Mi mañana no fue tan fácil como hubiera deseado, y si el día de ayer fue difícil, la sorpresa de hoy fue más impactante.
—Allison, la directora Karen te busca —anuncia un joven de tierra y se retira.
Las chicas me miran y yo me encojo de hombros porque tampoco entiendo. Al llegar a la oficina, doy dos pequeños toques y esta se abre. Un hombre vestido de negro está cerca de la mesa y deja de tamborilear los dedos cuando me adentro en la estancia.
—¿Allison McKenzie? —pregunta y asiento. Frunzo el ceño al ver que Karen no tiene buena cara—. Permítame presentarme. Soy el inspector Stuart Williams. Está bajo arresto por el secuestro de Celine Gray y la desaparición de Cedric Stan.
—¡¿Cómo?! —exclamamos al unísono.
—¿Qué clase de broma es esta? ¿Quién puso esa denuncia? —inquiero sorprendida.
—Alexa Gray y Emma Norrington —contesta con lentitud y yo abro los ojos sin aún creérmelo.
«El karma tiene que ser muy puñetero conmigo», pienso estupefacta.
Esto debe ser una mala broma del destino. ¿A quién rayos se le ocurre denunciar de secuestro y asesinato a la persona que salvó a su hija? ¿Están mal de la cabeza o qué? Esto es increíble. Tiene que haber un error.
Karen a penas se mueve de su asiento. Esto le ha sentado tan mal como a nosotros. Talia comienza a defenderme entre gritos y protestas mientras el inspector comienza a leer mis derechos. Lilith y Brenda salen corriendo a saber Dios dónde y yo aún sigo parada frente a este hombre mirándolo confundida.
El Inspector Stuart Williams es un hombre de mediana edad. Cuando hablo de mediana edad es de al menos unos 200 años de oficio. Cabello blanco, piel trigueña, ojos negros, y metro ochenta de altura. Este hombre es un gigante para mí.
—Señorita Sprouse, solo estoy haciendo mi trabajo —atañe él en tono grave.
—¡Pero eso no es verdad! —protesta la pelirroja furiosa—. ¿Cómo se le ocurre semejante atrocidad? Si hiciera bien su trabajo, se daría cuenta que está en un gravísimo error.
El inspector se encoge de hombro, y del bolsillo trasero de su pantalón, saca un par de esposas con un símbolo extraño. Son una especie de martillos cruzados por el cabo. Da un paso hacia mí, pero doy un paso hacia atrás mientras niego con la cabeza.
—Señorita McKenzie…
—Voy a salir del colegio pero no con esas cosas puestas. No soy peligrosa. No pienso dejar que me anulen la magia. Es para eso el símbolo extraño, ¿verdad? —Asiente con lentitud—. Voy a ir con usted, pero no pienso decir nada sin un abogado en frente.
—Está en todo su derecho, señorita —añade, mientras devuelve las esposas a su lugar.
—Allie…
—Tranquila, Talia —intervengo antes que diga otra barbaridad y terminemos las dos en problemas—. Mientras mi conciencia esté tranquila, nadie puede culparme de nada.
—Yo me encargo de buscarle un abogado a la señorita McKenzie —interviene Karen con voz grave mientras se levanta de su asiento. Sus ojos verdes y ceño fruncido indica que la reina dentro de ella se está conteniendo todo lo que puede.
—Se lo agradeceré, directora Smith. Inspector, podemos irnos.
Al salir de la oficina, choco con Javier. Sus ojos verdes gritan en silencio el temor que sus labios no pueden.
—¿Qué está pasando? —inquiere con voz queda. Pocas veces he visto al grandioso Javier León asustado, y esta, es una de esas veces—. Esto es un error. Allison es inocente.
—Eso lo veremos —contesta el inspector en tono neutro.
—Esto no es justo —protesta Tommy.
—¿Quién hizo esto? —pregunta Cameron.
—Tu madre y Emma Norrington —contesto con los dientes apretados y me retracto al instante al ver como los ojos negros de mi amigo comienzan a tornarse fríos.
La relación entre Alexa y sus hijos pende de un hilo. ¿Esto? Solo agranda más el abismo entre ellos.
Acaricio el rostro de Javier buscando un poco de paz, pero la tormenta que se ha formado dentro de él es mucho peor que la mía a causa de la desesperación y la confusión. Su mirada se ha tornado como el color del fondo del mar. Entre azul oscuro y verde.
—Voy a estar bien, León. —Sus brazos me envuelven al instante y yo aprieto los labios para no romperme frente a todos.
—Arreglaremos esto. Lo juro —murmura cerca de mi oído y asiento pegada a su pecho
—Lo sé.
El inspector aprieta levemente mi brazo y caminamos por el pasillo hacia la salida. Los rostros de todos los estudiantes se giran hacia nosotros y yo solo quiero desaparecer de la tierra. En poco tiempo seré la comidilla del colegio Mary Weathers… una vez más.
—¡Allieeeeeeeee! —gritan las ardillas mientras corren hacia mí.
—¿Qué pasó?
—Ya lo solucionaremos, Tony. Necesito que se queden con Brenda por…
—¡Ni hablar! Interrumpe Ginger muy molesta—. Exijo saber lo que está pasando.
—Eso es confidencial.
—Son mis Varázs, inspector. Aunque no se los diga usted, lo saben por mí. —Achica sus ojos mostrando unas leves arrugas en el borde y yo niego con la cabeza—. No lo entendería. —Tomo una bocanada de aire y me agacho hacia las ardillas—. Quédense con Brenda mientras esta locura se resuelve, y no quiero protestas, ¿entendido? —aclaro al instante, pero las ardillas sacan sus dientes hacia el inspector—. ¡Ginger, Tony! —Mi protesta logra que guarden sus dientes y garras—. Llamen a mi mamá y mi papá.
—No es necesario —contesta el inspector con voz pausada—. Nos trasladaremos a los Estados Unidos. No tengo jurisdicción para tramitar este tipo de situaciones aquí en Inglaterra a pesar que la denuncia fue desde aquí. Sus padres serán notificados en un momento.
—Vayan con Brenda y Lilith. —Las ardillas protestan entre dientes pero finalmente asienten y me levanto. Sigo mi camino hasta que unos ojos negros me miran confundidos.
—¿Qué está pasando?
—Pregúntele a su madre y a su prometida, Christopher Gray —contesto tajante y seguí de largo.
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Editado: 09.02.2023