El que fue Tocado

Capítulo 1. Choque eléctrico.

 

El día ha sido horrendo, ha habido muchos clientes molestos para mí desgracia. Entre esos una mujer accidentalmente lanzó su malteada sobre mí, una niña decidió practicar tiro al blanco lanzando las patatas fritas contra la pared, y como si fuese poco a una pareja les pareció una estupenda idea iniciar una riña en la tienda, no hubiese sido malo si la riña no hubiese comenzado porque el hombre me estaba mirando el trasero y la mujer decidió propinarle una bofetada fuerte para luego aventarle cuanta cosa se le atravesó en el camino.

Al notar que las cosas se salieron de control, mi jefe llamó a la policía y forzaron a la loca mujer a pagar todos los daños ocasionados por su ataque de ira, sin embargo quien debió recoger el jodido desastre no fue nadie más que yo. Lo único bueno de mi día es que es el día la paga, de resto, añoro que ya sea el día de mañana para que todo sea nada más que un recuerdo que en un futuro no muy lejano me hará reír.

— ¿Te vas? —me inquiere Yinger, una de mis compañeros de trabajo.

—En un segundo, tengo que dejar limpias las otras dos mesas —paso el trapo y vuelvo a aplicar un poco de desinfectante con fragancia a limón.

—Trabajas muy duro para lo poco que ganamos —se sonríe ella, las ojeras bajo sus ojos dan fe de lo pesado de nuestra labor.

—No me importa, es difícil conseguir trabajo hoy día así que valoro lo que tengo —es difícil conseguir un trabajo cuando no has hecho ninguna carrera universitaria, claro que para servir comida y limpiar mesas no se necesita mucho conocimiento. Solo equilibrio para no dejar caer ninguna orden pues sería descontada del salario y al menos sonreír un poco, con eso es suficiente para mantener felices a la mayoría de los clientes y sobre todo al jefe.

—Eres un buen chico, ojalá mis hijos fueran así —suspira ella mientras limpia la caja registradora.

Fuerzo una sonrisa, estoy seguro que ella no quisiera que sus hijos fuesen como yo, al menos mis padres nunca han estado orgullosos de mí y comprendo sus razones.

No soy nada de lo que esperaron.

— ¿Qué edades tienen? —decido preguntar, por lo general no hablo con mis compañeros de trabajo más de lo necesario, no es que sea antipático solo que siempre hay clientes o hay otros trabajos que hacer y a la hora del almuerzo cada uno se marcha a su hogar sin dejar mucho tiempo para socializar. No obstante hoy ha sido un día muy pesado, necesito algo de positividad y contacto humano en mi vida.

—Killa tiene siete y Elío acaba de cumplir quince —recoge un tiquete que han dejado sobre el mostrador, lo vuelve una bolita y lo arroja al cesto de la basura—, Elí inició una pelea el otro día en el colegio y lo suspendieron por una semana, a veces no sé qué hacer con él, ninguna de las cosas que le digo parecen llegarle, ser madre es un trabajo extenuante, nadie te prepara para eso.

—Está en una época difícil —digo mientras limpio la mesa con más fuerza pues tiene un objeto no identificado pegado en la superficie, parece una macha de jugo.

Pensar que antes no limpiaba ni la cuchara con la que comía.  

—Sí, tuve que sacar una cita con su orientador escolar para que hable con él, conmigo no quiere comunicarse y llego tan agotada que tener discusiones con él es lo menos que necesito —le sonrío amablemente pues parece necesitar una cara positiva también.

—Espero que te pueda ayudar, el orientador —ella asiente, se quita el gorrito para dejar al descubierto su cabello rojizo, tiene varias pinzas ajustadas a él para que los mechones rebeldes no se escapen, igualmente sus ojos verde oliva hacen juego perfecto con su piel blanca, en su juventud debió ser una mujer bellísima pues a pesar de los años no deja de serlo.

—Sabes, siempre he tenido curiosidad de por qué un chico como tú trabaja en esta zona de la ciudad.

— ¿Un chico como yo? —hago un gesto raro con mi cara al tiempo que remojo el trapo en un trasto y lo estrego fuerte.

—Te ves todos los días en el espejo, lo sabes bien —habla graciosa—, eres un jovencito muy atractivo, no debes haber pasado los dieciocho todavía, y tienes algo que a todos les gusta, incluso a nuestro jefe —me sonrío mientras sigo limpiando—, nos odia a todos pero a ti parece tolerarte —murmura ella para que nadie más le oiga, aparte de mí.

—No soy tan bueno, solo es un poco de suerte mezclada con encanto de innato —comento guiñando un ojo, ella se ríe bajito. Me quito el gorrito blanco con negro, así mismo desajusto el delantal de mi espalda para finalmente limpiar el sudor de mi frente con mi antebrazo—, joder, me duelen los pies.

—No digas malas palabras —me reprende—, no queda en tu estampa de niño bueno.

Sonrío por sus palabras, ella siempre ha sido tan amable conmigo a pesar de que no hemos tenido mucho tiempo para socializar.

—Deberías estudiar —me aconseja—, seguro un joven tan inteligente como tú consigue una beca si no tienes dinero, podrías ser interno de la universidad, hoy día el gobierno ayuda mucho a los jóvenes —sonrío pequeño.



#142 en Fantasía
#793 en Novela romántica

En el texto hay: mago, poderes, lgtbi

Editado: 28.07.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.