Aún no amanece y los habitantes de la ciudad están completamente despiertos, sin importarle haber salido hace tres horas de un baile en el palacio real.
Es el último día de las competencias en Kaliza. Al parecer, nadie ha logrado llegar al final y por esa razón, la competencia ha durado casi una semana.
Utilizo el mismo traje negro programado por Tommy para situaciones como Unas botas militares, leggins con la facilidad de ser resistentes, pero al mismo tiempo son ligeras, y una sudadera que me cubre hasta el cuello. Una trenza francesa y una pequeña bolsa con todos los elementos es lo único que tengo.
—¿Estás lista? —pregunta Katie desde la puerta. Tomo el frasco y se lo entrego en sus manos—. Lo prometido es deuda. Ya es hora.
Frente a mí se eleva el majestuoso volcán. Es mucho más imponente de cerca. La base está rodeada de duendes, elfos, centauros, faunos, y creo que hasta un minotauro. Hay pocos humanos. Entre esos últimos nos encontramos yo y Kane.
—¿Lista para la derrota? —comenta el teniente con sorna.
—¿Siempre eres tan egocéntrico? —rebato con el mismo tono de él.
—Solo con quién se lo merece.
—Ten mucho cuidado, Allison —intercede Katie—. Usted también, señor Brown.
Luego de un duelo de miradas, Kane asiente y mi mejor amiga se retira.
—Hay cambio en las reglas —comenta Eliza en susurros y frunzo el ceño—. Van a entrar en parejas de dos. Cuídense mucho ahí dentro. —Abre la palma de su mano y veo dos piedras amatista redondas—. Si necesitan ayuda, solo tienen que ponerla en el suelo y pisotearla.
—¿Qué hacen? —pregunto al tomar una de ellas.
—Allie, pisotéalas y ya —insiste la pelirroja.
—Eliza, no pensarás volar el volcán, ¿verdad? —pregunta Kane. La sonrisa maliciosa de esa enana antes de irse me estremece—. Esa chica está media loca.
—Ya quisieras verla en el colegio. Es irritante.
—No me imagino a Eliza de otra forma. Esa enana pelirroja puede ser un poco molesta.
—¿Solo un poco? ¿Estás de broma? Esa chica ha hecho de mi vida un infierno en los dos colegios.
—Ya puedo imaginarlo. Aquí es lo mismo.
Sigo la mirada del teniente y sonrío al ver como observa embelesado a Katie. La mira como… Chris me miraba a mí hace unas semanas atrás.
—¿Cuándo vas a decirle? —Me mira al instante y frunce el ceño—. Vamos, Kane. Puedo oler tus sentimientos en el aire a tu alrededor, y esos ojos tuyos son demasiado transparentes. ¿Desde cuándo te gusta Katie?
Sus ojos verdes me miran cautelosos antes de responderme con voz trémula:
—Desde que entré al regimiento. Es la Reina Cáliz, y yo soy…
—¿Un simple teniente de Kaliza? —Termino la oración por él. Niego con la cabeza al ver el atraso social de esta gente—. ¿Por qué existen personas empeñadas en hacer una barrera cuando se trata de amor? Díselo y deja que la gente opine lo que quiera. No importa quién seas, Brown. Te aseguro que serías la pareja ideal para ella. Es una buena chica y tú eres una persona inteligente. Prepotente y ególatra, pero inteligente. Ustedes son los únicos capaces de tomar esa decisión.
—Me sorprende que tú seas la persona que me dice eso.
—Son dos cosas muy distintas, Kane. Mientras estaba con Christopher, luché contra viento y marea. Un día se levantó y decidió que conmigo no era feliz, por lo que se casará con otra a finales de semestre.
—¿Esa es la razón de que quieras envolver tu corazón en acero?
—Lo intenté, Kane. Hubo un momento dónde pensé que él se arrepentiría. —Recordar aquello formó un nudo en mi garganta—. Pero me alejó y dijo que amaba a otra, que lo nuestro estaba en el pasado y ya no significaba nada para él. ¿Cómo quieres que luche en contra de eso?
—Luchando… a tu forma. Eres valiente, Allison. Orgullosa, pero valiente. Inténtalo tantas veces hasta que el idiota de Chris vea la clase de mujer que se está perdiendo. Si el amor de ustedes es tan fuerte como me dices, alguna solución vas a encontrar. No creo que seas de esas que se rinden tan fácil.
—Solo lo haré si me prometes hablar con Katie sobre tus sentimientos.
—Eso es un golpe bajo. —Sonrío y le empujo juguetonamente con el hombro.
—¿Por qué me besaste ayer?
—Ella estaba mirando la competencia desde el balcón
—¿Querías darle celos a Katie? —Niego con la cabeza—. No eres un crío. Por lo visto, es verdad lo que dicen por ahí. Los hombres tienen una neurona en corto circuito y la otra bailando cumbia. —Kane no puedo evitar reír a carcajadas.
—¡Qué cosas más graciosas dices, Allison!
—Brenda me dice lo mismo. ¡Qué conste que esto es su culpa! Esa chica está chiflada.
—Si tú eres así, no puedo imaginar a la tal Brenda.
—Idiota.
—Enana.
—Bruto —rebato sonriendo.
—Engreída.
Dejo escapar una carcajada ante su intento de ofensa.
—Me amas así.
—¿Quién te dijo esa mentira?
—Mis padres me lo dicen “todo” el tiempo —enfatizo en la palabra “todo”
—Eso no está permitido.
—¿Por qué?
—Porque son los padres. Son los únicos autorizados para mentirnos y endulzarnos el oído.
—Hablas como si tu vida hubiera sido color de rosa.
—Oh, querida, todo lo contrario —aclara rápidamente—. Ser el hijo del Máximo General de Kaliza tiene sus cosas buenas, pero las malas también vienen en el paquete. Siempre son reglas tras reglas. Lo único bueno que saqué de todo esto, fue Cáliz.
—¡Oh, qué tierno! —opino con mofa.
—Anda, payasa.
—Mira quién habla. Es curioso, pero contigo siento la misma familiaridad que tengo con Javier.
—¿No dices que soy una copia barata de tu mejor amigo y del prepotente de tu ex novio?
—¿Ves a lo que me refiero? Tienes el don de arruinar un momento entre amigos al igual que ellos.
—¿Somos amigos? —pregunta enarcado una ceja.
—Persona que tenga una buena pelea conmigo y quede en pie, es considerado mi amigo. —Sonrío enseñando los dientes, pero sin separarlos.
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Editado: 09.02.2023