas tubo.
Nosotros nos encontrábamos arriba de una plataforma como escenario que tenía dos escaleras: izquierda y derecha.
Cuando la puerta detrás nuestro se cierra, provoca un fuerte sonido ocasionando que todos pongan su mirada en nosotros. Nunca había estado cerca de tantas personas o que me miraran fijamente. Estaba poniéndome nerviosa. Los que estaban lejos se acercaban con curiosidad.
— Buenos días. – saluda fuerte y claro Edson, ellos le responden de la misma forma. – ellos son Alex, Alison y Sophie. Los mayores son los advenedizos. – los agentes nos sonreían de forma simpática. – necesito a alguna mujer que lleve a Alison y a Sophie a su habitación. – no exagero al decir que todas las mujeres levantaban las manos como si fueran niñas pequeñas en el jardín. – agente Silva ¿Puede ir?
— Claro agente Martínez. – una chica como de mi edad pasa al frente: pelo rubio con puntas fucsias. Un poco más alta que yo. – señorita Muñoz y señorita Rizzo, síganme. – dice con una sonrisa.
Nosotras bajamos las escaleras y la seguimos, intentando ir a su paso, caminando derecha con la mirada de todos sobre nosotras. Casi olvido como caminar. Entramos por uno de los pasillos, dejando a todos los agentes atrás.