Nunca imaginé el placer que me embargaría al ver dormir a alguien. Me pasé la noche observándola, no solo porque era la primera que compartía con ella y quería contemplarla, sino porque estaba a la expectativa por si la marca le producía algún tipo de reacción contraproducente. Entendía que, tras marcar a la hembra, un cansancio embriagador llega a ella, pero en la historia de la manada se había documentado reacciones adicionales, como fiebre, sarpullido, pérdida momentánea de visión, entre otras, que aparecieron en hembras humanas. Por ello me la pasé atento a cualquier cambio en su cuerpo, por si fuera necesario pedir ayuda a Ravi, ya que los brujos son como “médicos sobrenaturales”.
Aún era muy temprano para despertar, pero Amelia comenzó a moverse. Quería acomodarse para seguir durmiendo, pero yo quería que ya despierte, seguía deseoso de ella. Acariciaba el brazo que dejó sobre mi pecho y dejaba cortos besos en su frente. Movió su cabeza, lo que me permitió encontrarme con su adormilada mirada y una sonrisa que me causó mucha gracia al ser acompañada por sus cabellos alborotados y sus ojos casi cerrados. Comencé a reír fuerte, cosa de la que me arrepentí cuando al seguir observando su rostro noté que aún tenía intenciones de continuar el sueño. Ella negó que fuera así, solo quería descansar un poco más porque estaba agotada. A los pocos segundos de terminar de hablar, llegó a mí vergüenza y angustia. Al estar seguro que no provenían de mí, le pedí que dejara de emitir esas emociones que me resultaban muy desagradables. Sorprendida preguntó cómo noté que estaba sintiendo eso, a lo que señalé su marca y expliqué que, además de ser el símbolo de nuestra unión ante los pueblos sobrenaturales, hace que podamos percibir los sentimientos, emociones, placer y dolor del compañero. Al terminar mi explicación, recorrí su cuerpo con mi mirada, y al verla desnuda, deseé tenerla otra vez. Al regresar a su rostro, noté que se mordía el labio inferior y marcaba el entrecejo, estaba reprimiendo la sensación de deseo que le llegó de mí.
Mi Luna estaba preocupada porque después de nuestra primera unión no pudo mantenerse despierta para conversar o tener un segundo encuentro. Era tan inocente y no quería defraudarme, por eso reí de felicidad. «Si supieras que con una sola mirada me puedes llevar al paraíso o al infierno, serías más segura de ti misma», pensé mientras abandonaba la risa porque Amelia colocó sus suaves dedos sobre mi boca.
Me apoderé de su boca mientras mis manos iban de sus piernas y caderas hacia su espalda. La hice girar para recostarla en la cama conmigo encima de ella. La sentí más suelta, en confianza, porque acariciaba mi cuerpo y dejaba salir sus gemidos. Al ir más rápido, el placer hizo que jadeara. Escucharla disfrutar era lo que necesitaba para incrementar mi gozo y llegar al clímax junto con ella. No pude aguantar las ganas de confesarle lo que me producía escucharla gemir o jadear. Ella se ruborizó y yo me reí a carcajadas. Apenada me pidió no hacer tanto ruido, no quería incomodar al resto de la familia, pero cuando le dije que las paredes tenían aislamiento acústico, suspiró aliviada.
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hombre lobo alpha y luna, huerfana hija de la divinidad, sobrenaturales entre los humanos
Editado: 01.01.2024